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Cómo cargarse el amor - temporada 2

Rethabile Ramaphakela

2025



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Entre los preparativos de una boda y el descontrol que provoca el deseo de complacer a todos, 'Cómo cargarse el amor' traza una radiografía punzante de las relaciones modernas en el contexto sudafricano. Los directores Rethabile y Katleho Ramaphakela presentan una historia que, detrás de su apariencia ligera, disecciona el modo en que la tradición, el dinero y la exposición pública alteran el sentido íntimo del amor. La nueva temporada parte de una idea clara: cuando una unión sentimental intenta sobrevivir entre los dictados familiares y la presión social, el compromiso se convierte en una prueba de resistencia. Zoleka y Kagiso, sus protagonistas, afrontan ese desafío en un momento donde lo privado se transforma en espectáculo y los sentimientos se confunden con las apariencias. Netflix, como presencia sutil dentro del argumento, actúa casi como símbolo de una era en la que cada emoción puede convertirse en contenido y cada ceremonia en un producto comercial.

Zoleka concentra en su figura las contradicciones de una mujer que aspira a controlar su vida y, al mismo tiempo, debe lidiar con un entorno que la observa y la juzga. La planificación de su boda, en apariencia un acontecimiento feliz, se convierte en una cadena de compromisos forzados donde la familia de su prometido impone la tradición del lobola. Ese rito, que consiste en la entrega de una dote en forma de ganado, reabre tensiones entre generaciones que piensan de manera opuesta sobre lo que significa respetar las raíces. Kagiso, atrapado entre el orgullo y la falta de recursos, se empeña en demostrar su valía económica, convencido de que su papel dentro de la pareja depende de esa prueba. Esta obsesión, más que un rasgo personal, refleja un modelo social donde el hombre teme perder autoridad si la mujer asume el control financiero. La serie logra convertir esa disputa íntima en un retrato colectivo del desequilibrio de poder que aún persiste en muchas relaciones contemporáneas.

La llegada del abuelo de Zoleka introduce un conflicto que agita la historia con una mezcla de ironía y dramatismo. Su exigencia de once vacas para completar el lobola actúa como detonante de una sucesión de enredos que arrastran a todos los personajes. Lo que en otro contexto podría parecer un detalle folclórico se convierte aquí en un comentario preciso sobre cómo las tradiciones pueden deformarse hasta convertirse en cargas morales. El tono de la dirección evita la caricatura: los Ramaphakela consiguen que la comedia surja del absurdo sin perder la verosimilitud de los dilemas que plantea. Las escenas entre los distintos miembros de ambas familias revelan una mirada lúcida sobre los vínculos de poder, los resentimientos heredados y la dificultad de romper con un pasado que sigue imponiendo su peso.

El padre de Zoleka, Martin, adquiere un papel esencial al conectar los conflictos de su hija con los secretos de su propia generación. Su reencuentro con una madre que creía muerta amplía el alcance del relato y lo lleva hacia terrenos más oscuros. La revelación de ese engaño familiar no funciona como simple sorpresa narrativa, sino como metáfora de la mentira que sostiene a muchos linajes: la necesidad de ocultar el daño para preservar una apariencia de estabilidad. La secuencia del descubrimiento, filmada con una contención que acentúa el desconcierto de los personajes, muestra cómo la culpa y el silencio pueden transmitirse de padres a hijos. Martin, al enfrentarse a su pasado, se convierte en reflejo de una generación que intenta reconciliarse con sus heridas para que los más jóvenes no repitan los mismos errores.

Katlego, la hermana de Kagiso, aporta otro ángulo al universo de la serie. Su historia, marcada por la ruptura y el deseo de independencia, amplía el retrato de las mujeres que intentan redefinir su identidad más allá de las normas impuestas. Su relación con Lyolo introduce una tensión moral que escapa al melodrama y se instala en lo cotidiano: la dificultad de iniciar algo nuevo cuando el pasado sigue ocupando demasiado espacio. En su caso, la ironía y el desencanto se entrelazan con una búsqueda sincera de afecto, lo que permite que la serie explore con naturalidad las contradicciones del deseo. La interpretación de Mapaseka Koetle Nyokong dota al personaje de una humanidad frágil, alejada de los estereotipos habituales de la comedia romántica.

Los Ramaphakela construyen un tono que combina el enredo clásico con una crítica social bien articulada. La cámara observa sin estridencias, deteniéndose en los gestos de incomodidad, en las miradas que esquivan y en los silencios que preceden al caos. Cada escena de negociación, cada desencuentro familiar, refuerza la sensación de que las estructuras que sostienen la vida social son tan rígidas como las vacas que deben cambiar de dueño para sellar un acuerdo. Aun sin recurrir a discursos explícitos, la serie muestra cómo las tradiciones pueden conservar su valor simbólico al mismo tiempo que revelan su capacidad para perpetuar jerarquías. El equilibrio entre humor y observación crítica recuerda al de cineastas africanos como Ousmane Sembène, que también utilizaban la ironía para exponer los conflictos entre modernidad y costumbre.

Uno de los aciertos más notables de esta temporada radica en cómo introduce la figura de Netflix dentro del relato. La intención de convertir la boda en un reality convierte lo que debería ser un acto íntimo en un producto de consumo masivo. El hecho de que la plataforma aparezca en la trama no como simple referencia, sino como un actor que altera la vida de los personajes, evidencia la invasión de lo mediático en los espacios personales. Zoleka, al aceptar que su boda sea grabada, busca reconocimiento y control, pero acaba atrapada por una lógica que convierte su vida en espectáculo. La historia utiliza esa decisión para reflexionar sobre la exposición constante a la mirada ajena y el modo en que la sociedad digital reconfigura la autenticidad de las emociones.

El desenlace, centrado en la celebración final y en la reconciliación de las familias, mantiene la coherencia del tono general: lejos de buscar la euforia, apuesta por una serenidad que deja entrever la persistencia del conflicto. La unión de Zoleka y Kagiso no representa un triunfo pleno, sino un pacto que resume la tensión entre las herencias del pasado y los deseos del presente. La serie cierra su temporada con una sensación de continuidad, como si ese matrimonio fuese solo un episodio más dentro de una historia que seguirá repitiéndose en otros hogares. 'Cómo cargarse el amor' consigue así describir, sin énfasis ni sentimentalismo, el modo en que las tradiciones, las clases sociales y los afectos se entrelazan en un escenario donde amar exige tanto esfuerzo como negociar.

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