Cine y series

Sica

Carla Subirana

2023



Por -

La impactante ópera prima de la directora catalana Carla Subirana nos transporta a los parajes agrestes de la Costa da Morte gallega para narrar la historia de Sica, una introvertida adolescente de 14 años obsesionada con recuperar el cuerpo sin vida de su padre, tras el naufragio del barco pesquero en el que trabajaba.

Gran parte del magnetismo de esta evocadora película radica en su cautivadora fotografía en celuloide de 16mm, obra del reconocido director de fotografía Mauro Herce, ganador del Goya por O que arde. Con una luz crepuscular y contrastada que envuelve la costa en perpetua bruma, Herce consigue sumergir al espectador en una atmósfera inquietante e hipnótica, en consonancia con las ancestrales leyendas que rodean el imaginario de este escenario conocido como la "Costa da Morte" precisamente por la infinitud de embarcaciones que han naufragado en sus traicioneras aguas.

Es en este paisaje donde Sica canaliza su melancolía y rebeldía, negándose a aceptar la muerte de su progenitor por falta de un cuerpo y rastro físico que llorar. Ajena al escepticismo de los vecinos, la joven deambula incansable por los acantilados en busca de cualquier indicio que le devuelva la esperanza. En ese caminar tenaz conocerá a Suso, un chico extravagante apodado "Cazatormentas", con el que establecerá una conexión muy especial a través de su intuición compartida sobre los elementos y el agreste entorno que habitan.

Juntos vivirán momentos de intimidad emotiva, como la escena en la que invocan la lluvia a gritos sobre un acantilado, sintiendo en sus rostros la fuerza indómita del viento y el fragor hipnótico de las olas al chocar contra las rocas. Una secuencia que sintetiza la comunión espiritual de estos personajes con una naturaleza concebida como espejo anímico y vía de conocimiento personal.

Más allá de la peripecia argumental, el principal logro de la cinta reside en esa mirada poética y etnográfica que nos descubre los claroscuros del alma humana a través de los paisajes que la rodean, en este caso unos parajes sublimes pero también hostiles e impredecibles. Ello se traduce en una narrativa reposada y elíptica, donde importa más la sugestión de miradas y pequeños gestos que el puro avance dramático.

De este modo, el filme renuncia voluntariamente a efectismos superficiales para captar en profundidad ese dolor silencioso de su protagonista, ese desconsuelo íntimo ante la pérdida familiar que se mezcla con la belleza agreste del escenario. Unos sentimientos crudos y universales que Subirana busca transmitir al espectador no tanto por medio de diálogos explícitos como a través de la fusión de soundscapes y pictures envolventes.

Así, la fuerza telúrica del mar se expresa tanto en el potente trabajo de fotografía como en el diseño sonoro, pleno de elementos diegéticos -el graznar de las gaviotas, el silbido del viento, el rumor de la espuma...-. También en la inquietante música extradiegética del compositor Xavier Font, con reminiscencias al universo visionario de Saura o Erice. Todos los recursos técnicos y estilísticos parecen confabularse para reflejar ese perpetuo choque entre la vida y la muerte, la furia y la placidez, la ausencia y el reencuentro.

Esa dupla en apariencia antagónica pero indisoluble entre naturaleza benévola y hostil tiene su correlato en las relaciones familiares de la protagonista, empezando por el difícil equilibrio comunicativo con su madre, incapaz de apoyar el duelo ilusorio de su hija con la misma determinación obstinada. O en las secuencias del instituto, donde Sica debe lidiar con las burlas de unas compañeras incapaces de comprender su rebeldía interior.

De la conjunción casi documental de tradición y modernidad, realismo mágico y drama íntimo con vocación etnográfica, surge el retrato de una joven incomprendida en busca de respuestas. Una búsqueda metafísica y geográfica a la vez, que es también un descubrimiento de la propia identidad a través de los otros que pueblan ese agreste y mítico litoral.

En definitiva, con sus virtudes y carencias propias de toda ópera prima, Sica nos regala momentos de belleza insondable y verdades emocionales de hondo calado, confirmando la fascinación de Carla Subirana por los paisajes del alma humana, ya sea en clave documental o de evocadora ficción.

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