Ambientada en la Austria de 1750, 'El Baño del Diablo', dirigida por Severin Fiala, es una obra que desentierra los estragos de la opresión religiosa y la vulnerabilidad humana. En esta sociedad, las normas son tan inmutables como el frío de sus inviernos, y cualquier desviación de los mandatos religiosos se convierte en una sentencia. La película sugiere que en un entorno donde las estructuras de poder son incuestionables, las almas se pierden tanto en la fe como en la desesperanza. Fiala nos introduce a un mundo donde la religión no solo es guía espiritual, sino también un mecanismo implacable de control social, que condena y absuelve con la misma facilidad. Esta historia no es solo una ventana al pasado, sino una reflexión sobre la persistencia de ciertos fanatismos en el mundo actual.
La trama se centra en Agnes, interpretada por Anja Plaschg, una mujer que ve cómo su vida, tras el matrimonio con Wolf (David Scheid), se convierte en una prisión emocional y física. El desmoronamiento de Agnes es un viaje implacable hacia la oscuridad, exacerbado por una sociedad que interpreta la tristeza como un signo de posesión demoníaca. La cinematografía de Martin Gschlacht, en 35 mm, capta la austera belleza del paisaje alpino, donde la naturaleza se convierte en un reflejo de la soledad y el aislamiento de la protagonista. Los planos largos y los tonos apagados enfatizan la sensación de encierro, haciendo que cada escena parezca impregnada de un frío perpetuo.
La película abre con un impacto brutal: un infanticidio cometido por una mujer que, tras confesar su crimen, es ejecutada públicamente. A partir de este momento, el espectador se adentra en una atmósfera de desasosiego que se va intensificando conforme avanzan los minutos. La obra evita caer en el sensacionalismo de los sustos, apostando por una construcción pausada de la angustia, donde cada mirada y cada silencio pesan más que cualquier efecto especial. Fiala elige centrarse en la desintegración psicológica de su protagonista, explorando cómo las expectativas sociales y religiosas pueden corroer la mente de aquellos que no encajan en el molde impuesto.
El conflicto central de Agnes radica en su imposibilidad de cumplir con el rol que su comunidad espera de ella: ser madre. Su frustración aumenta cuando su marido, Wolf, evita las relaciones íntimas, lo cual se insinúa como un reflejo de su propia represión. La madre de Wolf, interpretada con dureza por Maria Hofstätter, refuerza este sentimiento de fracaso, juzgando a Agnes constantemente. El peso de la maternidad no es solo un deseo personal, sino una expectativa social que se convierte en un lastre insostenible para la protagonista. Este fracaso, unido a las continuas humillaciones, empuja a Agnes a buscar consuelo en prácticas religiosas que rozan lo supersticioso, como si un antiguo rito pudiera otorgarle la redención que ansía.
La interpretación de Plaschg destaca por su capacidad para transmitir la progresiva desintegración de Agnes, pasando de una esperanza tímida a una desesperación abismal. Cada gesto suyo parece atrapado en la lucha entre la devoción y la desesperación, capturando la tensión interna de un personaje que se siente traicionado por la promesa de la salvación religiosa. La música, también compuesta por Plaschg, complementa esta atmósfera con una melodía que oscila entre lo etéreo y lo inquietante, reforzando la sensación de que el mal acecha no en lo sobrenatural, sino en la mirada indiferente de aquellos que rodean a Agnes.
La narrativa, sin embargo, no se limita a la decadencia personal de la protagonista. Fiala establece un paralelismo entre la vida de Agnes y la historia de la mujer ejecutada al inicio, sugiriendo que, en esta sociedad, el dolor de las mujeres se repite cíclicamente, perpetuado por un sistema que solo ofrece la absolución a través del sacrificio. Las referencias al "suicidio por delegación", una práctica histórica que permitía a las mujeres buscar la muerte mediante el asesinato de un ser querido para luego ser ejecutadas, subrayan la crueldad de las leyes religiosas de la época, que forzaban a las personas a buscar soluciones extremas para escapar de su sufrimiento.
'El Baño del Diablo' también funciona como un estudio sobre la violencia estructural. La ausencia de comprensión médica sobre la salud mental convierte a Agnes en un blanco fácil de prácticas pseudomédicas que bordean lo tortuoso, como el uso de sanguijuelas para "purificar" su alma. Estas escenas resultan especialmente perturbadoras, no tanto por su crudeza, sino por la naturalidad con la que son aceptadas en la comunidad, reflejando una época en la que la ignorancia y el fanatismo iban de la mano.
A medida que la película avanza, Agnes se adentra en un estado de confusión que la lleva a un punto de no retorno. La naturaleza misma se convierte en testigo de su descenso, con imágenes de bosques oscuros y ríos turbios que actúan como espejos de su mente atormentada. La crudeza del relato no busca redimir a su protagonista, sino mostrar cómo la desesperación puede ser el resultado lógico de un sistema que empuja a las personas al límite. En este sentido, la cinta nos enfrenta a la fragilidad humana sin ofrecer salidas sencillas, dibujando un mundo donde la compasión parece ser tan escasa como la luz en las interminables noches de invierno.
El desenlace de 'El Baño del Diablo' no deja lugar para el consuelo. Cuando finalmente entendemos la verdadera motivación detrás de las acciones de Agnes, lo que queda es una sensación de impotencia que no se disipa con el final de la proyección. La película sugiere que, más allá de los horrores específicos de su contexto histórico, el sufrimiento de los marginados sigue siendo una realidad que trasciende los siglos, y que la historia de Agnes podría ser la de cualquier persona que se vea atrapada entre la necesidad de pertenecer y el deseo de escapar de las ataduras sociales.
'El Baño del Diablo' es un retrato implacable de la opresión religiosa y la fragilidad humana. A través de una atmósfera cuidadosamente construida y una interpretación central que no deja indiferente, Fiala nos ofrece una obra que resuena como un eco oscuro de un pasado que, por momentos, no parece tan lejano.
