En el panorama musical del Reino Unido, pocas formaciones han atravesado un recorrido tan accidentado como el de Doves, un trío que ha hecho de la persistencia su motor creativo. Su historia es la de una evolución sonora que parte de la electrónica de los años noventa, muta en una arquitectura de guitarras expansivas, y acaba consolidándose en un cuerpo sonoro que oscila entre lo atmosférico y lo cinematográfico. Todo ello atravesado por momentos de pérdida, renacimiento y un compromiso constante con la musicalidad colectiva que a bien seguro nos los mostrarán en su próxima actuación en el Festival Tomavistas.
Los hermanos Jez y Andy Williams, junto a Jimi Goodwin, iniciaron su andadura bajo el nombre de Sub Sub, un proyecto orientado a la pista de baile que alcanzó un éxito inesperado con el tema 'Ain’t No Love (Ain’t No Use)'. Aquel hito, sin embargo, no fue un punto de llegada, sino de transición. El incendio que destruyó su estudio en Ancoats en 1996 se convirtió en el catalizador de un nuevo enfoque sonoro. Con la desaparición de Sub Sub, los tres músicos comenzaron a gestar una estética marcada por el uso de instrumentos orgánicos, estructuras más complejas y una producción en la que los matices juegan un papel estructural.
Desde sus inicios como Doves, la banda estableció una firma estilística que se nutre tanto del legado postpunk de Manchester como de una búsqueda continua de texturas. En 'Lost Souls' (2000), su debut discográfico, ya se percibe esta inclinación hacia lo etéreo, con capas de guitarras procesadas, secciones rítmicas con acentos sincopados y un tratamiento vocal que se desliza entre el lamento y la evocación. Canciones como 'The Cedar Room' o 'Break Me Gently' demuestran una capacidad para generar tensión dinámica a través del uso de progresiones armónicas envolventes y estructuras que eluden la linealidad convencional.
La continuación llegó con 'The Last Broadcast' (2002), álbum que consolidó su presencia en la escena británica. Aquí se percibe un refuerzo melódico más directo, sin abandonar el trabajo de producción minucioso. Temas como 'There Goes the Fear' o 'Pounding' muestran una mayor inmediatez sin comprometer la complejidad rítmica ni la riqueza tímbrica que caracteriza a la banda. De hecho, el uso del delay, los sintetizadores analógicos y las capas corales se intensifica, dotando al disco de un carácter expansivo.
En 'Some Cities' (2005), Doves abordaron una paleta más austera pero no menos eficaz. El álbum explora estructuras más compactas, con un uso más marcado de la percusión y el piano eléctrico como elementos generadores de ritmo. El enfoque aquí no es tanto el crescendo épico como la modulación de intensidad a través del fraseo instrumental y las inflexiones vocales. El trío parecía decidido a no repetir fórmulas y ello se refleja en la forma en que cada corte construye su identidad desde una base rítmica sólida y arreglos cuidadosamente equilibrados.
El siguiente capítulo, 'Kingdom of Rust' (2009), supuso un regreso a la ambición sonora, con canciones que integran cuerdas, elementos electrónicos y líneas melódicas que dialogan con géneros como el krautrock y la psicodelia británica de los años setenta. La producción adquiere aquí una dimensión cinematográfica más explícita, en temas como 'Jetstream' o 'Compulsion', donde el empleo de secuenciadores, efectos modulados y sintetizadores analógicos se convierte en un cuarto instrumento, como han señalado los propios integrantes en más de una ocasión.
El hiato posterior marcó un periodo de repliegue creativo, que derivó en proyectos paralelos como Black Rivers por parte de los hermanos Williams y el álbum en solitario de Goodwin. No obstante, el regreso en 2020 con 'The Universal Want' supuso una reafirmación de su capacidad para canalizar las circunstancias en forma de paisajes sonoros densos y cohesionados. El disco, que alcanzó el número uno en las listas británicas, combina lo melódico con lo atmosférico, integrando progresiones armónicas disonantes, reverberaciones largas y una percusión que oscila entre lo orgánico y lo programado.
La aparición de 'Constellations for the Lonely' en 2025 representa quizá su obra más articulada desde el punto de vista conceptual y tímbrico. Concebido en un contexto de dificultades personales —entre ellas, las recaídas de Goodwin y la pérdida de su estudio— el álbum se erige como un compendio de formas sonoras en el que cada miembro del grupo aporta voz, composición e instrumentación. Lejos de funcionar como una estructura jerárquica, Doves mantiene una lógica de trabajo cooperativo que permite que cada canción encuentre su forma idónea según el timbre y el fraseo de quien la interprete.
El sencillo 'Cold Dreaming' destaca por su construcción orquestal con claras referencias al trabajo de David Axelrod. Aquí, la influencia del soul setentero se filtra a través de un filtro contemporáneo, con arreglos de cuerda sampleados, líneas de bajo sincopadas y un tratamiento vocal compartido que refuerza el carácter dual de la composición. La inclusión de un motivo melódico reciclado de temas anteriores, como 'Jetstream', demuestra una voluntad de establecer una narrativa interna dentro del repertorio, jugando con la recurrencia melódica como elemento de cohesión.
'Renegade', por su parte, se adentra en un territorio más sintético, con guiños explícitos a Vangelis y una construcción armónica basada en modos menores y armonías suspendidas. El uso de la glissando descendente, un recurso típico del sonido de 'Blade Runner', refuerza la carga evocadora del tema, mientras que la elección de los registros vocales remite a figuras como Scott Walker. Este tipo de referencias no solo enriquecen la experiencia auditiva sino que evidencian el bagaje cultural y estético del trío.
El álbum cierra con 'Southern Bell', una composición que alterna voces y que hace uso de modulaciones modales para acentuar el carácter finalista del corte. La interacción vocal entre Jez y Jimi dota de peso emocional a una letra que, más que narrar, sugiere imágenes. El uso de armonías abiertas y una producción espacializada permiten que la canción respire, creando una sensación de clausura sin necesidad de caer en la grandilocuencia.
Más allá de sus discos, Doves ha demostrado ser un grupo de directo, capaz de adaptar su repertorio a las circunstancias más adversas. La reciente decisión de continuar con la gira sin Goodwin, quien se encuentra centrado en su recuperación personal, muestra una madurez poco habitual en la industria. Con el respaldo de nuevos músicos en escena y el trabajo vocal compartido entre los hermanos, la banda ha conseguido preservar su esencia sin renunciar a la evolución.
Lo que emerge, tras casi tres décadas de trayectoria, no es solo una discografía sólida, sino una ética de trabajo que prioriza la musicalidad colectiva, la exploración sonora y la integridad artística. Doves ha atravesado incendios, cancelaciones, pérdidas personales y transformaciones estilísticas sin perder el norte de su propuesta. En 'Constellations for the Lonely', esa constancia se convierte en forma, en sonido y en sustancia.
