Las sombras de lo rutinario se extienden con comodidad sobre 'De Vuelta a la Acción', como si de un ritual cuidadosamente programado se tratara. En su título, la película parece proclamar con entusiasmo el regreso de Cameron Diaz, pero también delata una estructura que no se desvía ni un milímetro de los moldes que ha heredado. Detrás de esta aparente celebración de la acción, se oculta una historia que, aunque funcional, carece de la chispa necesaria para destacar en un género ya saturado.
La historia se abre con una pareja de espías, Emily y Matt, encarnados por Diaz y Jamie Foxx, quienes deben robar un artefacto capaz de controlar infraestructuras enteras. Esta introducción, aunque prometedora, pronto revela la verdadera naturaleza de la narración: un recorrido seguro y predecible. El guion, en lugar de aprovechar las posibilidades del contexto familiar y del espionaje, opta por lugares comunes y un ritmo mecánico que reduce los conflictos a meros detonantes de secuencias de acción.
La transición hacia su vida como padres suburbanos, tras una falsa muerte, introduce un interludio que intenta humanizar a sus protagonistas, pero los diálogos no logran escapar de lo expositivo. Las tensiones familiares, que podrían haber aportado profundidad, se reducen a estereotipos: una hija rebelde, un hijo ansioso y padres que enfrentan las consecuencias de su doble vida. La dinámica madre-hija, que podría haber sido el anclaje emocional de la película, se diluye en escenas que prefieren la resolución rápida a la exploración emocional.
El regreso al espionaje, desencadenado por un video viral, marca el punto de inflexión hacia el segundo acto. Sin embargo, el paso de lo familiar a lo internacional no se traduce en una escalada dramática convincente. Las persecuciones, las peleas en clubes nocturnos y las explosiones en estaciones de servicio, aunque coreografiadas con cierto cuidado, no logran disimular el vacío que rodea a los personajes. Incluso la inclusión de la abuela espía, interpretada por Glenn Close, con su comedia extravagante, resulta un alivio temporal más que un verdadero aporte narrativo.
Uno de los problemas más evidentes es la incapacidad del filme para aprovechar el carisma de sus protagonistas. Cameron Diaz, a pesar de su energía habitual, parece atrapada en un rol que no le ofrece espacio para brillar. Foxx, por su parte, aporta momentos esporádicos de humor, pero estos se ven opacados por un diálogo que insiste en explicar más de lo necesario. El guion, escrito por Seth Gordon y Brendan O’Brien, no solo evita riesgos, sino que parece complacerse en reciclar frases y situaciones de obras similares, sin aportar novedades.
El punto más alto de la película podría ser su capacidad para evocar una nostalgia generacional. Sin embargo, este recurso, lejos de ser orgánico, se siente calculado, desde las canciones de antaño que acompañan las peleas hasta las referencias a los gadgets clásicos del espionaje. El uso de música irónica como “At Last” de Etta James o “Ain’t That a Kick in the Head” de Dean Martin, en lugar de sumar al tono, resalta la falta de inventiva.
Aunque 'De Vuelta a la Acción' busca ser una comedia de acción accesible, acaba perdiéndose en su intención de complacer a un público demasiado amplio. La calidez que podría derivar de las relaciones familiares se sustituye por una frialdad que parece diseñada para ser neutral y segura. La acción, aunque presente, carece del peso necesario para mantener el interés durante los 104 minutos de duración. En este sentido, el filme ejemplifica cómo la comodidad de las plataformas de streaming puede favorecer la producción de contenidos que, aunque no desagradan, tampoco trascienden.
En conclusión, 'De Vuelta a la Acción' representa una oportunidad desperdiciada tanto para Cameron Diaz como para Jamie Foxx. A pesar de la nostalgia que generan sus regresos, la película no logra capitalizar su talento ni ofrecer algo más allá de un entretenimiento pasajero. Es un recordatorio de que no siempre se trata de estar de vuelta, sino de cómo se regresa.
