Cine y series

El Atraco

Michal Gazda

2024



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La nueva película de Michal Gazda, ‘El Atraco’, se adentra en la encrucijada moral de un exoficial de policía, arrojado de nuevo al ruedo en una ciudad donde los claroscuros definen la realidad. El director construye un mundo donde la búsqueda de justicia se entrelaza con la introspección personal, y donde las acciones de cada personaje parecen resonar con las turbulencias de una sociedad en crisis. No se trata solo de resolver un caso, sino de enfrentar los fantasmas del pasado y las sombras del presente.

La trama se despliega alrededor de Tadeusz Gadacz, un antiguo agente de la policía, cuya oportunidad de redención llega de la mano de un caso complejo: un atraco a un banco que ha dejado huellas de sangre y dolor en la ciudad. Gadacz, interpretado por Olaf Lubaszenko, encarna la figura del veterano que ha perdido su rumbo, un hombre que busca redimirse a través de un caso que parece tener más implicaciones de las que muestra a primera vista. La película explora la frágil frontera entre la aplicación de la ley y la moralidad, en un entorno donde las líneas entre víctima y verdugo se difuminan constantemente.

El papel de Gadacz, que parece habitar un mundo de sombras, se desarrolla en una atmósfera de tensión constante. Sin embargo, Gazda opta por un enfoque que enfatiza la rutina y la monotonía de la investigación, un ritmo pausado que, en algunos momentos, juega en contra de la urgencia que sugiere la trama. Gadacz, obligado a demostrar sus habilidades en un tiempo limitado, recorre un camino repleto de obstáculos personales y profesionales, en el que la falta de dinamismo se convierte en uno de los mayores desafíos para la narrativa.

El contraste entre Gadacz y su joven compañera, Aleksandra Janicka, aporta una dinámica interesante, aunque desaprovechada en gran parte. Mientras Gadacz simboliza la experiencia curtida en el dolor y la decepción, Janicka representa la visión fresca y el compromiso ético que caracterizan a una nueva generación. Sin embargo, la evolución de Janicka queda relegada a un segundo plano, sacrificada en favor del retrato de un Gadacz cada vez más ensimismado en su propio dilema moral. Esta relación, que podría haber explorado con mayor profundidad la tensión entre tradición y modernidad en la práctica policial, se diluye en una serie de intercambios que no logran alcanzar el peso emocional deseado.

Por otro lado, los antagonistas, encabezados por el personaje de Kacper Surmiak, no logran desprenderse de ciertos clichés del género. A pesar de los esfuerzos del guion por dotarlos de motivaciones complejas, como el deseo de Kacper de cuidar a su hermana menor, sus acciones se presentan de manera mecánica y predecible, lo que limita la capacidad del espectador para empatizar con sus dilemas. Así, la tensión que debería generarse a partir del enfrentamiento entre Gadacz y Kacper se diluye, restando impacto a los momentos clave de la película.

El trabajo visual de Gazda y su equipo destaca por la construcción de un ambiente que enfatiza lo sombrío y opresivo, reflejando un mundo donde la justicia parece siempre fuera de alcance. Cada encuadre está cargado de una paleta de colores apagados que refuerza la sensación de desesperanza que impregna el relato. Sin embargo, la atmósfera lúgubre que impregna cada escena no siempre logra compensar las carencias de un guion que se centra más en el desarrollo del protagonista que en la resolución efectiva del caso.

La cámara de Gazda parece seguir con interés las grietas en el rostro de Gadacz, sugiriendo que la verdadera batalla se libra en su interior, más que en los callejones oscuros de la ciudad. La dirección pone un gran énfasis en la observación de los detalles, pero a menudo olvida que el cine, más que contemplación, requiere de un ritmo que mantenga la atención del espectador. Esto es particularmente notable en las escenas de investigación, donde la falta de dinamismo contrasta con la urgencia del caso.

El núcleo de la película gira en torno a la búsqueda de redención de Gadacz, un tema tratado con un enfoque que rehúye de sentimentalismos. A medida que el personaje se acerca a la resolución del caso, su propio sentido de la justicia se tambalea, enfrentando las consecuencias de sus métodos y la realidad de su pasado. El viaje de Gadacz no es solo una cuestión de resolver un crimen, sino de enfrentarse a sí mismo, a sus fracasos y a las decisiones que lo llevaron a perderlo todo.

Sin embargo, la película no termina de profundizar en las implicaciones más amplias de esta redención. Las reflexiones del protagonista sobre su lugar en un sistema que cambia rápidamente quedan a menudo en la superficie, y el retrato de un hombre atrapado entre la culpa y la búsqueda de sentido resulta menos poderoso de lo que podría haber sido. El guion sugiere, pero no desarrolla, dejando que algunas de las preguntas más interesantes se pierdan en el aire.

A pesar de sus aciertos visuales, ‘El Atraco’ no logra consolidarse como un thriller que mantenga al espectador en vilo. La falta de un antagonista verdaderamente inquietante y la previsibilidad de la trama restan peso a una historia que prometía un mayor desafío intelectual y emocional. Las revelaciones que rodean el caso de robo, lejos de generar sorpresa o tensión, se presentan de manera lineal, sin aprovechar el potencial de un guion que podría haber explorado con mayor audacia los matices de la corrupción y el poder.

El desenlace, en el que Gadacz se enfrenta a las últimas verdades del caso y de su propia vida, intenta cerrar la historia con un toque melancólico, pero se siente apresurado. La película cierra su trama con un aire de inevitabilidad, dejando la sensación de que su potencial quedó en gran parte sin aprovechar.

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