Cine y series

El caso Abel Trem

Gábor Reisz

2023



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¿Qué ocurre cuando las verdades individuales chocan con narrativas colectivas impuestas por el poder? ‘El caso Abel Trem’, de Gábor Reisz, no busca resolver esta pregunta, pero sí dibuja con precisión las grietas en una sociedad atrapada en sus propias contradicciones. A través de los ojos de tres generaciones, la película observa cómo los pequeños actos del día a día pueden convertirse en símbolos explosivos en un país políticamente polarizado.

En esta historia no hay héroes ni villanos, solo seres humanos enfrentándose al peso de las expectativas sociales y políticas. Ambientada en la sofocante atmósfera del verano en Budapest, la trama comienza con Abel, un joven de 18 años, suspendido en la inercia emocional de la adolescencia. Su vida da un giro inesperado cuando un detalle insignificante —un pin nacionalista olvidado en su chaqueta— desencadena una crisis que escala rápidamente, hasta convertirse en un escándalo mediático.

Más allá de la trama, la fuerza de la película radica en su estructura narrativa. Gábor Reisz emplea una construcción polifónica, alternando perspectivas entre Abel, su padre György y su profesor Jakab. Este enfoque revela no solo sus conflictos internos, sino también las líneas de tensión que dividen a Hungría en la actualidad. Cada personaje está atrapado en sus propias certezas, incapaz de cruzar el abismo que los separa. La película es un reflejo de un mundo donde el diálogo ha sido reemplazado por ecos de ideologías enfrentadas.

Abel es un lienzo en blanco, un adolescente atrapado entre el rigor conservador de su padre y el progresismo idealista de su profesor. György, arquitecto y ferviente nacionalista, personifica la frustración de una generación que siente su legado amenazado. Por otro lado, Jakab, aunque moralmente correcto, no está exento de contradicciones, siendo un hombre cuya obsesión con sus ideales ha distorsionado su vida personal.

La sutileza con la que Reisz maneja estos contrastes es clave. Sin caer en clichés ni didactismos, la película expone las debilidades de ambos lados. El nacionalismo no es presentado como una fuerza caricaturesca, sino como una respuesta emocional a un país marcado por un pasado de ocupación extranjera y promesas incumplidas. Al mismo tiempo, el progresismo de Jakab no está exento de hipocresía, dejando entrever cómo las posturas ideológicas también pueden ser instrumentos de poder personal.

Desde el punto de vista estético, la dirección de Reisz es deliberadamente sobria, lo que permite que los temas centrales se desarrollen sin distracciones. La cámara en mano de Kristóf Becsey captura la claustrofobia emocional de los personajes, mientras que la banda sonora minimalista refuerza el tono contemplativo. Cada escena parece diseñada para mantener al espectador en un delicado equilibrio entre empatía y juicio.

El clímax de la película no es tanto una resolución como un espejo. La confrontación entre György y Jakab, catalizada por la mentira inicial de Abel, se convierte en una ilustración de cómo las divisiones sociales se alimentan a sí mismas. Sin embargo, Reisz evita caer en un moralismo fácil. En lugar de ofrecer soluciones, la película plantea una pregunta incómoda: ¿es posible superar las fracturas de una sociedad cuando todos están atrapados en sus propios ecos?

Al final, ‘El caso Abel Trem’ no trata solo sobre Hungría. Su mensaje resuena en cualquier lugar donde las identidades políticas han erosionado la capacidad de empatizar. Es un recordatorio de que las divisiones no son naturales, sino fabricadas, y que, detrás de cada símbolo, hay una historia compleja y humana.

Gábor Reisz logra, con esta obra, un equilibrio difícil: un análisis incisivo sin perder de vista la humanidad de sus personajes. Con una narrativa que se despliega como un mosaico, la película invita al espectador a mirar más allá de las etiquetas y a cuestionar las historias simplificadas que alimentan nuestras certezas.

En un mundo donde cada acción se convierte en un acto político, ‘El caso Abel Trem’ se erige como un llamado a la reflexión. No hay finales felices ni respuestas cómodas, solo el reconocimiento de que, para encontrar soluciones, primero debemos confrontar nuestras propias contradicciones. Y quizá, en ese proceso, aprender a escuchar.

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