Cine y series

Proyecto Ovni

Kasper Bajon

2025



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En ciertas coordenadas de la Historia, lo inaudito se convierte en refugio. No por su poder transformador, sino por su utilidad. Lo absurdo encuentra entonces su lógica: llenar vacíos donde la certeza ya no se ofrece. ‘Proyecto ovni’, ambientada en la Polonia de los años 80, toma como detonante un supuesto aterrizaje extraterrestre en el pueblo de Truskasy para hablar, sin alzar la voz, de otros cuerpos celestes: los discursos que orbitan la ambición, la credulidad como combustible social, y la urgencia de protagonismo en un paisaje colapsado por el escepticismo.

En este clima de escasez, de recursos, de confianza, de espacio simbólico, la posibilidad de vida alienígena no irrumpe como amenaza, sino como pretexto. La serie no se apoya en lo espectacular, ni insiste en construir una mitología científica, sino que utiliza el fenómeno como eje metafórico para una red de motivaciones privadas que operan en paralelo: ambiciones truncadas, poder institucional, necesidad de reinvención. La ficción, entonces, no intenta validar lo improbable, sino señalar la fragilidad de lo que se acepta como verdad.

El relato se sostiene sobre un conflicto a tres bandas. Por un lado, Zbigniew Sokolik, un investigador autodidacta de fenómenos no convencionales, irrumpe con sus teorías sobre objetos no identificados bajo el agua. Su discurso está más cerca de la predicación que del método. En la otra esquina, Jan Polgar, presentador televisivo en decadencia, encuentra en ese delirio una tabla de salvación mediática. Ambos hombres no buscan el fenómeno en sí, sino lo que pueden obtener al capitalizarlo. La disputa es menos científica que simbólica, y eso se hace evidente en cada escena que los enfrenta.

A su alrededor gravitan personajes que, lejos de operar como comparsas, desvían el centro de gravedad del relato hacia sus propios objetivos. Julia Borewicz, agente de milicia parcialmente ciega, convierte el supuesto avistamiento en vía para el ascenso profesional. Lenta, esposa de Polgar, busca emanciparse de un matrimonio donde la fricción ha sustituido cualquier forma de afecto. Y Wera Wierusz, celebridad televisiva e hija de un alto cargo político, encuentra en el suceso una oportunidad para preservar su visibilidad pública. Lo que une a todos ellos no es el interés por lo inexplicable, sino la necesidad de utilizarlo.

La dirección de Kasper Bajon evita los subrayados. Se inclina por una puesta en escena que rehuye lo enfático, donde los interiores grises y la niebla que cubre los paisajes rurales funcionan como espejo del estado mental de los personajes. No hay estridencias, y eso le permite al guion deslizar los elementos sobrenaturales como parte de una realidad ya desestabilizada. En este contexto, lo extraño no sobresale: se mimetiza. Es precisamente esa integración lo que revela la tesis central de la obra: lo irreal se vuelve verosímil cuando las estructuras que deberían sostener lo real ya se han erosionado.

La interpretación de Piotr Adamczyk como Polgar se mueve en un registro contenido, con matices que revelan el oportunismo bajo una fachada de escepticismo. Frente a él, Mateusz Kościukiewicz construye un Sokolik oscilante entre el fervor y la desesperación. Sin necesidad de grandes gestos, ambos encarnan dos formas de naufragio: el que recurre a la invención y el que se atrinchera en la visibilidad. Entre ambos se despliega una tensión no resuelta que convierte la narrativa en una especie de duelo moral, donde nadie ostenta la legitimidad, pero todos insisten en su verdad.

El personaje de Wierusz padre, encarnado por Adam Woronowicz, introduce la dimensión política de la farsa. No se trata de creer o no creer, sino de cómo el poder puede instrumentalizar la creencia ajena. Su figura sintetiza un tipo de liderazgo que no necesita fundamentos, sino fe ciega. El guion no dramatiza este aspecto: lo exhibe con frialdad, como una constante. La figura del político no entra en crisis; simplemente observa cómo el desconcierto de los otros le allana el camino.

El trabajo visual apuesta por la contención. La cámara evita el énfasis, y la fotografía se ancla en tonos apagados que dialogan con la atmósfera opresiva del momento histórico. Lo fantástico, en ese sentido, no irrumpe como extrañeza, sino como extensión de un presente ya alterado. La narrativa no busca provocar asombro; más bien cultiva una forma de incomodidad soterrada. La música, dosificada con prudencia, refuerza esa deriva hacia la inquietud sin recurrir al efectismo.

Lejos de articularse como una denuncia directa, ‘Proyecto ovni’ despliega una reflexión en torno a los mecanismos de autoengaño, la utilidad social del mito y el vacío sobre el que se construyen ciertas convicciones. El foco no está en el fenómeno, sino en la necesidad de interpretarlo. En ese sentido, el guion no cae en la trampa de ofrecer certezas: simplemente muestra cómo cada personaje construye la suya. Lo importante no es qué pasó, sino qué se decide creer que pasó, y cómo esa elección configura realidades colectivas.

La serie funciona como una disección del oportunismo en tiempos de crisis. Los personajes no actúan por devoción ni curiosidad científica, sino por una mezcla de urgencia y cálculo. La aparición de lo supuestamente inverosímil no altera el orden de las cosas, sino que lo refuerza. Los resortes del poder, la ambición mediática y las jerarquías sociales se reconfiguran alrededor del mismo núcleo de siempre: quién controla el relato. En ese sentido, la supuesta llegada de seres de otro mundo se convierte en excusa para examinar mecanismos muy terrestres.

‘Proyecto ovni’ se inscribe en una tradición que renuncia a la espectacularidad del género para trabajar desde la alegoría social. La dirección de Bajon evita cualquier tentación panfletaria, confiando en el carácter sugestivo de las imágenes y la solidez de unas actuaciones que no buscan conmover, sino incomodar. No hay moraleja, ni epifanía: lo que queda es una mirada sobre cómo lo irracional se infiltra en las grietas de lo racional cuando el contexto deja de ofrecer referencias estables.

En el paisaje narrativo contemporáneo, la obra de Bajon se distingue por su capacidad para abordar una ficción de lo imposible sin renunciar al anclaje con lo inmediato. El resultado no es una epopeya sobre extraterrestres, sino una cartografía de la manipulación, del cálculo enmascarado de fe y del vacío que convierte cualquier fábula en necesidad.

La primera temporada de 'Proyecto Ovni' ya está disponible en Netflix.

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