La democracia es como un delicado capullo que se abre lentamente, revelando sus pétalos uno a uno. Requiere paciencia, cuidado y un entorno propicio para florecer plenamente. En 'El monje y el rifle', Pawo Choyning Dorji nos sumerge en ese proceso de floración democrática en Bután, un pequeño reino himalayo que en 2006 inició su transición hacia un sistema de gobierno más participativo.

La película nos presenta un escenario aparentemente paradójico: un monje que busca armas. Esta premisa sirve como catalizador para explorar las tensiones y contradicciones que surgen cuando una sociedad tradicional se enfrenta a cambios profundos. Dorji teje hábilmente varias líneas narrativas que convergen en un tapiz rico en matices sobre la identidad cultural, el progreso y el significado de la libertad.

En el corazón de la historia está Tashi, un joven monje enviado por su lama en busca de dos armas antes de la luna llena. Este encargo, cuyo propósito permanece en misterio hasta el clímax de la película, sirve como hilo conductor para introducirnos en la vida cotidiana de una aldea butanesa en plena preparación para sus primeras elecciones simuladas.

Dorji aprovecha esta situación para ofrecer una sátira sutil pero mordaz sobre la implementación de la democracia. Las escenas en las que los funcionarios electorales intentan explicar el proceso de votación a los aldeanos son a la vez cómicas y reveladoras. La confusión y resistencia de los lugareños no se presenta como simple ignorancia, sino como un cuestionamiento legítimo a un sistema que parece ajeno a sus valores y forma de vida.

El contraste entre la serenidad de los paisajes butaneses y la agitación que trae consigo la modernidad se refleja magistralmente en la cinematografía de Jigme Tenzing. Las vastas extensiones de colinas verdes y cielos azules sirven como telón de fondo para el choque entre lo tradicional y lo moderno, simbolizado por la yuxtaposición de imágenes de monjes portando rifles y aldeanos viendo películas de James Bond.

La llegada de Ron Coleman, un estadounidense en busca de un rifle antiguo, introduce otro nivel de complejidad a la narrativa. Su presencia sirve como catalizador para explorar las diferencias culturales y los malentendidos que surgen cuando Oriente y Occidente se encuentran. La obsesión de Ron por adquirir el arma contrasta con la actitud más desapegada de los butaneses hacia las posesiones materiales, lo que lleva a situaciones tanto cómicas como reveladoras.

Dorji maneja con destreza el tono de la película, equilibrando momentos de humor con reflexiones más profundas sobre el cambio social. La comedia no surge de situaciones forzadas, sino de la genuina perplejidad de los personajes ante las nuevas realidades que enfrentan. Esto se evidencia en escenas como la de la anciana que cuestiona por qué se les está enseñando a ser groseros durante un simulacro de mitin político.

El director también aborda temas más serios, como la polarización que puede surgir en una sociedad que adopta un sistema político competitivo. La forma en que las familias comienzan a dividirse por lealtades políticas sirve como advertencia sobre los peligros potenciales de la democracia mal implementada.

La actuación del elenco, compuesto en su mayoría por no profesionales, aporta una autenticidad que refuerza el realismo de la historia. Tandin Wangchuk, como Tashi, transmite una mezcla convincente de inocencia y determinación, mientras que Kelsang Choejey, interpretando al lama, aporta una presencia sabia y enigmática que mantiene al espectador intrigado hasta el final.

El ritmo de la película es deliberadamente pausado, reflejando el propio ritmo de vida en Bután. Esto puede resultar desafiante para espectadores acostumbrados a narrativas más ágiles, pero es coherente con la intención del director de sumergir al público en la atmósfera y el tiempo de la cultura butanesa.

La resolución de la trama, que revela el verdadero propósito del lama al solicitar las armas, es tanto sorprendente como profundamente simbólica. Sin revelar detalles, baste decir que Dorji logra subvertir las expectativas del espectador de una manera que refuerza el mensaje central de la película sobre la no violencia y la sabiduría de las tradiciones butanesas.

'El monje y el rifle' no es solo una película sobre Bután o sobre la implementación de la democracia en un país en particular. Es una reflexión universal sobre cómo las sociedades negocian el cambio, cómo se equilibran las tradiciones con el progreso, y cómo se pueden preservar los valores fundamentales en tiempos de transición.

La película plantea preguntas importantes sin ofrecer respuestas fáciles. ¿Es la democracia un sistema universalmente aplicable? ¿Cómo se puede implementar de manera que respete las tradiciones locales? ¿Qué se pierde y qué se gana en el proceso de modernización?

Dorji demuestra una madurez notable como cineasta en su segundo largometraje. Su capacidad para entretejer múltiples líneas narrativas y temas complejos en una historia coherente y accesible es impresionante. Sin embargo, hay momentos en los que la película parece perder foco, divagando en subtramas que, aunque interesantes, no siempre contribuyen significativamente al arco narrativo principal.

En conclusión, 'El monje y el rifle' es una exploración matizada y perspicaz de un momento crucial en la historia de Bután, que sirve como metáfora para los desafíos que enfrentan muchas sociedades en transición. A través de su lente, Dorji nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de la democracia, el progreso y la felicidad nacional bruta, el famoso indicador butanés que prioriza el bienestar espiritual sobre el material.

La película no ofrece soluciones simplistas, sino que nos deja con la sensación de que el verdadero desafío no es solo implementar nuevos sistemas políticos, sino hacerlo de una manera que preserve lo mejor de las tradiciones y valores de una sociedad. En un mundo cada vez más polarizado, el enfoque equilibrado y reflexivo de Dorji sobre estos temas complejos es tanto refrescante como necesario.