Una escena inicial cargada de polvo y silencio introduce el mundo de 'Búfalo', la película de Mari Selvaraj que retrata la vida de Kittan, un joven cuyo empeño por convertirse en jugador profesional de kabaddi se enfrenta a todo tipo de barreras sociales. El relato parte de un entorno rural en los años noventa donde el deporte se convierte en algo más que una pasión: una forma de sobrevivir en una estructura marcada por la desigualdad. Selvaraj no arranca su historia desde la épica ni desde el sentimentalismo, sino desde la observación de una cotidianidad dura, donde las jerarquías pesan tanto como la tierra que los personajes pisan. La cámara avanza sin prisa, registrando cada gesto con una naturalidad que desarma. Kittan no aparece como un héroe destinado al triunfo, sino como un muchacho que intenta conservar su dignidad en un entorno que lo asfixia. Su historia se entrelaza con la de su padre, interpretado por Pasupathy, cuya mezcla de afecto y miedo encarna el conflicto de quienes han aprendido a desconfiar del cambio.
La relación entre ambos estructura buena parte de la película. Ese padre que intenta proteger a su hijo de un destino hostil representa la herencia de un pasado que sigue imponiendo sus límites. Selvaraj coloca en primer plano la tensión entre la necesidad de avanzar y la obligación de aceptar las normas impuestas por la comunidad. Kittan quiere jugar, quiere ganar, pero cada paso implica desafiar algo más profundo: la idea de que ciertos sueños están reservados para unos pocos. A su alrededor, el pueblo entero parece observarlo con una mezcla de desprecio y curiosidad. La dirección se apoya en la textura del paisaje y en una fotografía que captura la luz como si fuera un testigo de los conflictos internos. Cada plano funciona como una pequeña batalla entre el deseo y la imposición.
A medida que la trama se desarrolla, la historia se abre hacia un mosaico de personajes que acompañan al protagonista en su travesía. La maestra que le presta apoyo moral, los líderes enfrentados por viejas rencillas, y las mujeres que miran desde los márgenes con una mezcla de frustración y esperanza, configuran un universo social que no se limita a acompañar la acción, sino que la alimenta. Selvaraj sitúa a Kittan en medio de esa red de vínculos y tensiones para construir un relato que trasciende la historia individual. Lo que se cuenta no es solo la ascensión de un deportista, sino el retrato de una comunidad que busca mantener el orden a costa de quien intenta romperlo. La estructura narrativa juega con los saltos de tiempo, con el paso del blanco y negro al color, y con una edición que da la sensación de que el pasado nunca se ha ido del todo. En ese ir y venir entre épocas, la película plantea una reflexión sobre cómo la memoria y la herencia cultural se convierten en una carga imposible de soltar.
Los partidos de kabaddi funcionan como una extensión del conflicto social. El campo de juego se convierte en un espacio simbólico donde la fuerza física y la estrategia se confunden con la necesidad de resistir. Cada enfrentamiento refleja una lucha por el reconocimiento y la dignidad. La puesta en escena de esos encuentros destaca por su intensidad: la cámara se mueve con nervio, la respiración de los jugadores se mezcla con el ruido de la tierra y el ritmo de la música acentúa la sensación de peligro. A diferencia de otros dramas deportivos, 'Búfalo' no busca el momento del triunfo sino la supervivencia en medio del barro. En cada partida, lo que está en juego es mucho más que un marcador.
La película también aborda sin rodeos la violencia que impregna la vida de los personajes. Selvaraj muestra cómo la hostilidad entre castas y las rivalidades personales se convierten en un modo de vida. En lugar de esconder esa realidad, la enfrenta con crudeza, pero sin regodearse en ella. La violencia se muestra como un lenguaje aprendido, una respuesta automática ante la humillación y el miedo. A través de esas escenas, la película plantea un análisis político que no se apoya en discursos, sino en los cuerpos que cargan las consecuencias. La figura de Kittan, interpretada con una mezcla de contención y fuerza por Dhruv Vikram, encarna esa tensión permanente entre la rabia y la voluntad de avanzar.
El elenco secundario refuerza la densidad del relato. Pasupathy sostiene con firmeza la contradicción del padre que ama, pero teme. Ameer y Lal dan cuerpo a los líderes enfrentados que simbolizan el círculo vicioso del poder. Rajisha Vijayan y Anupama Parameswaran aportan presencia y sensibilidad, aunque el guion les reserva un espacio limitado dentro de la trama. Selvaraj, sin embargo, no utiliza sus personajes como figuras decorativas: cada uno cumple una función dentro del tejido narrativo, subrayando el peso de las estructuras colectivas sobre las decisiones individuales. La música de Nivas K. Prasanna se integra con sobriedad, sin buscar protagonismo. Sus composiciones se confunden con el murmullo del entorno, reforzando la sensación de que todo lo que ocurre pertenece a un ciclo natural e inevitable.
El guion construye una progresión que evita las sorpresas y se centra en la resistencia cotidiana. La historia avanza paso a paso, mostrando las pequeñas victorias y las derrotas que moldean al protagonista. Esa insistencia en el detalle convierte la película en una crónica más que en un relato heroico. Lo importante no es si Kittan logra la fama, sino cómo sobrevive a los obstáculos que lo rodean. El deporte aparece como el único espacio donde puede afirmarse como individuo, aunque también como una extensión de las tensiones sociales que lo persiguen fuera del campo. La dirección de Selvaraj consigue que esas ideas se traduzcan en imágenes potentes sin perder su conexión con lo real.
El ritmo pausado del relato puede parecer exigente, pero esa lentitud responde a una decisión consciente: permitir que cada gesto tenga un significado y que cada silencio pese tanto como una palabra. 'Búfalo' propone una mirada donde la épica se diluye en lo cotidiano. Su fuerza radica en la capacidad de convertir la historia de un jugador de kabaddi en un retrato amplio de las divisiones y las aspiraciones de un país. Netflix ha llevado esta película a un público global, y en ese nuevo contexto su lectura gana relevancia: muestra una realidad local con resonancias universales.
Al final, lo que permanece es la sensación de haber asistido a una narración sobre el esfuerzo, el linaje y la identidad. 'Búfalo' invita a pensar en la herencia que arrastramos y en la necesidad de romper con ella sin dejar de reconocerla. Kittan representa a una generación que intenta avanzar mientras carga con el peso de los anteriores, y su historia sirve para recordar que el progreso individual solo tiene sentido cuando implica a la comunidad. En esa mirada descansa la verdadera fuerza de la película: la certeza de que la superación no depende de un trofeo, sino de la posibilidad de levantarse una vez más después de cada caída.
