Cine y series

Accidente - temporada 2

Leonardo Padrón

2025



Por -

Las segundas partes suelen despertar cierta desconfianza, pero en el caso de 'Accidente' el regreso a Netflix se siente más como una consecuencia natural que como una repetición forzada. La historia vuelve al punto donde el dolor y la culpa quedaron suspendidos, para observar qué ocurre cuando los personajes intentan continuar con una vida que ya no les pertenece del todo. Un año después de la tragedia, el relato se abre con los ecos del desastre y la voluntad de sus protagonistas por recomponer lo que se ha roto. Leonardo Padrón, junto con Gracia Querejeta y Carlos Villegas en la dirección, plantea un mundo que no busca consolar al espectador, sino confrontarlo con las ruinas morales que deja el rencor. Todo se mueve con la calma tensa de una herida que parece cerrada pero aún supura.

La historia retoma a Emiliano, encarcelado tras un suceso que costó la vida a varios niños durante una fiesta, y lo enfrenta al padre de una de las víctimas, Charro, que comparte prisión con él. Desde esa coincidencia se activa una cadena de traiciones, venganzas y silencios que contaminan a todos los personajes. La serie convierte la cárcel en un espejo de las culpas privadas y colectivas, donde cada conversación tiene el tono de una confesión sin absolución posible. Afuera, Daniela intenta sostener una normalidad imposible mientras se aferra a su trabajo y a una rutina que apenas la mantiene a flote. Su figura condensa la contradicción central de la temporada: la necesidad de seguir respirando cuando todo alrededor huele a pérdida. En paralelo, la narrativa entrecruza las historias de quienes sobrevivieron con las de aquellos que siguen atrapados en el mismo instante de la tragedia.

El guion amplía el universo de la serie con una estructura que mezcla el drama familiar con la tensión criminal, y lo hace sin renunciar a la reflexión social. La escritura observa cómo la violencia se infiltra en lo cotidiano y cómo la justicia, en lugar de reparar, prolonga el daño. Cada personaje actúa desde un impulso que parece legítimo, aunque la suma de sus actos construya un escenario éticamente resbaladizo. La serie habla de culpa, de poder y de miedo sin necesidad de convertirlos en lecciones morales. Los diálogos tienen la aspereza de lo vivido y las interpretaciones acompañan con un naturalismo que sostiene el tono de fatalidad constante. Nada se explica con grandes discursos: todo se intuye en una mirada, en un silencio, en la manera en que los personajes se mueven por espacios que ya les resultan ajenos.

El reparto sostiene el relato con una energía que equilibra contención y rabia. Bárbara de Regil se suma al elenco como un nuevo motor de conflicto, una figura que encarna el deseo de control en un entorno gobernado por el caos. Ana Claudia Talancón aporta a Daniela una vulnerabilidad que evita el sentimentalismo, mientras Eréndira Ibarra dota de cálculo y ambigüedad a su personaje, que maneja los hilos con la frialdad de quien ha aprendido a sobrevivir en un mundo hostil. Los hombres se mueven entre la desesperación y la impotencia, reflejando una masculinidad quebrada que no encuentra salida. En cada episodio se percibe una tensión colectiva: nadie confía en nadie, todos actúan impulsados por la idea de que la redención solo se consigue a través del castigo.

A medida que avanza la temporada, la serie se adentra en terrenos más políticos sin perder el pulso dramático. La prisión se convierte en metáfora de un país atrapado en su propia corrupción, donde el poder y la impunidad funcionan como extensiones del mismo problema. Las instituciones aparecen desbordadas, incapaces de ofrecer justicia, y los personajes reaccionan como pueden ante un sistema que los absorbe. Padrón retrata con claridad esa frontera entre la legalidad y la moral, y cómo cada intento de reparación termina generando nuevas fracturas. La puesta en escena refuerza este tono: planos cerrados, luz natural y una atmósfera cargada que se adhiere a los cuerpos. El entorno no acompaña, presiona. La serie utiliza ese encierro visual para recordarnos que la violencia no se limita a las armas o las peleas, también vive en las rutinas, en las relaciones de pareja, en las instituciones.

La dirección de Querejeta y Villegas apuesta por una narrativa de ritmo sostenido, sin artificios ni atajos. Lo que impulsa cada capítulo no es el suspense por lo que va a pasar, sino la observación del daño que cada decisión causa. Los movimientos de cámara son pausados, casi clínicos, y el montaje deja respirar los silencios para que el espectador sienta el peso del tiempo en los personajes. Esa elección estilística convierte la serie en un retrato de la persistencia del dolor, un dolor que se instala en la memoria y organiza la vida de quienes lo padecen. En su desarrollo se percibe un eco de los dramas sociales de Icíar Bollaín, especialmente en la manera de conectar las heridas íntimas con las colectivas.

'Accidente' ya no busca impresionar por su premisa ni escandalizar con sus giros, sino examinar cómo la tragedia moldea a las personas. Lo que comenzó como una historia de accidente y pérdida se transforma aquí en una reflexión sobre el poder del resentimiento, la desigualdad y la imposibilidad de encontrar justicia en un sistema que premia la astucia antes que la verdad. Netflix Latinoamérica ofrece a la serie un espacio de expansión que le permite mantener su tono regional, sin renunciar a una mirada crítica sobre las estructuras que condicionan la vida de sus personajes. Cada episodio concluye con una sensación de continuidad, como si el conflicto no pudiera cerrarse del todo. La serie no busca ofrecer consuelo, sino mantener vivo el eco de aquello que no se puede olvidar.

MindiesCine

Buscando acercarte todo lo que ocurre en las salas de cine y el panorama televisivo.