'El exorcismo de Georgetown', dirigida por Joshua John Miller, se presenta como una propuesta meta-cinematográfica que juega con los límites entre la realidad y la ficción en el género del cine de posesiones demoníacas. La película narra la historia de Anthony Miller, un actor en decadencia interpretado por Russell Crowe, que acepta el papel principal en una nueva versión de un clásico del cine de terror sobre exorcismos, claramente inspirado en 'El exorcista' de William Friedkin.
El filme de Miller establece desde el principio un tono ambiguo, mezclando elementos del drama psicológico con el terror sobrenatural. La trama sigue a Anthony mientras lucha contra sus propios demonios internos: el alcoholismo, la adicción a las drogas y un pasado traumático que incluye el abuso sexual por parte de un sacerdote durante su infancia. Estos conflictos personales se entrelazan con la producción de la película dentro de la película, creando un juego de espejos entre la vida del actor y el personaje que interpreta.
El director aprovecha su conexión personal con 'El exorcista' - siendo hijo de Jason Miller, quien interpretó al Padre Karras en el clásico de 1973 - para explorar los mitos y leyendas que rodean a la producción original. Se alude a las supuestas maldiciones y eventos paranormales que ocurrieron durante el rodaje de 'El exorcista', incorporando estos elementos a la narrativa de 'El exorcismo de Georgetown'.
Russell Crowe ofrece una actuación comprometida como Anthony Miller, transmitiendo la vulnerabilidad y desesperación de un hombre luchando contra sus adicciones y traumas pasados. Su interpretación ancla la película, incluso cuando la trama comienza a desviarse hacia territorios más convencionales del género de terror.
El reparto de apoyo incluye a Ryan Simpkins como Lee, la hija distanciada de Anthony, Adam Goldberg como el implacable director de la película dentro de la película, y David Hyde Pierce como el sacerdote consultor del set. Cada uno de estos personajes aporta capas adicionales a la historia, aunque algunos quedan subdesarrollados en el transcurso de la narrativa.
La película hace un esfuerzo por mantener la ambigüedad sobre la naturaleza de los eventos que experimenta Anthony. ¿Está realmente poseído por una entidad demoníaca o simplemente está sufriendo una recaída en sus adicciones, exacerbada por el estrés del rodaje y sus traumas no resueltos? Esta incertidumbre proporciona tensión a la primera mitad de la película, aunque se diluye a medida que la trama avanza hacia un clímax más convencional.
Visualmente, 'El exorcismo de Georgetown' aprovecha la atmósfera inquietante de los sets de filmación vacíos y los espacios oscuros de los estudios para crear una sensación de malestar. La dirección de Miller logra algunos momentos de tensión efectiva, particularmente en las escenas que exploran los límites borrosos entre la realidad y la ficción cinematográfica.
Sin embargo, la película no logra mantener el equilibrio entre sus aspiraciones más elevadas y las convenciones del género de terror. A medida que la trama se desarrolla, recurre cada vez más a tropos familiares del cine de posesiones: puertas que se cierran solas, luces parpadeantes, voces distorsionadas y efectos visuales de CGI para representar la transformación demoníaca. Estos elementos, aunque ejecutados competentemente, restan originalidad a la premisa inicial.
La exploración de temas como el trauma religioso, la adicción y la redención personal queda algo desdibujada en el último acto, cuando la película se inclina más hacia el espectáculo sobrenatural. La resolución de la trama deja algunas preguntas sin responder y no logra conciliar completamente los diferentes hilos narrativos establecidos.
Es interesante notar que esta es la segunda película sobre exorcismos protagonizada por Russell Crowe en poco tiempo, tras su papel en 'El exorcista del Papa'. Aunque las dos películas son muy diferentes en tono y enfoque, es difícil no compararlas, lo que puede afectar la recepción de 'El exorcismo de Georgetown'.
La película también sufre de algunos problemas de ritmo y edición, posiblemente resultado de su complicada historia de producción y post-producción, que se extendió durante varios años debido a retrasos relacionados con la pandemia de COVID-19.
En cuanto a su lugar en el panorama más amplio del cine de terror, 'El exorcismo de Georgetown' se sitúa en una posición curiosa. Por un lado, intenta ofrecer una deconstrucción meta del género de las películas de exorcismos, explorando los mitos que rodean a estas producciones y los efectos que pueden tener en los actores que las protagonizan. Por otro lado, no puede evitar caer en muchos de los mismos clichés que parece querer subvertir.
La película plantea preguntas interesantes sobre la naturaleza de la actuación, el precio de la fama y cómo nuestros traumas pasados pueden manifestarse de maneras inesperadas. Sin embargo, no todas estas ideas están completamente desarrolladas o resueltas de manera satisfactoria.
El guion, coescrito por Miller y M.A. Fortin, muestra destellos de originalidad en su premisa, pero a menudo se siente sobrecargado. La cantidad de problemas y traumas que se acumulan sobre el personaje de Anthony -adicción, abuso sexual, culpa por la muerte de su esposa, relación tensa con su hija- a veces parece excesiva y dificulta un tratamiento profundo de cada tema.
A pesar de sus defectos, 'El exorcismo de Georgetown' ofrece algunos momentos de tensión efectiva y una actuación central sólida de Russell Crowe. La película puede resultar interesante para los aficionados al género del terror que busquen una aproximación ligeramente diferente al tema de las posesiones demoníacas, así como para aquellos interesados en las conexiones meta-cinematográficas con 'El exorcista'.
'El exorcismo de Georgetown' es una película ambiciosa que no siempre logra cumplir con sus objetivos. Aunque presenta ideas intrigantes y una premisa prometedora, su ejecución es desigual. La película oscila entre el drama psicológico y el terror sobrenatural sin encontrar un equilibrio satisfactorio entre ambos. A pesar de contar con un reparto competente y algunos momentos de tensión efectiva, la película no logra diferenciarse significativamente de otras entradas recientes en el género de las posesiones demoníacas.
La obra de Joshua John Miller quedará probablemente como una nota al pie interesante en la historia del cine de terror, más recordada por su concepto y sus conexiones con 'El exorcista' que por sus propios méritos. Sin embargo, representa un intento valiente, aunque imperfecto, de abordar el género desde una perspectiva más reflexiva y auto-consciente.
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