‘Citadel: Diana’, dirigida por Alessandro Fabbri y estrenada en Amazon Prime Video, es el primer spin-off de la franquicia de espionaje ‘Citadel’, que nos sumerge en un futuro cercano con elementos distópicos, traiciones políticas y un protagonismo marcado por la complejidad emocional.
Ambientada en Milán en 2030, ‘Citadel: Diana’ retrata un futuro en el que las instituciones colapsan y el control social está en manos de organizaciones secretas que juegan con las vidas de los ciudadanos como piezas en un tablero de poder. La serie nos invita a reflexionar sobre las formas en que el poder político y la tecnología pueden converger, llevando a las sociedades hacia situaciones extremas de control y militarización. Es un retrato inquietante de lo que podría ser un futuro no tan distante si las dinámicas actuales de control y vigilancia continúan intensificándose.
Diana Cavalieri, interpretada con notable fuerza por Matilda De Angelis, es el epicentro de la trama. Es una espía infiltrada en Manticore, la organización que destruyó a Citadel, la agencia para la que trabajaba originalmente. La dualidad de su personaje—una mujer atrapada entre dos lealtades y que constantemente navega entre el pasado y el presente—es uno de los pilares sobre los que se construye la narrativa. Diana no es simplemente una espía; es un personaje profundamente marcado por el dolor, la pérdida de sus padres y la necesidad de redimirse a sí misma. Su recorrido emocional va más allá del típico héroe de acción, al abordar temas como la venganza y la traición, tanto en lo personal como en lo profesional.
La serie, como muchas obras del género de espionaje, juega constantemente con la idea del "doble juego". La desconfianza entre los personajes no solo es parte de su vida cotidiana, sino que define sus interacciones. Edo Zani, hijo del líder de Manticore Italia y un personaje clave en la historia, es un ejemplo perfecto de la ambigüedad moral que caracteriza a este tipo de narrativas. Su relación con Diana, marcada tanto por el poder como por la atracción personal, es uno de los elementos más intrigantes de la serie. El equilibrio entre la tensión romántica y el peligro constante a que ambos personajes se enfrenten en lados opuestos de la lucha por el control de Manticore, añade una capa adicional de complejidad a la trama.
Visualmente, ‘Citadel: Diana’ nos presenta un Milán futurista que, si bien no escapa del todo a los clichés de las distopías, logra impactar. El Duomo de Milán, reducido a escombros, sirve como un símbolo de una sociedad en ruinas, donde las decisiones de los poderosos han llevado a la destrucción de los símbolos históricos y culturales más reconocibles. Las decisiones estéticas en cuanto a escenarios y tecnología no sorprenden por su originalidad, pero cumplen con el objetivo de enmarcar la historia en un contexto que es a la vez reconocible y alienante.
A nivel de ritmo, la serie no está exenta de puntos débiles. Mientras que las escenas de acción son dinámicas y bien ejecutadas, gracias al trabajo del director Arnaldo Catinari, el guion se pierde en ocasiones en la construcción de intrigas que no siempre alcanzan la profundidad deseada. El entramado político y de espionaje no logra despegar del todo, en parte por una excesiva dependencia en los tropos habituales del género. Sin embargo, cuando la serie pone su foco en los personajes y en sus interacciones, logra sostener el interés del espectador.
El personaje de Diana, con su corte de pelo asimétrico que refleja su vida dividida, es el más elaborado de todos. Es una mujer que, a lo largo de seis episodios, se enfrenta no solo a enemigos externos, sino también a su propia moralidad y sus lealtades confusas. Las decisiones que toma, tanto en lo profesional como en lo personal, están siempre teñidas de una sensación de pérdida, de sacrificio constante, lo que la convierte en un personaje rico y multifacético.
Uno de los puntos más destacables es cómo la serie evita el uso excesivo de efectos especiales. El foco en las relaciones humanas, las traiciones y la psicología de los personajes le da un peso que muchas series de acción pierden en su obsesión por el espectáculo visual. Aquí, la trama se construye sobre los dilemas morales y las tensiones entre los protagonistas, más que sobre las explosiones y las persecuciones. La música, a cargo de la banda italiana Mokadelic, añade una atmósfera inquietante que subraya la sensación de peligro y claustrofobia que envuelve a los personajes.
No obstante, ‘Citadel: Diana’ no logra escapar de la sombra de su predecesora, con la que comparte no solo la ambientación futurista, sino también algunas de sus debilidades. Aunque mejora en términos de guion y desarrollo de personajes respecto a la serie madre, sigue sin ofrecer una trama que sorprenda o que aporte verdaderamente algo novedoso al género. La serie, pese a sus buenas intenciones, no consigue sobresalir de forma contundente en el panorama actual del thriller de espías, quedándose en ocasiones en un terreno ya demasiado transitado.
‘Citadel: Diana’ es una propuesta sólida dentro del mundo del espionaje televisivo, pero que no logra destacar de forma radical. Su mayor fortaleza radica en las interpretaciones, especialmente la de Matilda De Angelis, y en la capacidad para crear tensión emocional dentro de una narrativa conocida. A pesar de sus limitaciones, la serie ofrece momentos de genuina intriga y acción que, aunque breves, dejan una impresión lo suficientemente fuerte como para mantener al espectador interesado hasta el final.