Cine y series

La coleccionista

Manuel Sanabria

2025



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Los objetos que nos rodean guardan historias silenciosas. Cada espejo refleja más que rostros, cada diario almacena más que palabras. En una época donde lo material define identidades y el consumo se convierte en ritual, surge la inquietante posibilidad de que aquello que coleccionamos termine por coleccionarnos. Este fenómeno contemporáneo, donde la acumulación de objetos trasciende la mera posesión para adentrarse en territorios psicológicos complejos, encuentra en el cine de terror un vehículo natural para materializarse.

Manuel Sanabria abraza esta premisa en 'La coleccionista', una propuesta que oscila entre la fábula moral y el ejercicio de género, tejiendo una narrativa dual que busca examinar cómo los traumas del pasado se adhieren a lo tangible. La película se asienta en Reino del Duero, un pueblo fronterizo que funciona como escenario perfecto para historias que transitan entre realidades, donde lo cotidiano y lo extraordinario convergen bajo la mirada de Fátima, una mujer cuya generosidad oculta propósitos siniestros.

La estructura antológica que adopta el director presenta dos líneas narrativas paralelas que comparten únicamente el elemento catalizador: los obsequios envenenados de la protagonista titular. Por un lado, una familia devastada por la pérdida de un hijo busca refugio en este rincón apartado, llevando consigo un duelo que un espejo aparentemente inocente comenzará a manipular. Por otro, un visitante solitario que habita en una caravana recibe un diario que desatará encuentros perturbadores con una familia de lugareños cuya apariencia cordial esconde una naturaleza inquietante.

Sanabria demuestra comprensión del lenguaje cinematográfico al construir una atmósfera que bebe del fantaterror español clásico, empleando la puesta en escena como herramienta para generar desasosiego. La fotografía de Carlos Pérez Gascó contribuye a este propósito, creando un ambiente opresivo que se intensifica durante las secuencias nocturnas. Sin embargo, estas virtudes técnicas chocan con un guion que lucha por mantener coherencia entre sus dos vertientes narrativas.

La primera historia, centrada en el matrimonio interpretado por Maggie Civantos y Daniel Grao, aprovecha el dolor de la pérdida infantil como motor dramático. Las apariciones espectrales del hijo fallecido, materializadas a través del espejo obsequiado por Fátima, funcionan como recordatorio constante de una herida que se niega a cicatrizar. Civantos entrega una interpretación contenida que transmite la fragilidad de un personaje al borde del colapso emocional, mientras Grao representa la racionalidad que intenta mantener a flote un matrimonio fracturado.

La segunda trama encuentra en Paco Tous su elemento más sólido. El actor construye un personaje cuya cordialidad forzada resulta más perturbadora que cualquier manifestación sobrenatural explícita. Su interpretación dota de verosimilitud a una figura que podría haber caído fácilmente en la caricatura, convirtiendo lo familiar en amenazante mediante matices sutiles que revelan la naturaleza depredadora bajo la máscara de vecino amable. Canco Rodríguez, por su parte, encarna con eficacia al forastero vulnerable que se convierte en objetivo de esta disfuncional célula familiar.

Belén López, en el papel que da título a la película, construye un personaje enigmático cuya presencia debería funcionar como eje vertebrador de ambas historias. Su Fátima posee la cualidad etérea necesaria para el papel, pero el guion limita su participación a intervenciones puntuales que impiden desarrollar completamente el potencial del personaje. Esta limitación se convierte en síntoma de un problema mayor: la dificultad para integrar orgánicamente las dos líneas argumentales.

El terror psicológico que busca generar la película funciona mejor en la historia de Tous, donde la amenaza humana resulta más tangible y creíble que las apariciones sobrenaturales de la primera trama. Las secuencias que involucran a esta peculiar familia logran crear genuina inquietud mediante situaciones que, sin abandonar completamente la verosimilitud, se adentran en territorio siniestro. La tensión surge de la anticipación, del conocimiento de que algo está fundamentalmente mal en esta aparente normalidad provincial.

En contraste, la vertiente sobrenatural tropieza con recursos previsibles que disminuyen su impacto. Las apariciones del niño fallecido, aunque ejecutadas con competencia técnica, recurren a fórmulas conocidas del género que limitan su capacidad de sorpresa. La película intenta compensar esta previsibilidad mediante una escalada de intensidad que culmina en secuencias más explícitas, pero el efecto resulta forzado en lugar de orgánico.

La música de Pablo García Lozano acompaña adecuadamente la propuesta, aunque en ocasiones subraya de forma excesiva momentos que funcionarían mejor con mayor sutileza. Esta tendencia a enfatizar musicalmente cada giro argumental refleja cierta desconfianza en la capacidad del material para sostenerse por sí mismo, debilitando secuencias que podrían beneficiarse de un tratamiento más contenido.

El tercer acto revela las limitaciones más evidentes del planteamiento dual. Cuando ambas historias convergen, la fusión resulta apresurada y mecánica, como si el guion hubiera postergado indefinidamente la resolución de cómo unir coherentemente estos elementos dispares. Los desenlaces individuales de cada trama padecen esta prisa por alcanzar una conclusión que justifique la estructura elegida, resultando en resoluciones que privilegian la espectacularidad sobre la lógica interna.

'La coleccionista' funciona mejor como ejercicio de atmósfera que como construcción narrativa sólida. Sanabria demuestra habilidad para crear ambientes inquietantes y dirigir actuaciones convincentes, pero la película sufre las consecuencias de una estructura que promete más de lo que puede entregar. La premisa central, que sugiere cómo los objetos pueden convertirse en portadores de maldiciones contemporáneas, posee potencial suficiente para sustentar una historia más cohesiva.

El resultado es una propuesta que, pese a sus méritos individuales, se siente incompleta. Las dos historias que la componen poseen elementos suficientes para funcionar como películas independientes, pero su fusión artificial debilita el impacto conjunto. 'La coleccionista' queda como testimonio de ambiciones narrativas que exceden las posibilidades de ejecución, una película que sugiere más de lo que logra materializar en su búsqueda por abarcar demasiados frentes simultáneamente.

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