En la bruma de una pequeña ciudad de Gales, la historia de 'Chuck Chuck Baby', dirigida por Janis Pugh, nos invita a presenciar un tipo de amor que no grita, que no corre, pero que persiste en medio de los silencios y las rutinas que empapan la vida de sus protagonistas. ¿Es posible escapar de un pasado que se entrelaza con cada rincón de un pueblo? ¿O es la vida una suma de encuentros y desencuentros que, aunque espaciados, vuelven una y otra vez? Esta película evoca preguntas que laten en un contexto de opresión doméstica y añoranza, abriéndose paso con una narrativa íntima que, en lugar de prometer respuestas, deja espacio para que los silencios hablen.
Critica de 'Chuck Chuck Baby': Janis Pugh nos coloca en la piel de Helen, interpretada por Louise Brealey, una mujer atrapada en una vida que parece deslizarse lentamente sin que ella sea capaz de frenarla. Su existencia transcurre entre el frío de una planta procesadora de pollos y una casa donde su única compañía sincera es Gwen, la madre de su exmarido, a quien cuida con devoción en su lecho de muerte. La melancolía se convierte en la banda sonora de sus días, y es en este vaivén monótono donde Joanne, una figura del pasado, vuelve para encender una chispa de esperanza.
Helen es una protagonista construida con sutileza, cuya tristeza nos es revelada sin aspavientos. Pugh opta por una caracterización que da vida a los matices de una mujer que anhela una redención amorosa y personal. La llegada de Joanne (Annabel Scholey), el amor adolescente nunca confesado, no solo reaviva un deseo reprimido, sino que confronta a Helen con su realidad más dura: el amor que pudo ser y nunca fue. Las interacciones entre Helen y Joanne oscilan entre el anhelo y el temor, en un delicado equilibrio que tanto Brealey como Scholey representan con una química natural y vulnerable.
Joanne, por su parte, es una figura más enigmática. Su regreso es la irrupción que expone la fragilidad del entorno opresivo y patriarcal de la comunidad, un espejo que refleja lo poco que Helen ha cambiado. En estas actuaciones se vislumbra el núcleo de la obra de Pugh: las pequeñas revoluciones emocionales que nunca logran escapar del todo de su entorno.
Pugh, a través de una dirección sensible y visualmente evocadora, inserta un sutil realismo mágico que contrasta con la dureza de la trama. Las secuencias musicales no están pensadas para deslumbrar, sino para expresar un desahogo necesario. Cada canción es un diálogo que los personajes mantienen con sus propias memorias y sueños no cumplidos. La inclusión de temas de Neil Diamond y Janis Ian, lejos de ser puramente nostálgicas, sirven como un vehículo de resistencia emocional. Este “musical de a pie” rehuye de las coreografías ostentosas y en su lugar se centra en gestos y miradas que dicen más de lo que cualquier letra podría sugerir.
Las imágenes de plumas y dientes de león flotando aportan un contraste visual simbólico. En medio de la opresión del entorno, estas visuales evocan una libertad que solo pueden alcanzar en sus sueños o fantasías. El paisaje de Gales, con su amplitud y frialdad, se convierte en un personaje más, reflejando los sentimientos de aislamiento y desesperanza que marcan a los habitantes de esta ciudad.
La relación entre Helen y Joanne plantea una cuestión fundamental sobre el peso del pasado y la capacidad de reescribir el presente. Sin embargo, el filme no se apura en resolver los conflictos de sus personajes ni en darles una salida fácil. Por el contrario, deja que Helen y Joanne naveguen entre sus propios miedos, resentimientos y pequeñas alegrías, explorando un proceso de autodescubrimiento que, aunque doloroso, es profundamente humano.
El amor que se retrata no es redentor, sino que funciona como un respiro momentáneo en una vida que de otro modo seguiría atrapada en la monotonía. La conexión de Helen con sus compañeras de trabajo es otro pilar del relato, y representa un tipo de camaradería que, aunque no resuelve sus problemas, aligera sus cargas. Esta dinámica de sororidad, que Pugh filma con simpatía y delicadeza, es tan importante como la relación amorosa central, añadiendo una capa de empatía y solidaridad que ensancha el enfoque del filme.
En 'Chuck Chuck Baby', Janis Pugh logra una narrativa que, aunque anclada en la melancolía y el realismo, nunca pierde la oportunidad de iluminar sus rincones más oscuros con destellos de humanidad y ternura. Esta película es un canto pausado y doloroso a la resistencia emocional en un contexto de pobreza y conformismo social, que resuena especialmente en tiempos en los que el amor y la conexión parecen estar cada vez más condicionados por las circunstancias.
'Chuck Chuck Baby' fue la película que formó parte de la inauguración de la nueva edición del festival Cine Por Mujeres.
