El paso del tiempo se despliega como un río incesante, moldeando paisajes y destinos. Sin embargo, ¿qué sucede cuando todo se reduce a un solo lugar, a una esquina de la realidad que permanece inmóvil mientras el mundo cambia? En ‘Here’, Robert Zemeckis convierte un salón común en un escenario eterno donde las vidas se desarrollan y se desvanecen. La película se atreve a enfrentar la idea de que el hogar no es solo un refugio, sino un archivo silencioso de momentos irrepetibles.
¿Es posible que un solo espacio contenga la vasta complejidad de una existencia humana? Zemeckis parece explorar esta cuestión desde un enfoque estático y casi teatral, con una cámara fija que se convierte en testigo perpetuo. El lugar es un salón de Nueva Jersey, y el tiempo es, esencialmente, todo: desde los días prehistóricos hasta la era del COVID-19. Esta propuesta, aunque intrigante en su concepto, se desgasta a medida que la narrativa se desmorona bajo el peso de su propio simbolismo.
Los personajes que habitan este espacio son retratados por un elenco de alto calibre, con Tom Hanks y Robin Wright liderando como Richard y Margaret, una pareja cuya vida se despliega ante nuestros ojos a lo largo de décadas. Sin embargo, la ejecución de estos personajes se ve afectada por una narrativa dispersa y una tecnología de envejecimiento digital que resulta inquietante en lugar de conmovedora. Sus vidas parecen más un ejercicio técnico que un drama genuino.
Las historias de otras familias que pasan por la casa se presentan como fragmentos que no llegan a entrelazarse de manera significativa. Episodios que podrían haber sido emocionalmente devastadores se sienten apresurados y sin alma. La falta de un hilo conductor sólido convierte la película en un collage desconectado de momentos que difícilmente generan empatía.
La decisión de Zemeckis de mantener la cámara fija se interpreta como un intento de meditar sobre la naturaleza estática del hogar y la fluidez del tiempo. Sin embargo, esta estrategia limita la narrativa en lugar de enriquecerla. Lo que podría haber sido un estudio poderoso sobre el arraigo y la memoria se convierte en un desfile de escenas visualmente monótonas.
El simbolismo se acumula, pero la sutileza brilla por su ausencia. Las transiciones temporales, aunque técnicamente impresionantes, carecen de la profundidad emocional que exige una historia que aspira a ser atemporal. La estructura episódica funciona contra la película, rompiendo cualquier posibilidad de conexión sostenida.
‘Here’ parece obsesionarse con la nostalgia como un concepto, pero falla al infundirla de una emoción genuina. Las referencias históricas y culturales son evidentes pero superfluas, cargadas de una teatralidad que socava cualquier intención reflexiva. La película, como su cámara fija, parece observar sin involucrarse, lo que deja una experiencia fría y distante.
Zemeckis intenta capturar algo vasto y esencial sobre el paso del tiempo y la naturaleza humana, pero su enfoque técnico y conceptual termina absorbiendo toda la vitalidad que podría haber existido en su historia. Lo que queda es una obra que admira su propia complejidad estructural mientras olvida su corazón narrativo.
