El regreso de Radiohead a los escenarios europeos, tras una pausa que supera el lustro, genera un tipo de expectación que trasciende la simple curiosidad por un repertorio. Lo que la banda británica ha construido a lo largo de tres décadas no responde a una nostalgia de los noventa ni a un apego a su catálogo más celebrado, sino a la posibilidad de asistir a una nueva lectura de sí mismos. La cita en Madrid, anunciada dentro de un calendario de conciertos escaso y cuidadosamente diseñado, parece orientarse más hacia la revisión de una idea sonora que hacia el recuerdo. Si los últimos conciertos de 2018 sirven como punto de partida, especialmente los del 29 de julio en Boston y los del 31 de julio y 1 de agosto en Filadelfia, el grupo podría enfrentarse a un ejercicio de reinterpretación donde las canciones actúan como un archivo vivo susceptible de alterarse sin aviso previo. En ese proceso, cada pieza se comporta como una memoria que se resiste a fijarse y cada concierto adquiere un valor de recomposición.
El material de ‘A Moon Shaped Pool’, último trabajo de estudio hasta la fecha, dominaba sus presentaciones anteriores y no resulta improbable que siga ocupando un lugar central. Piezas como ‘Daydreaming’, ‘Ful Stop’ o ‘Desert Island Disk’ condensan el tono meditativo y la sensación de deriva que definieron aquella etapa, mientras que ‘The Numbers’ o ‘Decks Dark’ podrían reaparecer como contrapuntos rítmicos dentro de un repertorio que se mueve entre la calma y la agitación controlada. Sin embargo, el tiempo transcurrido y los proyectos paralelos de sus integrantes sugieren una posible transformación de esas composiciones, quizá más desnudas, con mayor énfasis en la interacción entre la voz y la base armónica. Esa tendencia, perceptible en sus actuaciones previas, podría trasladarse a esta gira como un modo de unir pasado y presente sin necesidad de ruptura.
La presencia de piezas históricas parece inevitable. ‘Paranoid Android’ y ‘Karma Police’ han funcionado como puntos de anclaje en casi todas las giras, no tanto por su popularidad como por su capacidad de integrar distintos periodos de la banda. Estas pueden aparecer como pilares dentro del repertorio madrileño, sirviendo de puente entre la era de ‘OK Computer’ y el presente. Junto a ellas, canciones como ‘Everything In Its Right Place’ o ‘Idioteque’ continúan representando la faceta más sintética de su sonido, donde la repetición rítmica actúa como motor y las variaciones vocales se convierten en una suerte de diálogo con la tecnología. Resulta plausible que estas piezas vuelvan a ocupar un espacio destacado, quizá combinadas con fragmentos de ‘Kid A’ y ‘Amnesiac’ reconfigurados con un enfoque distinto.
Las composiciones de ‘In Rainbows’ mantienen un atractivo particular por su equilibrio entre organicidad y precisión. ‘Weird Fishes/Arpeggi’, ‘15 Step’ o ‘Reckoner’ aparecieron con frecuencia en la gira de 2018 y pueden volver a hacerlo, aunque probablemente en versiones más contenidas. El carácter cíclico de esas canciones, donde las líneas de guitarra y percusión se entrelazan en espirales continuas, ofrece un terreno fértil para la improvisación controlada, una cualidad que la banda ha cultivado con creciente naturalidad. La posibilidad de que ‘House of Cards’ o ‘Nude’ reaparezcan refuerza la idea de un bloque intermedio dedicado a explorar el aspecto más atmosférico de su catálogo, sin depender de la espectacularidad escénica ni de la intensidad sonora.
Al observar los últimos repertorios, resulta evidente que Radiohead distribuyen sus canciones con una lógica de respiración más que de cronología. La alternancia entre piezas recientes y composiciones antiguas funciona como un sistema de tensión y alivio, donde el público transita de la contención de ‘Pyramid Song’ al impulso físico de ‘Bodysnatchers’. Ese movimiento pendular podría repetirse en Madrid, aunque con un matiz distinto: la incorporación de material nuevo o reimaginado. Thom Yorke ha interpretado en solitario canciones inéditas en sus giras recientes, y algunas de ellas podrían integrarse por primera vez en un contexto de banda completa. No se trataría de estrenos vistosos, sino de pequeñas incursiones en territorios aún indefinidos, coherentes con la tendencia del grupo a revelar su evolución de forma discreta.
Las rarezas y versiones ocasionales, como ‘Spectre’ o ‘Talk Show Host’, también podrían tener presencia, sobre todo en los bises. La primera, compuesta para una producción cinematográfica pero descartada del montaje final, ha adquirido un significado especial dentro del repertorio del grupo, como símbolo de un desencuentro entre el arte y la industria. Su inclusión en el cierre de un concierto generaría un efecto de suspensión, una despedida que no se resuelve. Por su parte, ‘Talk Show Host’, pieza surgida de la era de ‘The Bends’ pero convertida en culto tras su aparición en una banda sonora, funciona como recordatorio del tránsito entre los comienzos y la madurez creativa. Su eventual regreso serviría para enlazar las primeras etapas con el presente sin recurrir a la nostalgia.
Las canciones de ‘Hail to the Thief’, como ‘2 + 2 = 5’ o ‘There There’, conservan una carga política y rítmica que podría adquirir un nuevo sentido en el contexto actual. Las tensiones globales, la sobreexposición tecnológica y el discurso de vigilancia permanente encuentran eco en aquellas composiciones, de modo que su recuperación en directo ofrecería un comentario indirecto sobre el clima contemporáneo. Radiohead no suelen realizar declaraciones explícitas, pero la selección de repertorio actúa a menudo como una forma de posicionamiento. Incluir piezas de esa etapa equivaldría a una lectura actualizada de los mismos conflictos que inspiraron el álbum en 2003.
Resulta difícil imaginar un regreso sin la reinterpretación de ‘How to Disappear Completely’. La canción, con su frase “I’m not here, this isn’t happening”, continúa funcionando como eje de sus conciertos. Su inclusión en los momentos finales podría conservar el carácter de retirada parcial ante el exceso del entorno. En un contexto pospandémico, ese sentimiento adquiere una resonancia distinta, más cercana a la observación del vacío que a la resignación.
El diseño de la gira sugiere una estructura más reducida en número de fechas, lo que refuerza la idea de conciertos concebidos como acontecimientos singulares. La elección de repertorio podría variar de una noche a otra, manteniendo un núcleo estable de canciones y modificando los márgenes. Esa estrategia, habitual en la banda, evita la previsibilidad y convierte cada actuación en una lectura específica del momento. Si el patrón de 2018 sirve de guía, con los conciertos de Boston y Filadelfia como última referencia, la presencia de entre veinte y veinticuatro piezas parece probable, con un bloque central articulado entre ‘A Moon Shaped Pool’, ‘Kid A’ y ‘In Rainbows’, y un cierre alternante entre clásicos de ‘OK Computer’ y selecciones más recientes.
Más allá del repertorio concreto, lo que se anticipa es una forma de concierto concebida como ensayo continuo. Radiohead han demostrado que cada interpretación altera el significado de la anterior, y esa cualidad convierte su retorno en algo más que un acontecimiento musical. Madrid recibirá a una banda que ya no busca reafirmar su pasado, sino examinarlo desde otra distancia. Las canciones, lejos de presentarse como reliquias, se comportarán como cuerpos abiertos al cambio, capaces de absorber el tiempo transcurrido y devolverlo transformado. En esa mutación reside la esencia de su persistencia.