Especial

Wednesday y su emocionante cancionero brutalista de todo lo que pasamos por alto



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‘Bleeds’ abre un territorio de canciones que laten como heridas expuestas. El nuevo trabajo de Wednesday, con Karly Hartzman al frente y acompañada por MJ Lenderman, Xandy Chelmis, Ethan Baechtold y Alan Miller, expone una escritura donde lo íntimo y lo colectivo, lo grotesco y lo tierno, lo banal y lo trágico conviven en un mismo espacio. El disco funciona como un archivo vital en el que los recuerdos emergen sin orden, en forma de escenas que se entrelazan y revelan verdades profundas.

Desde el arranque de ‘Reality TV Argument Bleeds’, Hartzman sitúa al oyente en un escenario incómodo y magnético: “Pickin the ticks off of you”. El gesto resulta a la vez entrañable y desagradable, un detalle mínimo que revela la capacidad del grupo para iluminar la vulnerabilidad desde ángulos insospechados. Poco después, la imagen “Look back and watch the engine blow / Through the darkness and the dripping snow” transforma una avería en plena carretera nevada en metáfora del colapso emocional. La vida, en este universo, se despliega como un trayecto inestable en el que cualquier chispa puede arrastrar a la ruina.

La crudeza alcanza un punto esencial en ‘Townies’. Hartzman canta “You sent my nudes around / I never yelled at you about it cause you died”, y condensa en apenas dos versos humillación, rabia y duelo. La confesión se formula con tono seco, casi como un rumor compartido en la barra de un bar. Esa sencillez permite que la experiencia íntima adquiera una dimensión generacional: la violencia ejercida sobre los cuerpos adolescentes, la reputación forzada, la imposibilidad de reparación. El pueblo se convierte en un escenario en el que la memoria permanece atrapada, sin posibilidad de escape.

‘Wound Up Here (By Holdin On)’ ofrece otro registro de esa escritura que observa sin filtros. “Found him drowned in the creek / Face was puffy” resuena como un parte policial. La frialdad de la descripción contrasta con la insistencia del estribillo, “I wound up here by holdin on”. La repetición dibuja la paradoja de la resistencia: mantenerse con vida implica soportar un peso insoportable. La canción transmite la sensación de que la permanencia también puede destruir, que aferrarse a lo conocido conlleva un desgaste tan grande como la pérdida.

La risa surge en medio del desastre. En ‘Phish Pepsi’, Hartzman recuerda: “We watched a Phish concert and Human Centipede / Two things I now wish I had never seen”. La yuxtaposición entre un concierto improvisado y la película ‘Human Centipede’ genera un efecto grotesco y cómico a la vez. La memoria se presenta como un collage absurdo: fiestas de instituto, funerales retransmitidos por streaming, borracheras bajo un árbol de Navidad. Cada detalle trivial adquiere un peso inesperado. Wednesday logran que lo ridículo se convierta en emblema de lo humano.

La violencia cotidiana alcanza una densidad brutal en ‘Pick Up That Knife’. El verso “Cracked my tooth on a cough drop” convive con la confesión “Threw up in the pit at the Death Grips show”. El estribillo sentencia: “When you pick up that knife you were askin for a fight”. La sucesión de imágenes construye un retrato de descontrol continuo, en el que cualquier gesto desencadena la posibilidad del desastre. La canción funciona como síntesis del clima general del disco: un mundo donde la violencia impregna incluso los actos más triviales.

Sin embargo, entre la crudeza se abren espacios de ternura torcida. En ‘Elderberry Wine’, Hartzman canta “Roll one up say it’s mostly CBD / Say I wanna have your baby”. El contraste entre el pasatiempo banal y la confesión trascendental revela la fragilidad de los vínculos. El estribillo, “But everybody gets along just fine / Cause the champagne tastes like elderberry wine”, suena como mantra irónico. La convivencia se sostiene en simulacros, en sucedáneos que imitan celebraciones auténticas. La canción retrata la convivencia como un pacto de engaño compartido, dulce y amargo al mismo tiempo.

