En el ingente cementerio del cine contemporáneo, donde las lápidas de las secuelas tardías se amontonan como testigos silenciosos de la nostalgia mal digerida, Tim Burton ha decidido exhumar los restos de uno de sus éxitos más emblemáticos. 'Bitelchús Bitelchús' emerge de la tierra como un cadáver reanimado, sacudiéndose el polvo de casi cuatro décadas de letargo. Sin embargo, lo que podría haber sido una resurrección gloriosa se queda en un espectáculo de marionetas macabras, donde los hilos de la nostalgia son demasiado visibles y el rigor mortis creativo se hace evidente en cada fotograma.
La trama nos reencuentra con Lydia Deetz, interpretada por Winona Ryder, quien ha pasado de ser una adolescente gótica a una medium televisiva de dudosa reputación. Su hija Astrid, encarnada por Jenna Ortega, representa el espejo invertido de lo que Lydia fue en su juventud: una joven que rechaza lo sobrenatural y se avergüenza del circo mediático que rodea a su madre. La dinámica entre ambas podría haber sido el corazón palpitante de esta historia, pero se queda en un mero esbozo de conflicto generacional, sin profundizar en las complejidades emocionales que sugiere.
El regreso de Michael Keaton como Bitelchús debería ser el plato fuerte, pero su presencia resulta sorprendentemente diluida. El personaje, otrora un torbellino de caos y humor negro, aparece domesticado, casi melancólico. Es como si el tiempo hubiera limado sus aristas más afiladas, dejándonos con una versión descafeinada del bioexorcista que cautivó al público en 1988. Keaton hace lo que puede con el material que se le proporciona, pero es evidente que el guion no le permite desplegar todo su potencial cómico.
Burton intenta compensar la falta de sustancia narrativa con un despliegue visual que roza lo abrumador. El diseño de producción y los efectos prácticos son, sin duda, el aspecto más loable de la película. Cada rincón del más allá está repleto de detalles macabros y toques surrealistas que recuerdan por qué Burton se ganó su reputación como visionario del cine fantástico. Sin embargo, esta exuberancia visual a menudo parece más un intento de distraer al espectador de la debilidad del guion que un complemento orgánico a la historia.
La incorporación de nuevos personajes como Delores, la ex esposa vengativa de Bitelchús interpretada por Monica Bellucci, y el detective fantasma Wolf Jackson, a cargo de Willem Dafoe, añaden color al reparto, pero no logran integrarse de manera satisfactoria en la trama principal. Sus subtramas se sienten forzadas y, en última instancia, prescindibles, como si fueran añadidos de última hora para justificar la etiqueta de secuela.
El humor, uno de los pilares del 'Bitelchús' original, se resiente en esta nueva entrega. Los chistes oscilan entre lo predecible y lo forzado, con referencias pop y juegos de palabras que rara vez alcanzan la agudeza necesaria para provocar una risa genuina. Es como si Burton, en su afán por complacer tanto a los fans nostálgicos como a las nuevas generaciones, hubiera diluido la esencia irreverente que hizo del original un clásico de culto.
La película intenta abordar temas como el duelo, la fama y las relaciones familiares disfuncionales, pero lo hace de manera superficial, sin ahondar en las implicaciones emocionales de estos conflictos. El resultado es una narrativa que se siente incompleta, llena de cabos sueltos y oportunidades desperdiciadas para una reflexión más profunda sobre la vida, la muerte y lo que hay más allá.
La dirección de Burton, aunque competente, carece de la chispa de innovación que caracterizó sus primeros trabajos. Las secuencias oníricas y los números musicales, otrora sellos distintivos de su estilo, aquí se sienten como rutinarios ejercicios de nostalgia, más preocupados por replicar la estética del pasado que por ofrecer una visión fresca y contemporánea.
La banda sonora de Danny Elfman, colaborador habitual de Burton, cumple su función de acompañar las imágenes, pero rara vez logra elevar las escenas a un nivel superior. Es como si el compositor, al igual que el director, estuviera más interesado en evocar recuerdos que en crear nuevas sensaciones auditivas.
En última instancia, 'Bitelchús Bitelchús' es un ejercicio de nostalgia que no logra justificar plenamente su existencia. La película se debate entre ser un homenaje al original y un intento de actualizar la franquicia para una nueva era, sin conseguir ninguno de los dos objetivos de manera satisfactoria. Es un espectáculo visualmente impresionante pero emocionalmente hueco, que deja al espectador con la sensación de haber presenciado una elaborada recreación más que una historia con vida propia.
Para los fans incondicionales de Burton y del universo de 'Bitelchús', la película ofrecerá momentos de diversión y referencias que apreciarán. Sin embargo, para aquellos que esperaban una secuela que expandiera de manera significativa el mundo y los temas del original, 'Bitelchús Bitelchús' resultará una decepción. Es una película que existe más como un producto de la nostalgia que como una obra cinematográfica con mérito propio.
En conclusión, 'Bitelchús Bitelchús' es un recordatorio de que no todas las secuelas tardías logran capturar la magia de sus predecesoras. Tim Burton, en su intento por revivir uno de sus éxitos más queridos, ha creado una película que se siente más como un eco distante del original que como una continuación digna. Es un espectáculo visual que entretiene momentáneamente, pero que falla en dejar una impresión duradera o en aportar algo nuevo al legado de 'Bitelchús'. Al final, nos quedamos con la sensación de que algunas cosas, como los muertos bien enterrados, deberían permanecer en su descanso eterno.

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