Cine y series

Chad Powers

Payman Benz, Tony Yacenda

2025



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Un quarterback caído en desgracia que se reinventa bajo una máscara imposible no es un punto de partida habitual para una ficción televisiva. ‘Chad Powers’, estrenada en Disney+ y creada por Glen Powell junto a Michael Waldron, surge de un experimento televisivo previo ideado por Eli Manning y se expande hacia una comedia deportiva con tintes de farsa identitaria. La producción, que reúne a un equipo creativo con experiencia en proyectos como ‘Loki’ o ‘American Vandal’, articula su relato a través de un tono que fluctúa entre el absurdo calculado y una ligereza narrativa que busca llegar a un público amplio.

La serie arranca con Russ Holliday, un jugador universitario que en su juventud alcanzó la cima del fútbol americano colegial para derrumbarse en un instante televisado a millones de espectadores. Su fracaso se agrava por actitudes altivas, incidentes bochornosos y una posterior caída social que lo convierte en parodia de sí mismo. Ocho años más tarde, conduce un coche extravagante, se rodea de personajes marginales y sostiene su ego con obsesiones pasajeras como el cripto o las teorías conspirativas. Ese retrato inicial establece con claridad el terreno: un hombre atrapado en la caricatura de su propia vida que encuentra en el disfraz de otro la oportunidad de iniciar un camino de reinvención.

El motor narrativo aparece cuando Russ, gracias a los recursos de su padre especialista en prótesis de cine, decide transformarse en Chad Powers, un supuesto aspirante salido de un entorno rural. Ese alter ego de rostro hinchado, peluca improbable y voz impostada le sirve para infiltrarse en un modesto equipo universitario del sur. La trama se apoya en el contraste entre la torpeza de la tapadera y el talento evidente del jugador oculto tras el maquillaje, que rápidamente se convierte en pieza clave de un conjunto necesitado de héroes.

La ficción se construye como relato deportivo clásico: un grupo al borde de la irrelevancia que, de repente, encuentra impulso gracias a un recién llegado. Los partidos, los entrenamientos y la convivencia en vestuarios se alternan con situaciones disparatadas que ponen en riesgo la identidad de Russ. La máscara no solo amenaza con desmoronarse físicamente, también obliga al protagonista a sostener una red de mentiras cada vez más complicada. Esa tensión cómica se mezcla con momentos de camaradería y con dinámicas de poder que atraviesan a entrenadores y jugadores.

El equipo creativo introduce personajes secundarios que funcionan como contrapeso a la farsa. El entrenador Jake Hudson, interpretado por Steve Zahn, representa a un veterano que lucha por mantener su puesto y su prestigio en un ambiente universitario competitivo. Su hija Ricky, encarnada por Perry Mattfeld, aparece como asistente y encarna la dificultad de abrirse camino en un espacio dominado por hombres. Su papel, más allá de la etiqueta de “hija de”, permite a la serie tocar el debate sobre los prejuicios de género en el deporte. Junto a ellos, destaca Danny, el excéntrico animador de la mascota del equipo, que descubre desde el principio la identidad de Russ y, en lugar de delatarlo, se convierte en su aliado imprescindible.

Esa alianza improbable introduce un tono de comedia ligera que roza lo absurdo. Los diálogos entre Chad y Danny, cargados de ocurrencias estrafalarias y malentendidos, sostienen gran parte de la dimensión humorística. Sin embargo, bajo esa capa cómica se intuye un arco dramático que busca examinar la posibilidad de redención: un hombre que intenta construirse otra reputación a partir de un disfraz, con la paradoja de que el personaje inventado termina mostrando un lado más digno que el propio Russ.

Los seis episodios mantienen un equilibrio irregular entre parodia y drama. En ocasiones, la puesta en escena abraza el disparate con convicción, presentando historias tan inverosímiles que parecen sacadas de un sketch alargado. En otras, apuesta por escenas de mayor gravedad, en las que la relación entre padre e hija o las inseguridades de Russ se imponen sobre la comedia. Esa oscilación puede generar un efecto contradictorio, como si la serie vacilara entre convertirse en sátira deportiva o en relato de transformación personal.

El guion se alimenta de arquetipos reconocibles en la tradición audiovisual: el deportista que busca redención tras un error imperdonable, el entrenador veterano que teme la destitución, la joven asistente que reclama respeto, el equipo desorganizado que inesperadamente roza la gloria. Esa acumulación de elementos familiares coloca a ‘Chad Powers’ en una línea cercana a otros relatos deportivos televisivos, aunque su principal baza es el juego con la identidad y la imposibilidad de sostener la mentira durante demasiado tiempo.

Desde el punto de vista interpretativo, Glen Powell sostiene la propuesta con una doble actuación: la del Russ arrogante y fracasado y la del Chad ingenuo y voluntarioso. Su carisma logra que ambos extremos se mantengan verosímiles, incluso cuando el maquillaje roza lo grotesco. Steve Zahn aporta solidez a un papel que evita el histrionismo, mientras que Perry Mattfeld imprime fuerza a un personaje que podría haber quedado relegado a la etiqueta de secundaria decorativa. La química entre Powell y Frankie A. Rodriguez refuerza el tono de comedia disparatada que recorre la serie.

La puesta en escena aprovecha los clichés del género deportivo con secuencias de entrenamientos, discursos motivacionales y partidos rodados con dinamismo suficiente para sostener la atención. Sin embargo, los momentos más memorables no residen en el campo de juego, sino en los diálogos entre personajes que, atrapados en circunstancias absurdas, revelan tensiones sociales, ambiciones personales y contradicciones internas.

La producción incluye referencias a la cultura popular reciente y cameo de figuras mediáticas, lo que refuerza su vocación de sátira ligera. Esa voluntad de conectar con un público amplio se percibe también en su estructura compacta: episodios de corta duración que permiten un visionado rápido, casi como si se tratara de una película dividida en capítulos.

‘Chad Powers’ se mueve entre la caricatura y el drama deportivo sin llegar a asentarse del todo en ninguno de los dos terrenos. Esa indefinición puede interpretarse como parte de su encanto, pero también como un límite narrativo que impide alcanzar mayor consistencia. La serie funciona como entretenimiento ligero, sostenida por el carisma de su protagonista y por el ingenio de algunos gags, aunque con una dependencia excesiva de recursos ya vistos en otras ficciones deportivas.

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