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Nuestros discos favoritos de lo que llevamos del 2025



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Con más de medio año recorrido, ya podemos mirar atrás y destacar algunos de los discos que han dado forma a 2025 hasta ahora. En este artículo reunimos una selección de nuestros álbumes favoritos publicados en los últimos meses, una muestra diversa que refleja distintos enfoques, géneros y maneras de entender la música en un momento en el que los lanzamientos siguen llegando con ritmo constante. Hay espacio para propuestas íntimas y minimalistas, así como para producciones más ambiciosas y expansivas. Algunos trabajos destacan por su capacidad para construir una atmósfera muy personal; otros, por su solidez compositiva o su carga emocional. También encontramos debuts que plantean nuevas direcciones y discos de artistas ya consolidados que han sabido renovarse o afianzar su lenguaje. Compartimos aquí aquellos discos que, por su sonido, sus letras o el momento en que llegaron, han dejado una marca en nuestra redacción. Han estado presentes en nuestras escuchas diarias, nos han acompañado en trayectos, descansos o momentos de concentración, y siguen teniendo algo que ofrecer con cada repetición.


Alex G – 'Headlights'

En 'Headlights', Alex G construye una serie de canciones que capturan la tensión entre permanecer y transformarse, explorando el reconocimiento íntimo en un contexto de mayor visibilidad. A través de temas como 'June Guitar', 'Afterlife' o 'Beam Me Up', el álbum presenta escenas donde la fragilidad emocional y el impulso creativo se cruzan con naturalidad. La voz cambia de registro, combinando personajes, modulaciones y texturas procesadas. El disco combina pasajes acústicos y elementos electrónicos, con mandolinas, sintetizadores y distorsiones que refuerzan una estructura cohesionada. Las letras sugieren, despliegan impresiones y observaciones desde una sensibilidad que apunta a lo cotidiano sin subrayados. En sus momentos finales, piezas como 'Is It Still You In There?' o 'Logan Hotel' extienden las preguntas centrales del álbum, sosteniendo una narrativa abierta. 'Headlights' transita espacios afectivos con claridad contenida, afirmando su dirección sin necesidad de resoluciones explícitas.


Bedridden – 'Moths Strapped To Each Other’s Backs'

Las canciones de 'Moths Strapped To Each Other’s Backs' capturan una energía desbordada que no se filtra ni se organiza, sino que se lanza sin rodeos al centro del ruido cotidiano, donde cada escena arrastra un peso que no ha sido digerido. Bedridden entrega un debut tenso y saturado, donde las letras no narran con distancia sino desde el impacto inmediato, como si aún estuvieran atrapadas en la habitación donde todo ocurrió. Desde 'Gummy' hasta 'Ring Size', el álbum se instala en el borde del colapso, sin buscar alivio ni conclusión. Las guitarras rugen, los ritmos se fracturan y las voces cargan con la urgencia de lo que no ha terminado de decirse. Canciones como 'Etch', 'Chainsaw' o 'Philadelphia, Get Me Through' apuestan por estructuras que se desgastan sobre sí mismas, reforzando un clima donde el desencuentro y la saturación dominan. En 'Uno' o 'Bonehead' se introduce una ironía amarga que evita cualquier gesto redentor, mientras que 'Ring Size' ofrece una salida ambigua, apenas insinuada. Bedridden no ornamenta ni simplifica: expone un archivo de fricciones donde el caos no se representa, sino que se reproduce con una crudeza que suena tan directa como real. Con 'Moths Strapped To Each Other’s Backs', el grupo construye un disco urgente, desigual y frontal, donde cada canción se sostiene en su propio desequilibrio.


