Baltimore siempre ha tenido algo de puerto salvaje. Allí donde el ruido del hardcore convivía con el funk, el rap y el soul de los coches que pasaban, surgieron Turnstile hace ya más de una década. Cinco amigos con más energía que certezas, que empezaron tocando en garajes y salas donde el sudor caía del techo, y que acabaron cambiando las coordenadas del rock moderno. Hoy llenan festivales, sacan discos que aparecen en listas de lo mejor del año y colaboran con artistas de otros mundos. ¿Cómo pasaron de grabar maquetas caseras a trabajar con Mike Elizondo, productor de Dr. Dre o Fiona Apple? La historia de Turnstile no se entiende sin su manera de desafiar todo lo que se daba por hecho en su escena.
Cuando lanzaron su primer disco, ‘Nonstop Feeling’ (2015), todavía eran un grupo de circuito hardcore con hambre de algo distinto. Lo grabaron en Salad Days Studios con Brian McTernan, un productor que ya había trabajado con bandas de su zona. Aquellas canciones eran una mezcla de riffs de la vieja escuela neoyorquina, ritmos con aire de hip hop y una actitud que no encajaba del todo con el canon del momento. En los conciertos, Brendan Yates no paraba quieto: daba volteretas, empujaba los amplis, se lanzaba al público. En los ensayos, hablaban tanto de Bad Brains como de Red Hot Chili Peppers. Esa mezcla se notaba en canciones como ‘Gravity’ o ‘Fazed Out’, donde la dureza se encontraba con un tipo de groove que no era habitual en el género.
Una anécdota de aquellos años cuenta que en una gira con Madball, los veteranos del hardcore quedaron tan sorprendidos con su directo que se acercaron a felicitarlos. En una escena donde los códigos son estrictos, que los mayores los reconocieran ya era una victoria. ‘Nonstop Feeling’ no solo servía para bailar, sino que demostraba que se podía sonar potente sin parecer una copia de los clásicos. El tema ‘Blue by You’ rompía todos los esquemas: una canción con melodías limpias y un aire melancólico que se coló en playlists donde nadie esperaba encontrar a una banda hardcore. Aquel disco no vendió miles de copias, pero fue el inicio de algo.
En 2018 llegó ‘Time & Space’, el álbum que los colocó definitivamente en el mapa internacional. Grabado con Will Yip y publicado por Roadrunner Records, mostraba a un grupo que ya no cabía en los márgenes del hardcore. Lo curioso es que, pese a tener un sonido más ambicioso, lo grabaron en pocas semanas, casi como si fuera un directo. El resultado fue un torbellino de 25 minutos donde no sobraba ni un segundo. Canciones como ‘Generator’ o ‘(Lost Another) Piece of My World’ mezclaban la urgencia de Leeway con la claridad melódica de Blur o incluso de Oasis, según reconocían ellos mismos. El disco tenía detalles que pocos habrían imaginado: un tema con producción de Diplo, arreglos de piano en ‘High Pressure’ y colaboraciones con Tina Halladay, de Sheer Mag.
Durante la gira de ‘Time & Space’, Turnstile pasaron por medio mundo. Tocaron en pequeños festivales europeos, en Asia y hasta en Corea del Sur. No eran solo los conciertos: era su manera de conectar con la gente. Brendan solía bajar del escenario para cantar entre el público, mientras el bajista Franz Lyons, apodado “Freaky Franz”, movía el cuello como si el ritmo lo poseyera. Ese carisma los convirtió en un fenómeno que trascendía el género. De hecho, ‘Time & Space’ se convirtió en disco del año para Kerrang! y les abrió puertas que antes parecían imposibles.
Después vino un periodo extraño. En 2020, mientras el mundo se detenía, aprovecharon para experimentar desde casa. De esas sesiones salió ‘Share a View’, una colaboración con el productor australiano Mall Grab que transformaba canciones suyas en piezas cercanas al house y la electrónica. Nadie en su entorno entendía muy bien qué estaban haciendo, pero Turnstile parecían cómodos en esa confusión. El paso siguiente fue ‘Turnstile Love Connection’, un EP acompañado de un cortometraje dirigido por Yates. Esa mezcla de música y cine anticipaba la estética que alcanzaría su punto máximo en ‘GLOW ON’ (2021).
Con ‘GLOW ON’, Turnstile firmaron un salto gigantesco. Para empezar, eligieron a Mike Elizondo como coproductor, alguien que venía del mundo del hip hop y del pop sofisticado. El resultado fue un disco que sonaba claro, enorme, sin perder el nervio. Canciones como ‘Holiday’, ‘Blackout’ o ‘T.L.C. (Turnstile Love Connection)’ parecían diseñadas para explotar en directo, pero tenían una calidez poco común. En ‘Alien Love Call’, junto a Blood Orange, lograron un medio tiempo casi espiritual, y en ‘Don’t Play’, un guiño a la locura de los noventa, se atrevieron a incluir bongos y un solo de guitarra digno de un disco de hair metal.
Durante la grabación, el grupo jugó con capas de percusión y efectos que nunca habían probado. Daniel Fang usó cajas de ritmo y reverbs de estudio prestadas por Elizondo, y Yates grabó parte de las voces en una habitación a oscuras, buscando una sensación de flotación. Se notaba que querían hacer un disco con textura y, sobre todo, con sorpresa. El público respondió: ‘GLOW ON’ entró en las listas de ventas, los llevó a los Grammy con tres nominaciones y consolidó su reputación como una banda capaz de mover a la crítica y a los fans por igual.
