Cine y series

La peor obra de Navidad

Dallas Jenkins

2024



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El eco de una Navidad distinta resuena en el ficticio pueblo de Emmanuel, donde las festividades no solo sacuden rutinas, sino también certezas. ‘La peor obra de Navidad’ se adentra en las fisuras de una comunidad atrapada entre la nostalgia y la inercia. En ese espacio, los Herdman —un grupo de niños marcados por la indiferencia del entorno— no son solo una perturbación: son un espejo incómodo. ¿Qué ocurre cuando el orden establecido se enfrenta al caos? Jenkins nos invita a plantearnos si en lo disruptivo puede habitar la esperanza.

La película, basada en la obra de Barbara Robinson, orquesta su narrativa a través de Grace Bradley (Judy Greer), una madre que asume la dirección de un desgastado espectáculo navideño tras un accidente imprevisto. En esta decisión, aparentemente inocua, se enraízan conflictos más profundos: las expectativas de una sociedad cerrada y el enfrentamiento con sus propios prejuicios. "La tradición es el refugio de quienes temen la renovación," parece advertir Jenkins al revelar el trasfondo de los personajes.

El relato se despliega con una cadencia deliberada, mostrando cómo los Herdman se infiltran en el tejido social con su espontaneidad ruidosa y su torpe búsqueda de significado. Lejos de caricaturizar a los seis niños como villanos, Jenkins los dota de una humanidad que desarma. Imogene, la mayor del grupo, encarna esta dualidad con un carisma que oscila entre la dureza y la vulnerabilidad. Beatrice Schneider, en el rol de Imogene, evita los clichés al construir un personaje que evoluciona de manera pausada pero genuina.

La interpretación de Greer es igualmente destacable. Grace, con sus dudas y determinación, refleja la tensión de quien intenta conciliar sus principios con las demandas externas. La relación con sus hijos, en especial con Beth (Molly Belle Wright), aporta matices que enriquecen la trama, evitando caer en una visión simplista de la maternidad o del liderazgo.

Uno de los méritos más notables de Jenkins es su capacidad para equilibrar un mensaje espiritual con un tono accesible, sin caer en la imposición moral. La inclusión de los Herdman en el espectáculo, a pesar del rechazo inicial de la comunidad, se convierte en un catalizador para cuestionar valores arraigados. La película no evade temas incómodos, como la exclusión o la hipocresía, pero los aborda con sutileza, confiando en la inteligencia del espectador.

La ambientación de los años 70, lograda a través de una dirección de arte meticulosa, refuerza el sentido de nostalgia que impregna la historia. Los decorados y la fotografía, con sus tonos cálidos y su textura evocadora, dialogan con una banda sonora que alterna entre la tradición y lo contemporáneo. Este cuidado en los detalles subraya la intención de Jenkins de anclar la narrativa en un contexto que, aunque lejano, resulta universal.

Sin embargo, no todo en ‘La peor obra de Navidad’ es impecable. En ciertos momentos, el ritmo se ralentiza y algunas subtramas —como la ausencia de los padres de los Herdman— quedan insuficientemente exploradas. La omisión de este contexto diluye el impacto emocional que podría haber tenido una mayor profundización en el origen de su comportamiento. Aunque la intención es clara, la ejecución pierde fuerza en estos puntos, dejando al espectador con preguntas que la película parece eludir.

El clímax, situado en la representación misma del espectáculo navideño, logra un equilibrio entre la comedia y la emoción. La escena en la que Imogene interpreta a María, cuidando del niño Jesús como lo haría con un hermano menor, trasciende lo anecdótico para convertirse en el corazón simbólico del filme. Es en este momento donde la película encuentra su voz más auténtica, mostrando que la redención no siempre es grandilocuente, sino que puede emerger en los gestos más pequeños.

En conclusión, ‘La peor obra de Navidad’ es un esfuerzo medido que, aunque no perfecto, logra resonar por su enfoque humanista. Jenkins presenta una historia que no pretende dar respuestas definitivas, pero sí invita a reflexionar sobre cómo construimos nuestras comunidades y qué espacio dejamos para quienes desafían nuestras normas. En su aparente sencillez, la película encuentra la fuerza para dejar una huella que trasciende la temporada navideña.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.

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