Desde las primeras imágenes de 'Las Margaritas', el universo parece desmoronarse a un ritmo acelerado, encapsulado en explosiones y engranajes metálicos que marcan la danza de la destrucción. ¿Qué significa realmente ver el mundo caer y responder con irreverencia? La cineasta checa Věra Chytilová crea una historia donde, ante un panorama de decadencia, las protagonistas no buscan reformar, sino sabotear y divertirse en medio del caos. La película de 1966 destila una protesta sutil y una crítica que, sin necesidad de panfletos, sacude la estructura de lo que se espera de las mujeres en una sociedad limitante.
Chytilová no ofrece soluciones ni redenciones. Su película se convierte en un lienzo de frivolidad desenfrenada, con las Maries —dos mujeres jóvenes y casi idénticas— dedicadas a sabotear no solo a las normas, sino también al espectador mismo. Este tipo de cine no invita a la calma ni a la comprensión fácil. La anarquía de 'Las Margaritas' es un acto de desafío y emancipación simbólica, donde cada acción de las protagonistas subraya el sinsentido de una sociedad que, según ellas, ya está arruinada. ¿Es entonces absurdo comportarse como si el caos fuese la norma? Las Maries juegan con esta pregunta sin resolverla, burlándose de la civilidad misma.
Con un enfoque provocador, el film sigue a estas dos jóvenes en su búsqueda de placer, a menudo ridiculizando a los hombres mayores que tratan de cortejarlas, sólo para ser manipulados y dejados en estaciones de tren como parte de su travesura. Las Maries se convierten en símbolos de una libertad absurda, cuyo único código moral parece ser una completa falta de moralidad convencional. La película despliega una serie de escenas visualmente experimentales y narrativamente inconexas que, sin embargo, logran una coherencia en su apuesta por la deconstrucción de las normas sociales y los roles de género.
El festín de autodestrucción y consumo al que las Maries se entregan está lleno de simbología subversiva: comida que se desecha, platos que se devoran solo para ser arrojados, objetos y cuerpos fragmentados en una danza grotesca. Este espectáculo visual es más que simple indulgencia; es una crítica directa a una sociedad de consumo en la que los bienes se vuelven más importantes que las personas. Las Maries, a través de su comportamiento, imitan la propia descomposición de un sistema incapaz de alimentar tanto el cuerpo como el espíritu de sus habitantes.
Los personajes de Chytilová desafían cualquier definición fácil. Las Maries no son ni heroínas ni víctimas, sino agentes del caos que despliegan su teatralidad con total indiferencia hacia el orden establecido. En un memorable festín, destrozan una lujosa cena y terminan cubiertas de restos de comida, una especie de batalla final contra las normas que buscan controlar el cuerpo femenino. La sátira en esta escena es mordaz, burlándose de un sistema que adora el orden, mientras ignora las necesidades de sus ciudadanos.
Formalmente, la película despliega un estilo visual que acompaña esta irreverencia: colores que cambian abruptamente, montajes abruptos, escenas intercaladas con una variedad de filtros. Estas técnicas visuales reflejan la naturaleza fragmentada y absurda de la narrativa, reforzando la idea de que todo —incluso el propio medio cinematográfico— puede ser desconstruido. Chytilová utiliza el cine para desestabilizar al espectador, haciéndolo partícipe de una especie de carnaval subversivo donde el espacio y el tiempo carecen de coherencia y el caos es la única constante.
En 'Las Margaritas', el placer y el poder están íntimamente ligados, y Chytilová utiliza el hambre de las protagonistas —tanto literal como simbólica— para explorar las implicaciones de este vínculo. La comida, en este sentido, no es solo un recurso narrativo, sino un símbolo de resistencia y consumo desenfrenado en una época de escasez. Cada bocado, cada acto de desperdicio, es un reto al control estatal y una burla de la frugalidad impuesta por la crisis económica de su tiempo. Esta rebelión mediante el consumo contrasta con el contexto político en que fue creada, donde el despilfarro de recursos era visto como un acto de subversión casi criminal.
La conclusión de la película, donde las Maries intentan (irónicamente) limpiar el desastre que han causado, lleva a la pantalla una reflexión sobre la futilidad de la redención en un sistema defectuoso. Este intento de "reformarse" se ve rápidamente ridiculizado, mostrando que la conformidad no es un camino hacia la felicidad ni el orden. La dedicación final de la película "a aquellos que solo se indignan ante una trivialidad pisoteada" es una mordaz sentencia al absurdo moral de la sociedad, un recordatorio de la desconexión entre las preocupaciones de los poderosos y las realidades de los oprimidos.
En su conjunto, 'Las Margaritas' es tanto un experimento visual como una crítica mordaz, un acto de resistencia feminista y un alegato contra la moralidad superficial. Chytilová nos muestra un mundo donde los actos de destrucción y rebelión son tanto una necesidad como una forma de liberación. Sin dudas, es una obra que incomoda e interroga, retando al espectador a cuestionar la estructura misma de la sociedad y los valores que, sin reflexionar, damos por válidos.
La nueva restauración en 4K de la película llegará a los cines españoles el 29 de noviembre de la mano de Atalante