Cine y series

El Hoyo 2

Galder Gaztelu-Urrutia

2024



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En‘El Hoyo 2’, Galder Gaztelu-Urrutia vuelve a situarnos en un escenario brutalista que lleva al límite las tensiones inherentes a las desigualdades sociales. La plataforma descendente que dicta quién come y quién padece hambre es un espejo implacable de la competitividad en un sistema que promete equidad pero perpetúa la exclusión. Al igual que el primer film, esta secuela continúa con la misma premisa de encierro vertical, aunque introduce cambios sutiles que buscan redefinir la dinámica entre los personajes y el sistema que los oprime. Sin embargo, lejos de evolucionar hacia una resolución clara, la película nos recuerda, con crudeza y sin concesiones, que la naturaleza humana sigue atada a sus instintos más oscuros.

Este segundo filme da la sensación de ampliar el universo distópico ya conocido, pero lo hace con un matiz más sombrío y visceral. Gaztelu-Urrutia nos sumerge en una atmósfera que, aunque conocida, se siente todavía más cargada de desesperación y violencia, como si el ciclo de injusticia y caos nunca pudiese romperse. Desde un inicio, la película plantea que la utopía es imposible cuando el individuo es incapaz de sobreponerse a sus propios miedos y deseos.

El filme se desarrolla de nuevo en una prisión vertical donde los personajes, Perempuán y Zamiatin, interpretados con intensidad por Milena Smit y Hovik Keuchkerian, respectivamente, intentan sobrevivir bajo un nuevo conjunto de reglas. Aunque las normas ahora parecen más justas en su planteamiento —cada recluso solo puede consumir lo que ha pedido previamente— la realidad pronto demuestra que cualquier intento de equilibrio sucumbe a las mismas fuerzas que impulsaron el caos en la primera entrega. Las acciones de los personajes reflejan la eterna lucha entre la solidaridad y la autodestrucción, una pugna tan antigua como la sociedad misma.

El punto de vista de los protagonistas aporta una nueva dimensión a la historia, que en este caso se inclina hacia una reflexión sobre los límites de la ley, la moralidad y el sacrificio personal en aras del bien común. El diálogo interno de Perempuán, una artista atormentada por su pasado, y Zamiatin, un hombre de fuerza física pero con dilemas morales, nos ofrece un retrato más profundo de lo que significa sobrevivir en una estructura donde el control del recurso más básico, la comida, es la única moneda de poder.

La película está plagada de símbolos religiosos y filosóficos, que intensifican el tono alegórico del relato. El constante paralelismo entre los personajes y figuras mesiánicas, así como el uso de la violencia como un vehículo para la salvación, deja entrever una crítica a la manera en que las sociedades actuales delegan en la fe o en la mano dura para resolver los problemas estructurales. Estas referencias no son sutiles y, a menudo, pueden sentirse forzadas, pero contribuyen al tono apocalíptico que Gaztelu-Urrutia busca transmitir.

Uno de los aspectos más interesantes de ‘El Hoyo 2’ es su enfoque en las consecuencias de imponer un sistema de reglas rígidas dentro de un entorno caótico. A medida que el film avanza, es evidente que las normas, que en un principio parecen justas y necesarias, acaban siendo tan opresivas como el desorden que intentan corregir. Esta ambigüedad en la propuesta narrativa es un acierto, ya que obliga al espectador a reflexionar sobre las trampas del idealismo cuando no se tiene en cuenta la realidad humana.

El apartado visual continúa siendo uno de los puntos más destacados de la obra. La austeridad de los escenarios, en combinación con la cuidadosa composición de cada plano, refuerza la sensación de claustrofobia y desesperanza que impregna la cinta. No obstante, la constante repetición de este espacio cerrado y monótono podría resultar agotadora para quienes esperaban una expansión más tangible del mundo fuera de esta prisión. La dirección artística, en conjunto con la música de Aitor Etxebarria, crea una atmósfera sofocante que atrapa al espectador, pero también podría percibirse como reiterativa.

A nivel de interpretaciones, Keuchkerian destaca por su presencia física y su capacidad para transmitir, a través de su personaje, la tensión interna entre obediencia y rebelión. Milena Smit, por su parte, logra llevar sobre sus hombros gran parte del peso emocional de la película, interpretando a una mujer que, aunque marcada por su propio dolor, se niega a perder la esperanza de que existe una forma de hacer las cosas mejor.

El guion, aunque sólido, no logra escapar del todo de la sensación de repetición en comparación con la primera entrega. Las situaciones de conflicto y resolución dentro de ‘El Hoyo 2’ reflejan en muchos aspectos el mismo esquema narrativo que ya conocíamos, con la diferencia de que, en esta ocasión, los personajes no se enfrentan tanto a un sistema desconocido como a las grietas de una estructura que ya ha fallado antes. El resultado es una película que, si bien no cae en lo predecible, tampoco consigue sorprender con una propuesta que realmente avance el discurso inicial.

El final, de nuevo abierto a múltiples interpretaciones, refuerza el carácter cíclico e inescapable de esta distopía. Gaztelu-Urrutia parece sugerir que, al igual que en la vida real, cualquier intento de revolución o cambio radical está condenado a ser absorbido por las mismas fuerzas que intenta combatir. Esta falta de resolución podría frustrar a quienes esperaban una mayor claridad o evolución, pero para otros será el recordatorio de que las grandes preguntas sociales raramente tienen respuestas fáciles.

En conclusión, ‘El Hoyo 2’ ofrece una continuación sólida pero no exenta de limitaciones. Si bien logra mantener la tensión y profundizar en la desesperanza humana, su constante vuelta a los mismos temas y situaciones de la primera entrega puede hacer que el espectador se sienta atrapado, tanto como los personajes que deambulan por sus niveles. No obstante, aquellos interesados en la reflexión social y filosófica que plantea encontrarán suficientes elementos para alimentar su análisis, aunque quizás no la satisfacción de un desenlace definitivo.

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