Cine y series

Machos Alfa - Tercera Temporada

Hermanos Caballero

2025



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El desconcierto frente a las estructuras sociales siempre ha sido un terreno fértil para la comedia, pero ¿cuánto puede un relato humorístico sostenerse sobre un discurso que tambalea? En su tercera temporada, ‘Machos Alfa’ nos lanza una mirada al abismo de las nuevas masculinidades, un espacio cargado de tensiones y contradicciones. Bajo la guía de los hermanos Caballero, los protagonistas se tambalean entre sus viejas creencias y las imposiciones de un mundo que avanza sin esperar a nadie. La pregunta que subyace es inevitable: ¿cuánta parodia puede soportar una sociedad que busca redefinirse?

La serie se centra en el esfuerzo de Pedro, Luis, Raúl y Santi por encajar en un presente que los rechaza por sus fallidos intentos de adaptarse. Este choque no solo evidencia la incapacidad de sus personajes para evolucionar, sino también subraya un problema estructural de la propia producción: el tratamiento superficial de sus tramas. La inclusión de conceptos como la ‘manosfera’ o los ‘incels’ apenas rasca la superficie de lo que podría ser un análisis mordaz, dejando al espectador con la sensación de haber visto una versión desdibujada de un debate que merece más profundidad.

Desde un enfoque narrativo, la temporada apuesta por una estructura que entrelaza múltiples conflictos personales. Pedro, enfrentado al embarazo de su expareja y a los vaivenes de su carrera, aparece como un reflejo de la incapacidad masculina para enfrentar la vulnerabilidad. Sin embargo, el guion cae en la trampa de repetir fórmulas pasadas, dejando que los personajes naveguen por sus crisis con un aire de desgana. Luis, por su parte, se ve atrapado en una dinámica familiar que intenta balancear el divorcio de sus padres con los conflictos de identidad de su hija. Lo que podría haber sido una exploración significativa de la paternidad y la masculinidad moderna se diluye en momentos de comedia que no siempre logran su objetivo.

La trama de Santi, quiza la más ambiciosa en términos temáticos, aborda la incomodidad de la ‘deconstrucción’ masculina. Su lucha por reconciliar su identidad con las expectativas de los demás lo lleva a situaciones tan absurdas como poco verosímiles. Luz, su pareja, introduce el concepto de anarquía relacional, una propuesta que el guion explora con más entusiasmo que eficacia. Si bien estas ideas podrían enriquecer la serie, su ejecución superficial las reduce a una simple excusa para generar conflictos cómicos.

Raúl y Luz, cuyos caminos se entrelazan con mayor frecuencia esta temporada, representan el epicentro de las mayores contradicciones. Mientras Luz se involucra en una relación monógama que desafía su postura inicial, Raúl recurre a una relación con tintes conservadores como respuesta a su frustración. Este ir y venir de decisiones contradictorias podría haber servido como una crítica punzante a los discursos incoherentes, pero en cambio, se percibe como un vaivén narrativo sin rumbo claro.

La estética de la serie, con su mezcla de artificio y falso documental, intenta aportar dinamismo, pero a menudo resulta más un obstáculo que una herramienta. La utilización de la metaficción, si bien ingeniosa en algunos momentos, no logra compensar las deficiencias de un relato que tropieza constantemente con su propia ambición. El humor, que debería ser el motor de esta propuesta, fluctúa entre lo irreverente y lo predecible, dejando al espectador en un limbo entre la risa y el desencanto.

En cuanto al reparto, los actores se enfrentan al difícil reto de dar vida a personajes que no siempre están a la altura de su talento. Fernando Gil, como Pedro, aporta una credibilidad que el guion rara vez respalda, mientras que Gorka Otxoa se esfuerza por dotar a Santi de una humanidad que su desarrollo narrativo apenas roza. Las actrices, en particular Luz (Kira Miró) y Daniela (María Hervás), tienen momentos destacados, pero sus arcos se sienten más como un complemento que como un foco central, lo que refuerza la sensación de desequilibrio entre las dinámicas de género.

Finalmente, la intención de los hermanos Caballero de ofrecer una crítica social a través del humor se queda corta frente a las posibilidades del tema. En un contexto donde las discusiones sobre masculinidad y feminismo ocupan un lugar crucial en la agenda cultural, ‘Machos Alfa’ parece más interesada en provocar carcajadas fáciles que en generar una reflexión significativa. Este enfoque no solo limita el impacto de la serie, sino que también subestima la capacidad de su audiencia para enfrentarse a contenidos más complejos.

En definitiva, la tercera temporada de ‘Machos Alfa’ es un intento irregular de satirizar las masculinidades contemporáneas. Aunque algunos momentos destacan por su ingenio, la mayoría del relato sucumbe ante una ejecución perezosa que apenas rasca la superficie de los temas que aborda. Con la confirmación de una cuarta entrega, cabe esperar que los hermanos Caballero encuentren un equilibrio entre el entretenimiento y la profundidad que la serie promete pero nunca termina de entregar.

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