Cine y series

Little Bird, los niños robados

Zoe Leigh Hopkins, Elle-Máijá Tailfeathers

2025



Por -

El eco del pasado siempre encuentra un resquicio para colarse en el presente, especialmente cuando las heridas de la historia permanecen abiertas y mal curadas. En 'Little Bird, los niños robados', la búsqueda de la identidad se convierte en un trayecto cargado de ausencias, mientras el espectador es testigo de las grietas que se forman cuando un sistema decide arrebatar infancias y anular culturas bajo el pretexto de la modernidad.

La serie, creada por Jennifer Podemski y Hannah Moscovitch, centra su narrativa en Bezhig Little Bird, una niña indígena arrebatada de su familia durante la política conocida como el "Sixties Scoop" en Canadá. A través de dos líneas temporales que dialogan entre sí, se exploran las consecuencias de esta violencia institucional en la vida adulta de Bezhig, ahora llamada Esther Rosenblum, una estudiante de derecho que intenta reconciliar su presente como miembro de una familia judía con un pasado que se desdibuja en la niebla de sus recuerdos.

Desde sus primeras escenas, 'Little Bird, los niños robados' logra situar al espectador en una dicotomía que se siente tanto cultural como emocional. Los paisajes serenos de Saskatchewan en 1968 contrastan brutalmente con las acciones de las autoridades que irrumpen en la vida de los Little Bird para separar a los niños de sus padres. La cámara captura, con una sensibilidad inquietante, la fragilidad del momento en que la seguridad familiar se transforma en una amenaza institucional.

Esther, en 1985, se encuentra atrapada entre dos mundos. Su vida en Montreal, segura y marcada por las tradiciones judías, parece un espejismo frente a la crudeza de los recuerdos que resurgen tras un desafortunado comentario racista en su fiesta de compromiso. La interpretación de Darla Contois como Bezhig/Esther es contenida pero magnética; transmite una lucha interna que se percibe incluso en su silencio.

Los personajes femeninos en esta serie tienen un peso central. La madre adoptiva de Esther, Golda (Lisa Edelstein), no es retratada como una antagonista, sino como alguien también atrapada en sus propios traumas, lo que enriquece la narrativa al evitar simplificar las relaciones familiares. La serie no estigmatiza a la figura adoptiva, sino que revela los matices de su humanidad, ampliando el alcance emocional del relato. Por otro lado, Patti Little Bird (Ellyn Jade), la madre biológica, encarna la lucha desesperada por mantener unida a su familia frente a un sistema que nunca la vio como digna.

'Little Bird, los niños robados' no necesita subrayar la atrocidad de las políticas del "Sixties Scoop" con discursos grandilocuentes. El poder de la narrativa reside en las pequeñas fracturas cotidianas, en los gestos y miradas que revelan un dolor imposible de verbalizar. Las transiciones entre las décadas de 1960 y 1980 no solo sirven para contextualizar los eventos, sino también para mostrar cómo el pasado se infiltra en el presente, configurando identidades que nunca terminan de formarse del todo.

Sin embargo, la serie también enfrenta ciertos desafíos. En ocasiones, los episodios parecen alargarse innecesariamente, restando fuerza a la tensión emocional. Hay momentos donde los personajes secundarios rozan el estereotipo, una decisión que desentona con el realismo cuidadoso del resto de la obra.

A pesar de sus pequeñas limitaciones, 'Little Bird, los niños robados' consigue algo esencial: poner en el centro de la conversación una parte oscura de la historia canadiense que merece ser conocida. La serie obliga al espectador a reflexionar sobre las consecuencias de la asimilación forzada, no solo para las personas directamente afectadas, sino para las comunidades enteras que sobreviven a la sombra de estas prácticas.

En su viaje hacia la verdad, Esther no solo busca a su familia biológica; busca un sentido de pertenencia que trasciende las fronteras culturales e históricas que se le impusieron. Y en ese trayecto, 'Little Bird, los niños robados' nos recuerda que los ecos del pasado nunca se extinguen, sino que nos desafían a escucharlos y a aprender de ellos.

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