Cine y series

Amanda Knox: una historia retorcida

K.J. Steinberg

2025



Por -

Un suceso que dividió a la opinión pública internacional vuelve ahora a través de la pantalla con ‘Amanda Knox: una historia retorcida’, una producción de ocho capítulos estrenada en Disney+ bajo la dirección de Michael Uppendahl y la creación de K.J. Steinberg. La serie se adentra en el caso que marcó a Amanda Knox, estudiante estadounidense acusada en Italia del asesinato de su compañera Meredith Kercher, un episodio judicial y mediático que desbordó titulares en Europa y Estados Unidos durante más de una década. Con Knox como productora ejecutiva y la presencia de Monica Lewinsky en el mismo rol, la propuesta se inserta en la corriente de relatos televisivos que revisan la manera en que la sociedad juzga a ciertas figuras femeninas, convertidas en blanco de una maquinaria mediática insaciable.

El planteamiento arranca con un tono engañosamente ligero, casi juguetón, antes de sumergirse en el ambiente opresivo que acompañó a la investigación. Esa elección estilística, inspirada en referencias cinematográficas como ‘Amélie’, contrasta con el posterior despliegue dramático, generando un arranque que desconcierta y marca desde el principio la ambivalencia formal de la serie. Tras esa introducción, la narración alterna entre los años del proceso judicial y un presente en el que Knox, ya casada y con hijos, regresa a Italia para encuentros que buscan cerrar heridas, aunque las cicatrices continúan abiertas.

La representación de los hechos se detiene en las irregularidades de la investigación: traducciones defectuosas, presiones psicológicas en los interrogatorios y pruebas forenses que quedaron en entredicho. El guion señala cómo se construyó una imagen pública de Knox que respondía más a prejuicios culturales y religiosos que a certezas judiciales. Su comportamiento juvenil, su relación afectiva con Raffaele Sollecito o incluso objetos personales fueron interpretados como síntomas de perversión. La serie recalca la manera en que ciertos comportamientos fueron magnificados por los investigadores y amplificados por la prensa sensacionalista.

Aun así, el relato no se limita a presentar a Knox como víctima absoluta. Se recogen también actitudes que contribuyeron a su incomodidad frente a la opinión pública, desde gestos excesivos de afecto con su pareja en momentos de tensión hasta reacciones aparentemente frías tras la tragedia. Esa mezcla contribuye a un retrato más complejo que evita la idealización y permite al espectador situarse en un terreno intermedio.

El personaje de Giuliano Mignini, fiscal del caso, ocupa un lugar central en la narración. Interpretado por Francesco Acquaroli, aparece como un hombre convencido de su cruzada moral, impulsado por la fe y la obsesión por hallar un sentido a un crimen que acabó convertido en espectáculo global. La serie dedica tiempo a su perspectiva, mostrando cómo su empeño lo llevó a reforzar una teoría insostenible a pesar de la presencia de pruebas que apuntaban en otra dirección. Ese enfoque otorga matices a un personaje que podría haberse reducido a un antagonista plano.

Grace Van Patten se sitúa en el centro del proyecto con una interpretación intensa que equilibra ingenuidad y resistencia. Su trabajo transmite tanto la vulnerabilidad inicial de una estudiante descolocada en un entorno desconocido como la firmeza adquirida tras años de litigios y encarcelamiento. Junto a ella, Sharon Horgan ofrece un retrato contundente de Edda Mellas, la madre de Knox, enfrentada a un proceso que la supera pero que encara con determinación. El elenco se completa con Giuseppe De Domenico como Sollecito y un conjunto de secundarios que aportan credibilidad a un drama judicial que exige mucha verosimilitud para resultar convincente.

La estructura narrativa se apoya en saltos temporales que combinan la reconstrucción del crimen y los juicios con momentos posteriores en los que Knox reflexiona sobre su propia vida. Esa fragmentación temporal refuerza la sensación de estar asistiendo a una memoria en permanente revisión, marcada por las contradicciones y las dudas que rodearon el caso. Sin embargo, ese recurso también genera un ritmo irregular que en ocasiones interrumpe la fluidez del relato.

El tratamiento de Meredith Kercher resulta uno de los aspectos más discutibles de la producción. Aunque se procura retratarla con respeto, su presencia queda reducida a recuerdos breves, eclipsada por la magnitud del drama judicial de Knox. Esa decisión dramatúrgica, quizá inevitable dado el enfoque de la serie, contribuye a que el relato se sienta incompleto para quienes esperaban un retrato más amplio de la víctima.

La dirección apuesta por una puesta en escena que oscila entre el naturalismo de los diálogos íntimos y los recursos más expresivos en los momentos de presión policial o cobertura mediática. Primeros planos sofocantes, distorsiones de sonido y un uso dramático de la iluminación transmiten la intensidad de los interrogatorios y el clima de persecución que rodeó a Knox. Estos elementos técnicos buscan situar al espectador en un lugar de incomodidad similar al que vivió la protagonista durante aquellos años.

En su conjunto, ‘Amanda Knox: una historia retorcida’ se inscribe dentro de la moda de miniseries que revisitan crímenes célebres con un enfoque autoral. Su valor reside en ofrecer un relato que no se conforma con reproducir titulares, sino que se interesa por el engranaje institucional y mediático que convirtió un asesinato en un fenómeno internacional. Aunque el resultado presenta altibajos narrativos y cierta dispersión temática, la serie mantiene la atención gracias a las interpretaciones de su reparto y a la capacidad de recordar cómo un proceso judicial se transformó en un espectáculo global.

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