La vida familiar puede parecer un entramado inextricable, donde el amor y la rabia coexisten en un equilibrio frágil. ¿Qué sucede cuando el hilo que une a una familia comienza a deshilacharse? La película ‘Aprender a soltar’, dirigida por Josephine Bornebusch, plantea estas interrogantes en un contexto de crisis matrimonial, proponiendo un viaje que, más que físico, se convierte en una exploración emocional y psicológica de sus personajes. En un mundo donde los vínculos son tan esenciales como volátiles, la narrativa se convierte en un espejo de la realidad contemporánea, donde el caos cotidiano puede resultar abrumador.
La obra inicia con un retrato crudo de la vida de Stella y Gustav, quienes enfrentan la inminente disolución de su matrimonio. A medida que se desarrolla la historia, las interacciones entre los miembros de la familia revelan no solo las tensiones latentes, sino también el profundo anhelo de conexión. Bornebusch, en su papel protagónico, no escatima en mostrar la frustración de una madre agotada, quien intenta mantener unida a su familia en medio de una tormenta emocional. ¿Es la lucha por el amor o por la supervivencia familiar la que impulsa a Stella a proseguir con este viaje familiar?
El relato se sitúa en un contexto familiar donde los roles parecen establecidos y la rutina pesa como una losa. La figura de Gustav, un terapeuta que aplica consejos ajenos mientras su propia vida se desmorona, encapsula la hipocresía que a menudo acompaña a los expertos en relaciones. En este sentido, la película no solo explora la relación entre los cónyuges, sino que también reflexiona sobre la incapacidad de los adultos para comunicarse genuinamente. A través de diálogos crudos y confrontaciones directas, el guion invita al espectador a participar en la agonía de un matrimonio desgastado, sugiriendo que a menudo la solución a los problemas familiares reside en enfrentar la verdad, por dolorosa que sea.
Los personajes de ‘Aprender a soltar’ son representaciones de un tipo de insatisfacción profundamente humana. La relación de Stella y Gustav es la manifestación de un matrimonio donde el amor ha sido eclipsado por el desgaste del día a día. En el transcurso de su viaje, se les presenta una serie de situaciones que actúan como catalizadores de sus conflictos: la adolescente Anna, con su deseo de independencia, y el pequeño Manne, cuya vulnerabilidad expone aún más las grietas en la estructura familiar. Este viaje es tanto una búsqueda de resolución como una serie de confrontaciones que exponen la fragilidad de los lazos familiares.
Lo que hace que la película sea particularmente incisiva es su capacidad para mostrar las verdades no dichas y las emociones reprimidas que a menudo habitan en las familias. La travesía hacia el concurso de pole dancing de Anna se convierte en una metáfora de la lucha por mantener la cohesión familiar en medio del desasosiego. Cada parada en el camino es una oportunidad para que los personajes se enfrenten a sus demonios internos, revelando capas de rencor y amor que han permanecido enterradas durante demasiado tiempo.
A pesar de su planteamiento prometedor, ‘Aprender a soltar’ no escapa a la trampa de la convencionalidad. La película, aunque aborda temas complejos, recurre a situaciones que pueden parecer forzadas o excesivamente melodramáticas, lo que resta autenticidad a la experiencia emocional que pretende transmitir. A medida que avanza la trama, el giro dramático en el desarrollo de la historia parece más un recurso para evocar lágrimas que una evolución natural de los personajes. Este tipo de elección narrativa, que busca apelar a las emociones del público, puede sentirse como un detrimento a la genuina exploración de los conflictos humanos que la obra intenta abordar.
En términos de actuaciones, Bornebusch ofrece una interpretación que resuena por su autenticidad y vulnerabilidad. Su representación de Stella refleja la lucha interna de una madre que ha sacrificado su propia identidad por el bienestar de su familia. La tensión palpable entre ella y Gustav, interpretado por Pål Sverre Hagen, revela un profundo entendimiento de la complejidad de las relaciones humanas. Sin embargo, la película no siempre logra equilibrar sus momentos de tensión con el desarrollo de sus personajes, resultando en una narrativa que, a veces, se siente predecible.
La película, al igual que el título sugiere, busca transmitir una lección sobre la necesidad de soltar lo que ya no funciona. Sin embargo, la forma en que se desarrolla esta idea puede parecer insatisfactoria, dejando al espectador con una sensación de que el viaje, aunque lleno de momentos de verdad y revelación, no logra llegar a una conclusión satisfactoria. La interacción de los personajes, aunque profundamente resonante en ocasiones, se siente a menudo como un ciclo repetitivo de conflictos que podrían resolverse con una comunicación más efectiva.
En conclusión, ‘Aprender a soltar’ es un esfuerzo notable que, aunque enfrenta desafíos en su ejecución, aporta una mirada sincera a las complejidades de la vida familiar y el desgaste emocional de las relaciones. La dirección y escritura de Bornebusch ofrecen destellos de brillantez, aunque la película en su conjunto podría beneficiarse de una mayor profundidad en su exploración de los temas que plantea. La travesía de esta familia, aunque llena de desafíos, sirve como un recordatorio de la necesidad de enfrentar los problemas con honestidad y la importancia de la comunicación en la búsqueda de la conexión.