Cine y series

Abuela tremenda

Ana Vázquez

2026



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La historia de ‘Abuela tremenda’ arranca con una idea sencilla pero cargada de significado: el encuentro entre tres generaciones que, al convivir durante unos días, se enfrentan a todo aquello que el ritmo cotidiano había enterrado. Ana Vázquez, en su primer largometraje, elige una mirada cercana y directa hacia la familia contemporánea, sin ornamentos ni sentimentalismos. Su planteamiento se apoya en la naturalidad de las situaciones y en la tensión entre lo tradicional y lo moderno, con una intención clara de observar cómo los vínculos personales se transforman cuando los adultos viven sometidos a la prisa y a la necesidad de controlar cada aspecto de su entorno. La directora, con una larga carrera televisiva a sus espaldas, se sirve de la comedia para analizar cómo los espacios compartidos revelan lo que se esconde bajo la rutina. La película surge de una producción conjunta entre Atresmedia Cine, Feelgood Media y Kowalski Films, y su presencia posterior en Netflix amplía el alcance de una propuesta pensada tanto para el cine como para el público doméstico.

El argumento gira alrededor de Toñi, interpretada por Elena Irureta, una mujer que desbarata la imagen convencional de la abuela tranquila y conformista. Su vitalidad y su desparpajo sirven como motor narrativo y como contrapunto a la vida planificada de su hija Daniela, a la que da vida Toni Acosta. Daniela representa el agotamiento laboral de una generación atrapada en la rutina, en la que la productividad se impone sobre los vínculos personales. Entre ambas se sitúa Alexia, la nieta interpretada por Carla Pastor, que observa desde su inocencia la distancia que separa a las dos adultas. El escenario elegido, un retiro rural organizado por la empresa de Daniela, se convierte en un campo de pruebas donde las tres descubren cuánto se han alejado y cuánto necesitan escucharse. En ese entorno surgen situaciones absurdas, enfrentamientos inesperados y momentos de comprensión que funcionan como espejo de una sociedad que confunde orden con equilibrio y control con afecto.

A medida que avanza la historia, el tono de la película combina humor con observación social. Ana Vázquez utiliza las escenas más ligeras para exponer el peso de las jerarquías laborales, la competitividad entre compañeros y la falta de comunicación en los entornos profesionales. El guion de Roberto Jiménez traza personajes reconocibles: el adulador que vive de la apariencia, el trabajador que evita responsabilidades, la compañera que finge eficacia mientras delega en otros. Frente a esa galería de arquetipos, Toñi actúa como una fuerza imprevisible que desmonta las normas sin proponérselo. Su presencia en el retiro altera el equilibrio del grupo, pero también expone el vacío de quienes viven pendientes de su imagen. Esa mezcla de comedia y retrato social convierte la película en una crítica directa a la rigidez con la que muchas personas afrontan la vida adulta. Vázquez logra que el humor surja de los contrastes y no de la exageración, permitiendo que el espectador identifique en cada escena los comportamientos cotidianos que definen nuestro tiempo.

La película se adentra también en un tema generacional de gran actualidad: la educación y la forma en que las familias gestionan la libertad de los más pequeños. Toñi representa una forma de crianza basada en la curiosidad y la aventura, mientras que Daniela encarna el modelo moderno, planificado y saturado de normas. A través de Alexia se observa el punto de encuentro entre ambas, una mirada infantil que todavía conserva la capacidad de sorprenderse. La directora muestra cómo la infancia se ha visto reducida a horarios, pantallas y obligaciones, dejando poco espacio para el juego y la exploración. En ese sentido, ‘Abuela tremenda’ se convierte en un recordatorio de lo que implica crecer rodeado de vigilancia y expectativas adultas. Ana Vázquez evita la nostalgia y se centra en describir cómo los adultos han reemplazado la libertad con la seguridad, cómo el miedo a equivocarse ha desplazado la alegría de experimentar. La película utiliza la relación entre abuela y nieta para plantear un contraste entre la vida improvisada y la existencia programada.

El aspecto visual de la obra refuerza su tono naturalista. La fotografía de Andalu Vila-San-Juan aprovecha la luz del entorno rural para construir una sensación de aire limpio y de espacio abierto que contrasta con el encierro simbólico de los personajes. Las escenas en exteriores reflejan libertad y movimiento, mientras que los interiores se asocian con el orden, las reglas y la contención. El montaje mantiene un ritmo fluido que deja espacio para la observación, sin buscar artificios. La música de Fernando Velázquez, discreta y cálida, acompaña las transiciones sin imponer una emoción determinada. Ana Vázquez dirige con claridad, concentrándose en la interacción entre los actores y en la credibilidad de las situaciones. Su estilo recuerda a directores europeos que tratan lo cotidiano con una mirada práctica y sin pretensiones, como Philippe Lioret o Nanni Moretti, con quienes comparte esa capacidad para encontrar sentido en los pequeños gestos y en las conversaciones sencillas.

El guion está construido con una estructura circular que refuerza la idea de reconciliación. Las protagonistas atraviesan un proceso de cambio que las lleva a revisar su pasado y su forma de entender la familia. Toñi asume que su libertad juvenil tuvo consecuencias, Daniela aprende a relativizar la importancia del trabajo y Alexia encuentra en ambas un ejemplo de afecto imperfecto pero sincero. Vázquez evita la moralina y prefiere mostrar cómo los vínculos se transforman cuando las personas deciden escucharse sin pretender tener razón. El humor, presente durante todo el metraje, actúa como un vehículo para suavizar conflictos sin anular su gravedad. En los diálogos se percibe una mezcla de ironía y ternura que refleja la complejidad de las relaciones familiares sin exageraciones ni dramatismos.

El reparto funciona con solidez. Elena Irureta transmite energía y cercanía, construyendo un personaje que se impone sin esfuerzo. Toni Acosta proyecta la fatiga de quien intenta mantener el control de todo mientras siente que pierde lo esencial. Carla Pastor aporta naturalidad y equilibrio al conjunto, representando la mirada limpia que observa y aprende. Los secundarios amplían el retrato colectivo y aportan credibilidad a las escenas laborales. Ana Vázquez dirige con confianza, dejando espacio a la improvisación y a la reacción genuina entre los intérpretes. Esa forma de trabajar permite que las situaciones fluyan sin rigidez, reforzando la coherencia entre el tono cómico y la carga crítica de la historia.

‘Abuela tremenda’ se consolida como una comedia sobre los vínculos familiares en tiempos de control y prisa, donde cada generación intenta adaptarse a un mundo que cambia más rápido que su capacidad de entenderlo. Ana Vázquez plantea un retrato directo de la convivencia entre madres, hijas y nietas, con conflictos reconocibles y sin adornos innecesarios. Su mirada combina sencillez narrativa y observación social, demostrando que la comedia puede servir para analizar realidades complejas sin perder ligereza. El resultado es una película que invita a pensar en cómo se convive, cómo se educa y qué lugar ocupa la libertad dentro de una familia que, pese a sus diferencias, comparte la necesidad de seguir unida.

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