Cine y series

La Red Fantasma

Jonathan Millet

2024



Por -

La hstoria no avanza con la prisa que creemos. Puede acelerarse en el fragor de un conflicto, pero su pulso auténtico es el de quienes intentan recomponerse cuando todo ha pasado. Y, en realidad, nada ha pasado. La guerra, la violencia y la huida dibujan un tiempo elíptico donde la memoria no es solo un ancla, sino también un obstáculo.

En 'La Red Fantasma', Jonathan Millet se adentra en ese espacio liminal donde el exilio no es sinónimo de seguridad, sino de incertidumbre. Hamid, el protagonista, ya no está en Siria, pero sigue atrapado en su geopolítica de terror. Recorre ciudades europeas con la misma ansiedad con la que transitaba los pasillos de su cárcel. Sus pasos no son los de un hombre libre, sino los de un perseguidor de sombras.

Millet construye su historia sin concesiones al efectismo. Su cine elude la espectacularidad para instalarse en la tensión contenida, en la mínima alteración de una rutina que se convierte en amenaza. No hay grandes secuencias de acción, sino miradas sostenidas, silencios medidos y encuentros donde lo cotidiano se impregna de hostilidad.

Adam Bessa encarna a Hamid con una fisicidad comedida. Su lenguaje es el de la contención: un cuerpo que se mueve con cautela, una expresión que se resiste a revelar el tormento interior. Es un hombre que observa y deduce, pero también alguien que se desgasta en su propio objetivo. Su búsqueda de justicia se desliza hacia la obsesión, y Millet no romantiza esta deriva. La venganza, más que una solución, es otra forma de condena.

Los escenarios que recorren Hamid y su red de vigilantes refuerzan esta sensación de intersticio. Espacios públicos, estaciones de tren, calles anodinas que se vuelven cómplices de una caza. La fotografía de Olivier Boonjing evita los contrastes marcados y opta por una paleta desaturada que enfatiza la idea de una Europa que no es refugio, sino terreno de conflicto soterrado.

El guion, coescrito por Millet y Florence Rochat, evita trazar una narrativa de certezas. Hamid está convencido de haber encontrado a su verdugo, pero el espectador nunca obtiene confirmación absoluta. La ambigüedad moral se extiende hasta el último momento, subrayando que la justicia y la venganza rara vez encuentran una línea de separación clara.

El espionaje en 'La Red Fantasma' no es un juego de ingenio, sino una práctica rudimentaria y tensa. No hay tecnología sofisticada ni recursos de alta gama: las pesquisas ocurren en cafeterías, refugios y librerías. Los encuentros furtivos se dan en la clandestinidad de un videojuego online, donde la guerra se convierte en entretenimiento para algunos y en código secreto para otros. Millet introduce estos detalles con un naturalismo que refuerza la idea de que la vigilancia no es un privilegio de los gobiernos, sino una actividad cotidiana.

El enfrentamiento final entre Hamid y su presunto torturador no busca la catarsis. Es una conversación, no una confrontación explosiva. El director se aleja del esquema clásico del género y, en su lugar, entrega un duelo verbal donde el poder no se ejerce con armas, sino con la duda.

Con una dirección precisa y un enfoque que privilegia el detalle sobre la grandilocuencia, 'La Red Fantasma' es un thriller contenido y despiadado, donde la violencia persiste más allá del acto físico. Millet narra la caza de un fantasma, pero también expone cómo el pasado se aferra a los cuerpos y a las ciudades, negándose a desvanecerse.

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