‘La última noche en Tremor’, la nueva serie dirigida por Oriol Paulo y basada en la novela de Mikel Santiago, es una exploración de los recovecos más oscuros de la mente humana. Ambientada en la tranquila y aislada localidad costera de Tremor, la serie presenta un entorno que, lejos de ofrecer refugio, se convierte en un reflejo de la tormenta interior de su protagonista. Como un faro que lucha por mantenerse encendido en medio de la tormenta, la serie oscila entre la realidad y las visiones, entre la claridad y la confusión, sumergiendo al espectador en un relato donde nada es lo que parece ser.
La narrativa de ‘La última noche en Tremor’ invita a reflexionar sobre los efectos de la soledad, el peso del trauma y la complejidad de la percepción humana. La historia de Álex, un músico que busca huir de sus demonios internos en un rincón remoto de la costa cantábrica, se entrelaza con un misterio que lo absorbe y pone en duda la naturaleza misma de sus experiencias. La serie utiliza la incertidumbre como un vehículo para explorar la frágil línea que separa la cordura del delirio. A lo largo de sus ocho episodios, la ficción se presenta como un acertijo atmosférico que provoca una constante tensión y obliga a cuestionar la validez de la realidad que se nos muestra.
El personaje central, Álex de la Fuente (interpretado por Javier Rey), es un pianista que, tras un colapso emocional y profesional, se retira a Tremor para buscar la paz que su vida en la ciudad no le ofrece. Pero el accidente que sufre, al ser alcanzado por un rayo durante una tormenta, lo sumerge en un estado de permanente ansiedad y visiones perturbadoras. Las imágenes que se repiten en su mente, los rostros de sus vecinos y la constante sensación de amenaza, crean una atmósfera opresiva que domina la narrativa. Paulo utiliza este evento como un catalizador para desplegar una historia que desafía la lógica, cargada de simbolismo y ambigüedad.
La serie combina elementos de thriller psicológico con toques de lo sobrenatural, pero no cede a las expectativas fáciles del género. En lugar de buscar sustos inmediatos, se enfoca en el desarrollo pausado de una atmósfera de inquietud. Los diálogos entre Álex y los otros personajes, especialmente sus vecinos Leo y María (Willy Toledo y Pilar Castro), así como Judy (Ana Polvorosa), revelan capas de secretos y complejidades, desvelando poco a poco la conexión entre el pasado de Álex y los sucesos que presagia.
Uno de los aspectos más notables de ‘La última noche en Tremor’ es cómo manipula la percepción del espectador. Desde el primer episodio, la serie se despliega como un rompecabezas que fuerza a reconsiderar la validez de lo que se ve y se escucha. El relato se construye sobre las grietas de la memoria y la subjetividad, invitando a interpretar cada gesto, cada sombra, como una posible clave de un enigma mayor. La historia de Álex, marcada por traumas infantiles y una relación tensa con su madre, quien también tenía un supuesto don para prever el futuro, añade una capa adicional de complejidad a la narrativa. En el fondo, se trata de una exploración del miedo al desconocido, a lo que no se puede controlar.
La interpretación de Javier Rey destaca por su capacidad para transmitir vulnerabilidad y confusión. Álex es un hombre atrapado entre su deseo de encontrar respuestas y el miedo de descubrir que todo es producto de su imaginación. A medida que la trama avanza, el público se enfrenta a la pregunta de si las visiones de Álex son manifestaciones sobrenaturales o simplemente un síntoma de una mente perturbada por el dolor y la culpa. La figura del narrador no confiable se convierte aquí en un recurso esencial que mantiene viva la tensión y el interés, obligando a una constante revaluación de los hechos.
A pesar de sus puntos fuertes, la serie tiene momentos en los que el ritmo se ve afectado por la repetición. Las visiones recurrentes de Álex, aunque fundamentales para el desarrollo del misterio, llegan a sentirse excesivas en algunos episodios, ralentizando la acción y dejando la impresión de que la narrativa podría haberse comprimido para mantener la intensidad. La duración prolongada de cada episodio, que en ocasiones supera los 70 minutos, puede resultar una barrera para quienes esperan un desarrollo más ágil y dinámico.
La banda sonora, compuesta por Fernando Velázquez, juega un papel crucial en la creación del ambiente. Sus composiciones reflejan el estado emocional de los personajes, guiando al espectador a través de los momentos de tensión y los escasos respiros de calma. La música no solo acompaña las escenas, sino que también actúa como un eco de los sentimientos no expresados, acentuando la ambigüedad que rodea a las visiones de Álex.
La elección de Tremor como escenario no es casualidad. La localización en la costa asturiana aporta un paisaje que combina lo idílico y lo desolador, reflejando el estado mental del protagonista. Las escenas que muestran la costa azotada por el viento, las tormentas que se ciernen sobre el horizonte y la luz pálida del amanecer evocan una sensación de aislamiento que se siente tanto física como emocionalmente. Oriol Paulo utiliza el entorno para amplificar el tono de la serie, logrando que la naturaleza misma se convierta en un personaje más, un reflejo del conflicto interno que atraviesa Álex.
‘La última noche en Tremor’ no es una serie que ofrezca respuestas definitivas. Su narrativa, plagada de giros y cambios de ritmo, puede resultar desconcertante, pero también es lo que la hace cautivadora. Oriol Paulo crea un espacio donde lo real y lo imaginario se mezclan, forzando al espectador a cuestionar cada aspecto de la historia que se despliega ante sus ojos. La serie se sostiene gracias a la interpretación de Javier Rey, quien logra que el viaje emocional de Álex sea creíble y conmovedor, a pesar de las múltiples capas de incertidumbre que lo rodean.
Si bien puede pecar de ser repetitiva en ciertos momentos, ‘La última noche en Tremor’ se presenta como una apuesta arriesgada que destaca por su atmósfera y la complejidad de su trama. Es un thriller psicológico que invita a la introspección, ofreciendo más preguntas que respuestas y dejando un poso de inquietud que persiste mucho después de que los créditos finales hayan desaparecido.