En medio de la gira mundial llegó el golpe: Brady Ebert, uno de los guitarristas fundadores, salió del grupo tras un conflicto interno. Turnstile siguieron adelante con una determinación admirable, incorporando primero a Greg Cerwonka y más tarde a Meg Mills, guitarrista británica de Big Cheese. Con ella ganaron un matiz distinto: una forma más melódica de tocar, con acordes abiertos y un uso del feedback que recordaba al shoegaze. Mills no tardó en convertirse en pieza clave.
Durante los años siguientes, Turnstile parecieron vivir en perpetuo movimiento. Giraron con My Chemical Romance, con Blink-182, aparecieron en festivales gigantes y colaboraron cada vez con más artistas de otros estilos. En 2023 publicaron ‘New Heart Designs’ junto a BADBADNOTGOOD, donde revisitaban tres temas de ‘GLOW ON’ con una mezcla de jazz y ambient. En esas sesiones se empezó a gestar el sonido que acabaría definiendo ‘Never Enough’.
El nuevo disco llegó en junio de 2025 y confirmó lo que muchos sospechaban: Turnstile ya no eran solo una banda hardcore, sino un grupo capaz de moverse por cualquier territorio sin perder identidad. ‘Never Enough’ arranca con el tema del mismo nombre, una canción expansiva donde guitarras etéreas se mezclan con bases musculosas y un estribillo que se clava desde la primera escucha. Lo interesante es que no hay una fórmula: cada pista tiene su propio carácter. ‘Sole’ y ‘Birds’ recuperan el espíritu de los primeros tiempos, puro desahogo y riffs para saltar; ‘I Care’ se atreve con un aire casi de pop veraniego; ‘Seein’ Stars’ suena a fiesta con bajos elásticos y coros luminosos.
En ‘Look Out for Me’, el grupo se permite siete minutos de viaje, empezando con un ataque punk para acabar entre sonidos electrónicos inspirados en el Baltimore club. En esa canción incluso incluyen un sample de The Wire, la serie que retrató la ciudad donde crecieron. No hay casualidad: Turnstile siempre han reivindicado sus raíces locales, esa mezcla de crudeza y ritmo que caracteriza a Baltimore.
El disco cuenta con una lista de invitados impresionante: BADBADNOTGOOD aportan metales en ‘Dreaming’, Blood Orange y Hayley Williams hacen coros en ‘Seein’ Stars’, Shabaka Hutchings toca la flauta en ‘Sunshower’ y A.G. Cook remezcla ‘Dull’ con su toque electrónico. Sin embargo, la esencia sigue siendo la misma. Yates canta con una convicción que atraviesa cada pista, mientras Fang y Lyons mantienen la base rítmica firme, casi telepática.
En cuanto a las letras, Yates se muestra más abierto que nunca. Habla del vértigo de crecer, del cansancio tras el éxito, de la dificultad de mantener la energía cuando todo alrededor se acelera. Pero lo hace sin dramatismo: su voz rasgada y sus coros pegadizos convierten el malestar en pura electricidad. En los ensayos, cuentan que solían bromear diciendo que ‘Never Enough’ era “su disco feliz sobre estar agotados”. Esa ironía lo resume bien: Turnstile han aprendido a reírse de la presión sin dejar de avanzar.
A lo largo de su carrera, el grupo ha acumulado momentos curiosos. En 2022, por ejemplo, participaron en una Tiny Desk Session de la NPR donde lograron que el público se levantara a saltar entre escritorios. En 2024 lanzaron su propia línea de zapatillas con Converse, diseñadas por ellos mismos, con colores inspirados en las luces del videoclip de ‘Holiday’. Y antes del lanzamiento de ‘Never Enough’, organizaron un concierto gratuito en Baltimore para recaudar fondos para una organización de ayuda sanitaria local. Tocaron durante dos horas, mezclando clásicos con los nuevos temas, frente a un público de todas las edades.
Esa mezcla de compromiso y entusiasmo ha hecho de Turnstile algo raro: una banda que crece sin perder su energía inicial. En los conciertos actuales, cuando suenan ‘Holiday’ o ‘Mystery’, el público canta a pleno pulmón, pero cuando llegan ‘I Care’ o ‘Dreaming’, el ambiente se relaja y el ritmo se vuelve casi hipnótico. Es un equilibrio que pocos grupos consiguen: intensidad y alegría a partes iguales.
Si se repasa su trayectoria completa, hay un hilo constante: la búsqueda de movimiento. En ‘Nonstop Feeling’, ese movimiento era físico, puro salto y adrenalina. En ‘Time & Space’, era expansión: abrir las ventanas del hardcore a otros sonidos. En ‘GLOW ON’, el movimiento fue interior, una especie de viaje hacia lo sensorial. Y con ‘Never Enough’, Turnstile parecen haber encontrado un punto de madurez donde la energía se mezcla con una mirada más amplia, casi cinematográfica.
Y quizá esa sea la clave. Turnstile han conseguido mantener el espíritu de sus inicios, la urgencia, la comunidad y la diversión, mientras crecían sin límites. No han necesitado discursos solemnes ni etiquetas para hacerlo. Solo ritmo, sudor, amistad y una fe inquebrantable en que la música, cuando se toca con el cuerpo entero, siempre está viva.
Turnstile estarán actuando próximamente en Barcelona y Madrid.