‘The Way Love Goes’ se erige como momento de desnudez total. “Oversold myself / On the night we met” encierra la sensación de haber prometido más de lo posible. La voz de Hartzman se sostiene sobre un acompañamiento sobrio, y la canción se convierte en un retrato de la vulnerabilidad que atraviesa todo el disco. Wednesday muestran aquí que la intimidad también puede escribirse desde el reconocimiento de los límites.

El humor ácido regresa en ‘Gary’s II’. La historia de un hombre que pierde los dientes tras una pelea y acaba con prótesis dentales a los treinta y tres años culmina con un detalle inolvidable: “I always did wonder how your teeth stayed so nice / when the only thing you drink is Pepsi”. La anécdota grotesca se transforma en comentario sobre precariedad y azar. La risa, en este caso, funciona como forma de documentar lo absurdo de la vida cotidiana.

El conjunto instrumental sostiene esta escritura con un equilibrio preciso. La guitarra de MJ Lenderman refuerza la aspereza de la voz de Hartzman, mientras la pedal steel de Xandy Chelmis expande una resonancia melancólica que se clava en el fondo de cada canción. Ethan Baechtold aporta bajo y piano con un peso contenido y Alan Miller marca con la batería un pulso que oscila entre calma tensa y estallido. La producción de Alex Farrar conserva la inmediatez y da forma a un sonido que parece registrar escenas en directo, como si cada canción se grabara en el mismo instante en que ocurre.

El sur estadounidense se filtra en cada detalle, aunque sin caer en estereotipos de género o clichés de estilo. Los incendios en descampados, los jerseys colgados como reliquias, los juggaloes cantando en un porche antes de aparecer en un cartel de “wanted”, los rumores de pueblo que atraviesan generaciones: todo aparece integrado en un mosaico coral que evita la romantización. La mirada de Wednesday recoge la crudeza de ese paisaje, con su violencia, su precariedad y su humor como estrategia de resistencia.

En ‘Carolina Murder Suicide’, Hartzman entona “I wondered if grief could break you in half”. El verso surge tras una escena policial descrita con sobriedad, y convierte un hecho local en pregunta universal. La canción evidencia cómo el duelo puede fracturar la existencia entera. En ‘Bitter Everyday’, la línea “the sweetest parts of life keep getting bitter everyday” condensa el desencanto que recorre todo el disco. La dulzura se torna amargura, los instantes luminosos se deterioran con el tiempo.

‘Candy Breath’ aporta una de las imágenes más contundentes del álbum: “everyone’s divorced”. La frase se lanza en medio de un paisaje de peleas y basura, y resume el desmoronamiento de los vínculos afectivos. Wednesday convierten esa sentencia en radiografía generacional, un retrato de la fragilidad de los lazos contemporáneos. El humor ácido evita el hundimiento y permite que la constatación de la ruina se viva con una risa nerviosa.

El título del álbum resume la propuesta estética: ‘Bleeds’ se construye desde la filtración. Todo sangra: lo íntimo hacia lo público, lo cómico hacia lo trágico, lo trivial hacia lo sublime. La estructura del disco imita el desorden de la memoria, con escenas que emergen sin linealidad y se encajan unas con otras como fragmentos de un diario colectivo. Hartzman convierte lo cotidiano en materia poética, y la banda lo sostiene con un sonido que alterna crudeza y lirismo.

Lo que queda al final es un espejo irregular. En él se reflejan cicatrices personales y colectivas, imágenes grotescas y confesiones tiernas, anécdotas absurdas y tragedias comunitarias. Wednesday han creado un lenguaje capaz de capturar la vulnerabilidad contemporánea sin filtros, con crudeza y con humor. ‘Bleeds’ late como archivo de lo humano: un territorio donde el dolor se canta a gritos, la memoria se deforma y la risa convive con las lágrimas.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.