'Bikeriders. La ley del asfalto', la nueva película del director Jeff Nichols, nos sumerge en el mundo de las bandas de motociclistas en el Medio Oeste estadounidense durante la década de 1960. Inspirada en el libro homónimo de fotografías de Danny Lyon, la película narra la evolución de un club de motociclistas llamado los Vandals, desde sus inicios como un grupo de entusiastas hasta su transformación en una organización criminal.
El filme se estructura a través de una serie de entrevistas realizadas por un joven fotógrafo, Danny Lyon (interpretado por Mike Faist), a Kathy (Jodie Comer), la esposa de uno de los miembros del club. A través de sus recuerdos, nos adentramos en la historia de los Vandals, liderados por Johnny (Tom Hardy), un camionero que decide formar el club después de ver 'El salvaje' de Marlon Brando en la televisión.
Nichols, conocido por películas como 'Take Shelter' y 'Loving', se aleja de sus anteriores trabajos para adentrarse en un género más cercano al cine de pandillas. Sin embargo, mantiene su interés por explorar la masculinidad y las dinámicas de grupo en entornos rurales y suburbanos de Estados Unidos.
La película cuenta con un reparto estelar encabezado por Austin Butler como Benny, el carismático motociclista del que se enamora Kathy. Butler, tras su interpretación de Elvis Presley, ofrece aquí una actuación más contenida, aunque no logra desprenderse completamente de los ecos de su papel anterior. Tom Hardy, por su parte, compone un Johnny enigmático y volátil, cuya voz peculiar y manierista puede resultar algo distractora.
Jodie Comer, en el papel de Kathy, sirve como narradora y punto de entrada a este mundo masculino. Su interpretación es sólida, aunque su acento del Medio Oeste resulta por momentos exagerado y artificial. Este es un problema recurrente en la película: los acentos de los actores principales no siempre suenan auténticos, lo que puede sacar al espectador de la inmersión en la historia.
Visualmente, 'Bikeriders. La ley del asfalto' es un festín para los amantes de la estética de los años 60. El director de fotografía Adam Stone captura con maestría la atmósfera de la época, desde los bares de mala muerte hasta las carreteras polvorientas por las que transitan los Vandals. La película tiene un aspecto granulado que recuerda a las producciones independientes de finales de los 60 y principios de los 70, lo que contribuye a su autenticidad visual.
La banda sonora, repleta de clásicos de la época, complementa perfectamente la ambientación. Canciones como 'Out in the Streets' de The Shangri-Las subrayan los momentos clave de la narración, aunque en ocasiones su uso puede resultar demasiado obvio.
Uno de los aspectos más interesantes de 'Bikeriders. La ley del asfalto' es cómo explora la tensión entre la libertad y el sentido de pertenencia que ofrece el club de motociclistas, y las consecuencias a menudo destructivas de esta forma de vida. Nichols no romantiza la cultura de las bandas de motociclistas, sino que muestra tanto su atractivo como sus aspectos más oscuros.
La película aborda temas como la lealtad, la masculinidad tóxica y la búsqueda de identidad. Los personajes masculinos, en su mayoría, son hombres emocionalmente inmaduros que encuentran en el club un sustituto de la familia y una forma de rebelarse contra las expectativas sociales. Sin embargo, esta rebelión tiene un costo, tanto para ellos como para las mujeres en sus vidas.
El personaje de Kathy sirve como contrapunto a esta dinámica masculina. A través de sus ojos, vemos cómo el atractivo inicial de Benny y el estilo de vida de los Vandals da paso a la frustración y el miedo a medida que el club se vuelve más violento y criminal.
La estructura narrativa no lineal de la película, que salta entre diferentes momentos de la historia del club, puede resultar confusa en ocasiones. Algunos personajes secundarios, como Zipco (Michael Shannon) o The Kid (Toby Wallace), están bien delineados, pero otros miembros del club no llegan a desarrollarse completamente.
'Bikeriders. La ley del asfalto' brilla en su recreación de una época y una subcultura específicas, pero a veces se queda en la superficie en cuanto a la exploración de sus personajes. La película parece más interesada en capturar la estética y la atmósfera de los clubes de motociclistas que en profundizar en las complejidades psicológicas de sus miembros.
Un aspecto notable es cómo la película evita abordar directamente el contexto social y político de la década de 1960. Los movimientos por los derechos civiles, la contracultura y la guerra de Vietnam apenas se mencionan, lo que puede parecer una omisión significativa dado el período histórico en el que se desarrolla la historia.
El ritmo de la película es irregular. Hay momentos de gran intensidad, como las escenas de peleas o las carreras de motos, pero también hay tramos donde la narración se ralentiza, especialmente en la segunda mitad cuando el club comienza a desintegrarse.
Jeff Nichols demuestra su habilidad para crear atmósferas y generar tensión, pero 'Bikeriders. La ley del asfalto' carece de la profundidad emocional y la originalidad de sus trabajos anteriores. La película se siente a veces como un ejercicio de estilo más que como una exploración genuina de sus personajes y temas.
En conclusión, 'Bikeriders. La ley del asfalto' es un retrato visualmente impresionante de una época y una subcultura, con actuaciones sólidas de su elenco estelar. Sin embargo, su exploración de los temas que plantea no siempre alcanza la profundidad que se podría esperar. La película ofrece una mirada nostálgica pero no acrítica a la cultura de las bandas de motociclistas, equilibrando su atractivo romántico con sus aspectos más problemáticos.
Para los aficionados al cine de pandillas y a las historias ambientadas en los años 60, 'Bikeriders. La ley del asfalto' ofrece suficientes elementos de interés. Sin embargo, aquellos que busquen una exploración más profunda de las complejidades psicológicas y sociales de la época podrían encontrarla algo superficial. En última instancia, la película es un tributo agridulce a una era y un estilo de vida que, como sugiere su narrativa, estaban condenados desde el principio.
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