Cine y series

Asesinato en Mónaco

Hodges Usry

2025



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En las alturas luminosas de Mónaco, donde el dinero y el lujo parecen borrar cualquier rastro de lo terrenal, una historia de fuego y sospecha vino a romper la calma de los millonarios. En ese escenario de riqueza y secretismo se sitúa 'Asesinato en Mónaco', dirigida por Hodges Usry, un documental que se asoma a un caso que marcó los últimos años del siglo pasado. Lejos de los tonos sensacionalistas que suelen acompañar los crímenes de alto perfil, Usry construye un relato que se mueve entre el desconcierto y la investigación minuciosa, sosteniendo una mirada sobria sobre un suceso que puso en evidencia las grietas morales del poder. La película encuentra en la belleza de la ciudad y en la pulcritud de sus interiores un contraste con la violencia invisible que acabó con la vida del banquero Edmond Safra y de su enfermera Vivian Torrente, atrapados entre el miedo y la confianza mal depositada.

El argumento se centra en la noche del 3 de diciembre de 1999, cuando un incendio consumió el ático de Safra. A su lado se encontraba Ted Maher, exmilitar convertido en enfermero, quien terminó siendo acusado de provocar el fuego que asfixió a ambos. El documental repasa las declaraciones contradictorias, las confesiones forzadas y las teorías que apuntaron a la mafia rusa, a la envidia o a un intento desesperado de llamar la atención. Todo se presenta con un ritmo medido que evita los golpes de efecto, permitiendo que el espectador se sumerja en el ambiente opresivo de una vida vigilada, donde cada movimiento estaba calculado y cada mirada podía esconder una traición. Usry evita tomar partido y, en cambio, despliega las piezas del rompecabezas para que el caso se perciba como una madeja de intereses donde la verdad parece haberse perdido entre los pasillos de un edificio blindado.

Los personajes se muestran como piezas de un engranaje que ha girado demasiado tiempo sin control. Safra, símbolo de una fortuna construida sobre bancos y secretos financieros, aparece como un hombre que vive rodeado de cuidados y temores, recluido en su torre de seguridad. Frente a él, Maher representa la fragilidad del empleado que busca reconocimiento en un entorno que nunca lo aceptó del todo. A lo largo del metraje, el rostro del enfermero envejece a la par que su relato se desgasta. Sus apariciones ante la cámara transmiten una mezcla de agotamiento y desesperación, la de quien intenta recuperar un pasado que ya se le ha escapado de las manos. La inclusión de Lady Colin Campbell, con su carisma y su conocimiento del entorno aristocrático, añade una capa de teatralidad que no resta fuerza al relato, sino que lo amplía al mostrar la hipocresía y el espectáculo que rodean los escándalos de las clases altas.

La película acierta al dar espacio a los detalles olvidados. Entre ellos, la figura de Vivian Torrente, la enfermera que murió junto a Safra y que durante años apenas fue mencionada. Usry la rescata del silencio mediático y deja claro que su papel no fue el de una víctima secundaria, sino el de una mujer atrapada en una estructura social que decide quién merece ser recordado. Su muerte refleja el modo en que la desigualdad atraviesa incluso la tragedia. Esa elección narrativa aporta al documental una dimensión ética y política que trasciende el mero relato criminal.

El estilo visual se caracteriza por la contención. No hay dramatismo forzado ni música que busque manipular. El ritmo pausado y las imágenes del edificio ennegrecido funcionan como testimonio del paso del tiempo y del vacío que dejó la tragedia. Las entrevistas con periodistas, expertos legales y antiguos allegados al banquero se alternan con material de archivo que reconstruye el clima de desconfianza de aquellos días. Esa mezcla de materiales genera una textura casi detectivesca, sin recurrir al artificio del suspense. Lo que sostiene el interés es la exposición del poder como un entorno cerrado donde la lealtad se compra y la justicia se diluye entre expedientes y titulares.

La dimensión moral de la obra se revela en su forma de exponer el desequilibrio entre riqueza y culpa. Mónaco aparece como un laboratorio de impunidad: un lugar tan vigilado que el crimen parece imposible y, sin embargo, ocurrió sin testigos claros. El documental muestra cómo el dinero no solo protege, sino que también encierra. Safra vivía rodeado de tecnología y guardaespaldas, pero al final fue su propio entorno el que se convirtió en su trampa. Usry filma ese contraste con frialdad, casi con la distancia de un cirujano, lo que da al relato una transparencia que incomoda.

A lo largo de la película, se hace evidente que la muerte del banquero trasciende el suceso policial para convertirse en una metáfora del miedo contemporáneo: el miedo a perder el control, a ser traicionado, a descubrir que el lujo no garantiza seguridad. Esa idea recorre toda la narración y conecta con una reflexión más amplia sobre la naturaleza del poder económico. Los personajes que orbitan alrededor del caso —abogados, periodistas, socialités— funcionan como espejos deformantes de un sistema que prioriza la imagen sobre la verdad. En ellos se observa la manera en que la moral se adapta a las conveniencias de cada posición social.

El desenlace no busca desvelar un secreto final ni establecer una versión definitiva. Lo que propone es observar cómo los años transforman los hechos y cómo el relato público se convierte en una forma de control. Las últimas escenas, con Maher en libertad y la ciudad resplandeciendo al fondo, condensan la paradoja que atraviesa toda la película: la belleza exterior de Mónaco frente al deterioro íntimo de sus protagonistas. Esa oposición resume la visión del director, que utiliza el caso Safra como un espejo de los excesos de una época donde la riqueza fue el nuevo credo y la justicia un accesorio.

'Asesinato en Mónaco' se sostiene como una mirada firme sobre la vulnerabilidad que acompaña a la grandeza. Netflix continúa consolidando su línea de documentales centrados en los límites entre verdad y espectáculo. Usry demuestra que un crimen puede ser más revelador que cualquier tratado sociológico cuando se observa con atención. Lo que queda al final no es la intriga, sino la sensación de haber visto cómo un sistema se devora a sí mismo, entre el humo del incendio y el silencio de quienes prefirieron mirar hacia otro lado.

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