Cine y series

Animal

Víctor García León

2025



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Un pueblo gallego ficticio y una tienda de mascotas en plena ciudad constituyen los dos polos de ‘Animal’, la serie que Netflix lanza bajo la dirección de Víctor García León junto a Alberto de Toro. El guionista madrileño, conocido por títulos como ‘Vota Juan’ y ‘El vecino’, regresa con una producción que busca equilibrio entre la sátira social y la comedia costumbrista. La elección de Luis Zahera como protagonista central aporta un rostro familiar al espectador, pero también un matiz inesperado: el de un intérprete que se aparta de su perfil más endurecido para encarnar a un hombre que carga con las cicatrices de su entorno.

El planteamiento gira alrededor de Antón, un veterinario de aldea que ha dedicado su vida a cuidar ganado en un contexto de progresivo abandono del campo. La serie arranca con escenas que reflejan la precariedad de ese sector: pagos en especie, facturas imposibles de cubrir y un oficio que, a pesar de su importancia histórica, se desvanece en un sistema que premia lo inmediato y relega lo esencial. A partir de esa base, la trama lo traslada a un escenario urbano donde se ve forzado a lidiar con realidades que le resultan tan extrañas como irritantes.

Uxía, su sobrina, dirige un comercio donde los perros se tratan como celebridades y los gatos tienen dietas de lujo. Ella representa la nueva generación, adaptada a un consumo que ha convertido a las mascotas en objeto de prestigio. Frente a su entusiasmo, Antón encarna una visión práctica, forjada en barro y establos, incapaz de comprender cómo un caniche puede ocupar el lugar de un heredero. La fricción entre ambos se convierte en motor narrativo, pero también en metáfora de un país dividido entre la tradición y la modernidad.

El relato no se conforma con describir esa colisión generacional. Inserta un subtexto político vinculado al deterioro del campo, a la corrupción en torno a la ganadería y a la burocracia que asfixia a quienes intentan sobrevivir con oficios tradicionales. García León recurre a la ironía como herramienta principal, pero no diluye la dureza de fondo: la sensación de que la vida rural se erosiona mientras los escaparates urbanos construyen un simulacro de bienestar.

Luis Zahera aprovecha este material con un registro poco habitual en su trayectoria reciente. Su Antón se presenta arisco, con un humor seco que conecta con la retranca gallega, pero bajo esa superficie surge un personaje marcado por la vulnerabilidad y la desorientación. Lo interesante es que Zahera no fuerza la comicidad: la deja surgir de situaciones incómodas, de la incapacidad del protagonista para plegarse a un mundo que le exige sonreír y vender collares brillantes. Su vis cómica se despliega de forma gradual, sin estridencias, hasta convertirse en el pilar que sostiene la serie.

Lucía Caraballo se erige en contrapeso perfecto. Su Uxía es la cara amable de un sistema que abraza la mercadotecnia y que busca dar sentido a un negocio tan superficial como rentable. A través de ella, la ficción presenta esa generación que ha crecido en un ecosistema urbano donde la mascota es símbolo de estatus. Entre ambos surge un duelo cargado de tensiones familiares, pero también de matices afectivos que aportan calidez al relato.

El resto del reparto contribuye a fortalecer la propuesta. Carmen Ruiz ofrece un personaje con la solvencia que la caracteriza en la comedia televisiva, mientras que Antonio Durán ‘Morris’ aporta naturalidad al conjunto. La presencia de secundarios como Nuno Gallego o Darío Loureiro refuerza un reparto coral que mantiene el pulso de la narración. La dirección de García León y de Toro consigue que las tramas individuales nunca opaquen el núcleo central: la confrontación entre Antón y un sistema que lo relega.

La puesta en escena aprovecha el contraste entre los exteriores gallegos y el ambiente artificial de la tienda boutique. En el campo, la cámara se recrea en los paisajes húmedos y en la rutina de un oficio desgastado; en la ciudad, predominan los colores chillones y el exceso decorativo. Ese enfrentamiento visual subraya el discurso principal: el paso de una vida ligada a lo esencial hacia otra marcada por la apariencia.

En el terreno temático, ‘Animal’ no se limita a la comedia ligera. La serie indaga en cómo el consumo ha colonizado incluso la relación con los animales, convertidos en objetos de marketing. Se burla de propietarios que diagnostican depresiones en sus perros o que exigen menús especiales para gatos con supuestas intolerancias. En paralelo, apunta hacia el corporativismo laboral que obliga a los empleados a fingir entusiasmo y a competir por beneficios mínimos. Ese retrato de las dinámicas empresariales convierte a la tienda en un microcosmos de las tensiones actuales del trabajo precario.

El guion equilibra humor y crítica, aunque en sus primeros compases puede resultar excesivamente ácido. A medida que avanza, el tono se suaviza y permite que aflore un relato más cercano al costumbrismo, donde las relaciones personales cobran fuerza. El ritmo se beneficia de capítulos breves, de apenas media hora, que evitan tramas accesorias y mantienen al espectador atento al núcleo principal.

Netflix apuesta con esta serie por un género menos habitual en su catálogo nacional, dominado por thrillers y dramas. Con ‘Animal’ refuerza su línea de comedia local, consciente del éxito que producciones como ‘Machos alfa’ han tenido. La diferencia es que aquí se combina lo ligero con un trasfondo de denuncia social, enraizado en la Galicia rural. Esa localización, además, permite alejarse del cliché del narcotráfico que tantas veces ha condicionado la imagen audiovisual de la región.

El resultado es una ficción que, sin necesidad de grandes alardes, ofrece un retrato claro del desencuentro entre generaciones y estilos de vida. Antón no logra integrarse con facilidad, pero el espectador entiende sus dilemas porque reflejan tensiones presentes en la sociedad española. El contraste entre el campo en retroceso y la urbe obsesionada con el consumo se convierte en la verdadera trama de fondo.

Víctor García León plantea así un relato que se sostiene en la solidez de su protagonista y en un guion que, sin pretender deslumbrar, consigue capturar la atención. El humor sirve de vehículo para señalar excesos contemporáneos, mientras que la ambientación gallega otorga a la serie un anclaje cultural valioso. ‘Animal’ acaba siendo un retrato de un país que busca adaptarse entre la nostalgia de lo perdido y la presión de lo nuevo.

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