Cine y series

La isla de los faisanes

Asier Urbieta

2025



Por -

La corriente del Bidasoa lleva consigo historias que jamás alcanzan tierra firme. Ninguna cartografía puede fijar sus movimientos, como tampoco hay aduana capaz de contener la deriva de los cuerpos arrastrados por la necesidad. Allí, en un rincón casi olvidado entre España y Francia, se alza una pequeña isla que más parece una metáfora flotante que un trozo de soberanía. Desde este punto de encuentro y de desencuentro, Asier Urbieta construye 'La isla de los faisanes', una película donde los límites no solo separan, también desgarran silenciosamente.

Asier Urbieta traza un relato sin prisas, alejado de los aspavientos narrativos, donde el drama humano surge desde la cotidianidad. El agua del río no discute ni intercede, tan solo refleja el desconcierto de quienes se atreven a cruzarlo. Dos inmigrantes intentan atravesarlo nadando. Solo uno logra alcanzar la orilla gracias a la intervención de Laida, interpretada con contención precisa por Jone Laspiur. Sambou, su pareja, permanece clavado en la ribera, inmóvil ante la tragedia. A partir de ese instante, la película se adentra en una zona de fricción callada que revela más de lo que las palabras consiguen pronunciar.

La fotografía de Pau Castejón, en tonos apagados y terrosos, subraya la naturaleza ambigua de este espacio donde la pertenencia se mide en documentos, no en raíces. Urbieta elige un tono austero, esquivando cualquier ornamento visual que pudiera desviar la atención de lo esencial. La belleza discreta de las imágenes nunca disfraza la crudeza del dilema que se plantea, sino que amplifica su alcance, envolviendo a los personajes en un paisaje que parece erosionar su determinación.

La historia avanza como un susurro obstinado que se resiste a desaparecer. No hay grandes giros, tampoco estallidos emocionales. La tensión entre Laida y Sambou se filtra en conversaciones quebradas, en gestos vacilantes, en silencios más elocuentes que cualquier grito. Esta contención narrativa logra por momentos una intensidad soterrada, aunque también deriva en una sensación de estancamiento que limita la expansión de los conflictos internos.

Asier Urbieta plantea cuestiones incisivas sobre la responsabilidad individual y la capacidad real de intervenir frente a los mecanismos de exclusión social. El enfoque evita victimizar a los personajes, aunque a veces los encierra en esquemas demasiado rígidos que impiden un desarrollo más orgánico de sus contradicciones. Sambou encarna la dificultad de actuar cuando la propia identidad ha sido puesta en entredicho, mientras que Laida representa una lucha que, por más legítima que sea, no consigue trascender del todo su propio marco idealista.

La presencia del cadáver encontrado en la isla durante el cambio de soberanía actúa como un eje silencioso que articula las tensiones sin necesidad de subrayados. La isla misma, disputada y alternada entre dos países, funciona como un símbolo discreto de la arbitrariedad que rige las decisiones más graves de la vida humana. Las reuniones protocolarias, la frialdad burocrática y la indiferencia de las autoridades dibujan un retrato implacable de los mecanismos que priorizan la soberanía sobre las vidas concretas.

El apartado técnico respalda con solidez esta propuesta contenida. La música de Rüdiger y Elena Setién acompaña sin imponerse, aportando matices que enriquecen la atmósfera de desarraigo. Las interpretaciones secundarias, aunque correctas, resultan menos memorables, en parte por la decisión de Urbieta de concentrar el foco narrativo en la pareja protagonista y en el dilema que se desprende de su incapacidad para entenderse tras el suceso.

'La isla de los faisanes' elige la modestia como tono y la incomodidad como paisaje. Su narrativa no pretende redimir ni enseñar, sino simplemente exponer una fractura que atraviesa tanto el espacio físico como el emocional. El desencuentro entre la voluntad de ayudar y la necesidad de sobrevivir se revela como una herida abierta en los márgenes del relato.

La película acierta al evitar la caricatura en el retrato de las instituciones. La violencia ejercida sobre los migrantes no se dramatiza de forma explícita, sino que se deja intuir en los procedimientos rutinarios, en las miradas indiferentes, en los protocolos sin alma. Esta decisión refuerza el tono general de un filme que, aunque no logra en todo momento mantener su impulso dramático, sí consigue dejar una marca persistente en la memoria del espectador atento.

El tramo final ofrece un atisbo de movimiento, una fisura en la aparente inmovilidad. No se trata de una resolución, sino de una prolongación del dilema en nuevas formas, igual de tensas y expuestas. En este paisaje de márgenes, de pertenencias a medias, la supervivencia adopta rostros dispares que Asier Urbieta captura con una mirada honesta, despojada de artificio.

'La isla de los faisanes' encuentra su lugar como un drama discreto y resistente, capaz de nombrar los silencios y de iluminar los espacios donde las decisiones cotidianas adquieren un peso insoportable. Sin recurrir a la grandilocuencia ni a los sentimentalismos, Urbieta logra configurar una obra que, pese a sus irregularidades narrativas, se sostiene con firmeza en su empeño por mirar de frente la fragilidad humana ante el mapa absurdo de las fronteras.

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