Cine y series

El mejor infarto de mi vida

Pablo Bossi

2025



Por -

Cuando las vidas corrientes tropiezan con lo inesperado, no siempre emerge la tragedia: a veces, el desenlace roza lo absurdo y lo conmovedor en partes iguales. En 'El mejor infarto de mi vida', Pablo Bossi nos invita a observar un episodio clínico que se convierte en un punto de inflexión para varios personajes, donde los gestos más simples adquieren una resonancia extraordinaria. No es una serie que se regodee en su dramatismo, sino que se detiene a mirar lo que ocurre en los márgenes de un evento catastrófico. Como un caleidoscopio de humanidad, la historia ofrece destellos de bondad, fragilidad y conexión.

Inspirada en hechos reales, la serie combina comedia y drama para narrar las consecuencias de un infarto sufrido por Ariel (Alan Sabbagh), un escritor fantasma frustrado, en un viaje improvisado a Montevideo. Lo que podría ser el inicio de una anécdota melancólica se transforma en una meditación sobre los encuentros fortuitos y la capacidad de las personas para cambiar el rumbo de otras vidas. La dirección de Bossi evita la grandilocuencia, permitiendo que los personajes sean el núcleo emocional de la trama.

El guion traza con cuidado el perfil de Ariel, cuya vida parece haberse estancado en una sucesión de decepciones personales y profesionales. Su labor como escritor fantasma, un trabajo que se define por el anonimato y la renuncia a la autoría, refleja una existencia apagada, casi invisible. Este retrato de mediocridad contenida cobra vida gracias a la interpretación de Sabbagh, quien dota al personaje de un patetismo que nunca resulta caricaturesco. Es en su vulnerabilidad donde Ariel encuentra su mayor fuerza narrativa.

La serie también dedica tiempo a Javier y Alejandra, los anfitriones del Airbnb donde ocurre el infarto. Este matrimonio uruguayo, en una situación precaria tanto económica como emocional, se convierte en el eje de una red de solidaridad que rebasa las expectativas. Sus acciones, aunque motivadas por la urgencia, revelan una compasión que la serie amplifica con pequeños detalles, desde los gestos de cuidado hasta los diálogos aparentemente triviales que capturan su humanidad. La historia de Javier, marcada por una enfermedad crónica y la creación de una plataforma innovadora para pacientes de diálisis, añade capas a una trama que podría haber sido unidimensional.

Por momentos, la estructura narrativa se ve amenazada por un exceso de personajes y subtramas. Sin embargo, la dirección encuentra equilibrio al regresar siempre al núcleo emocional: la interacción entre Ariel y quienes lo rodean. Esto incluye a Concha (Olivia Molina), una bailaora española cuya propia experiencia de pérdida y redescubrimiento resuena con la del protagonista. Aunque algunos elementos de su historia parecen forzados, su papel como catalizador del cambio en Ariel está hábilmente construido.

El tono de la serie evita caer en clichés de autoayuda o lecciones de vida explícitas. En cambio, encuentra su fuerza en los detalles mundanos que adquieren significado en retrospectiva. Las referencias musicales, con canciones de The Magnetic Fields y Belle & Sebastian, aportan una atmósfera melancólica pero reconfortante, como un contrapunto sutil a las emociones en juego. Es en esta combinación de texturas narrativas y estéticas donde la serie encuentra su identidad más definida.

Si bien la producción no está exenta de momentos convencionales, como la presencia del fundador de Airbnb en la trama, logra sortear la sensación de ser un contenido patrocinado gracias a su autenticidad emocional. La dirección artística refuerza esta idea al captar la calidez de los espacios cotidianos y la cercanía de las relaciones humanas, incluso en contextos tan dispares como un hospital o una reunión familiar.

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