Cine y series

Bogotá: Tierra de últimas oportunidades

Kim Sung-jae,

2025



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El desarraigo y la desesperanza han encontrado en el cine un reflejo implacable. La idea de partir hacia lo desconocido, de buscar fortuna en un suelo ajeno, es una constante en la narrativa contemporánea. Pero hay historias que, en su búsqueda de transmitir la crudeza del viaje, se quedan atrapadas en una tierra de nadie, incapaces de convertir sus escenarios en algo más que un telón de fondo. 'Bogotá: Tierra de últimas oportunidades' se enreda en su propia ambición y pierde de vista la esencia del relato que pretende contar.

Kim Sung-jae se adentra en los recovecos de la capital colombiana para seguir los pasos de Kook-hee, un inmigrante coreano que llega a Bogotá con su familia tras la crisis financiera de 1997. Lo que debería ser una exploración de la supervivencia en un entorno hostil se convierte en un ejercicio de vacío estilístico. La ciudad se presenta como un espacio ajeno y sin vida, un decorado sin profundidad donde los personajes parecen transitar sin una verdadera relación con su entorno.

La propuesta argumental sugiere un ascenso criminal, pero su desarrollo carece de la contundencia necesaria. La progresión de Kook-hee dentro del mercado negro bogotano se da por sentada, con apenas matices que la doten de credibilidad o de una evolución coherente. Las alianzas y traiciones que configuran su destino se suceden con una frialdad mecánica, sin la tensión ni la profundidad dramática que podría esperarse de un relato de estas características. Los personajes secundarios no cumplen otra función que la de ser piezas de un tablero cuya estrategia es difusa y poco convincente.

El gran problema de la película radica en su incapacidad para generar una verdadera atmósfera. Pese a haber sido rodada en Colombia, la representación del país es tan esquemática que no consigue trascender la imagen superficial de un escenario exótico. La ausencia de personajes colombianos con un peso real en la trama deja la historia huérfana de contexto y de raíces, desdibujando cualquier intento de autenticidad. El resultado es un filme que pretende ser un drama criminal, pero que nunca consigue captar la complejidad de las redes de poder, corrupción y violencia que lo sostienen.

Song Joong-ki encarna al protagonista con un registro que oscila entre la sobriedad y la indiferencia. La falta de un desarrollo emocional convincente hace que su transformación carezca de impacto. Su ascenso en el mundo del crimen es una sucesión de eventos carentes de peso dramático, una progresión sin conflicto real, donde la aparente frialdad del personaje termina por confundirse con la planicie de su interpretación. La película se apoya en su presencia sin ofrecerle un material que justifique su evolución.

Kim Sung-jae construye un filme que parece atrapado en su propio esquema narrativo, incapaz de transmitir la urgencia de su historia. El intento de retratar la lucha por la supervivencia en un entorno hostil se diluye en una dirección carente de riesgo, donde cada escena transcurre sin generar el impacto necesario. La frialdad de la puesta en escena, lejos de potenciar la crudeza del relato, lo despoja de su potencial, convirtiéndolo en un ejercicio formal que nunca llega a cuajar.

'Bogotá: Tierra de últimas oportunidades' aspiraba a ser un retrato crudo y despiadado sobre el ascenso y la caída en un mundo implacable, pero su ejecución carece del peso necesario para sostener semejante premisa. El resultado es una película que intenta capturar la esencia de un universo marginal sin comprometerse realmente con su complejidad, quedándose atrapada en la superficie de su propia historia.

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