Destroyer – 'Dan’s Boogie'

Una sucesión de escenas desarmadas, frases interrumpidas y gestos que se repliegan sobre sí mismos da forma a 'Dan’s Boogie', un álbum donde Destroyer convierte el desplazamiento constante en su única brújula. Lejos de buscar claridad o linealidad, el disco se presenta como un recorrido quebrado donde cada canción parece desafiar la posibilidad de un centro. En 'The Same Thing as Nothing at All', el intento de organizar la melodía se queda en su esqueleto, estableciendo desde el inicio una lógica de búsqueda más que de afirmación. Con 'Hydroplaning Off the Edge of the World', esa deriva se acentúa: las palabras flotan sin necesidad de destino, y los teclados expanden el espacio sin concretarlo. 'The Ignoramus of Love' y 'Bologna' continúan este patrón con arreglos mínimos que avanzan por caminos paralelos, donde voz e instrumentación rara vez coinciden. La pieza más extensa, 'Cataract Time', marca un punto de densidad emocional sostenida, con saxofones y letras que insisten en el movimiento como forma de evasión. En el tema homónimo 'Dan’s Boogie', el juego con el artificio se vuelve protagonista, y la teatralidad adquiere forma de parodia íntima que no busca el chiste, sino el reflejo distorsionado. El cierre con 'Travel Light' ofrece una calma contenida que esquiva tanto la despedida como el consuelo. Cada pista funciona como una fuga autocontenida, como si el álbum entero fuera una conversación entre fragmentos. La producción equilibra este caos con precisión, haciendo que los desvíos se sientan orgánicos. Destroyer entrega en 'Dan’s Boogie' una obra que abraza la incoherencia como estructura, donde lo roto, lo no resuelto y lo desplazado conviven bajo una misma atmósfera de desorientación cuidadosamente ejecutada.


Florist – 'Jellywish'

El presente como espacio inestable y el lenguaje como eco del desgaste emocional articulan el corazón de 'Jellywish', el nuevo trabajo de Florist, donde cada canción se instala en un punto intermedio entre lo íntimo y lo invisible, sin buscar respuestas ni desplegar tramas cerradas. La apertura con 'Levitate' ya plantea el tono: frases secas, instrumentación mínima y una voz que se afirma sin elevarse, dejando que cada imagen flote en medio del vacío. Lejos de sus exploraciones ambient anteriores, el grupo apuesta aquí por la concisión sin abandonar la complejidad, construyendo un álbum donde el detalle —una guitarra que se retira a tiempo, una batería que marca apenas el cambio— adquiere una potencia insospechada. En 'Have Heaven', 'Jellyfish' o 'Started to Glow', la honestidad no se dramatiza, se murmura, como si se tratara de proteger el contenido emocional del exceso de forma. La producción prioriza la economía expresiva, permitiendo que letras como “I’m your guy… until I die” o “I’m thinking about dying again” se inserten con naturalidad dentro de estructuras que nunca buscan estallar. Las canciones más grupales, como 'All the Same Light' o 'This Was a Gift', conservan esa sensibilidad contenida, reforzada por percusiones precisas y arreglos que privilegian el matiz sobre la expansión. Momentos como 'Sparkle Song' introducen destellos de ternura sin romper el clima de melancolía suspendida, mientras 'Our Hearts in a Room' refuerza la tensión entre pregunta y silencio. El cierre con 'Gloom Designs' condensa la propuesta: referencias personales, observaciones cotidianas y una confesión final que no busca conmover, solo decir lo que hay. Con 'Jellywish', Florist entrega un álbum que se resiste a organizar el caos, pero logra registrar su movimiento, dibujando con gestos mínimos una cartografía emocional donde el duelo, la duda y la ternura se sostienen sin imponerse.


Forty Winks – 'Love Is a Dog from Hell'

En 'Love Is a Dog from Hell', Forty Winks condensan en cinco temas una dirección clara, sin adornos ni tanteos. El EP avanza con una confianza inusual para un debut: guitarras directas, estructuras tensas y letras que impactan por su claridad más que por su carga simbólica. Desde ‘liadfh’ hasta ‘Noise’, cada canción suena ajustada sin perder nervio, con una producción que deja espacio para la fricción y la pausa. En ‘Commie BF’ se impone una energía cruda sostenida por frases que cortan como ráfagas, mientras ‘Spurs’ se recoge en un paisaje afectivo más opaco, donde la distorsión encierra en lugar de explotar. ‘Faith Error Free’ funciona como bisagra mínima y ‘Noise’ cierra con precisión sin rebajar intensidad. Forty Winks trabajan con una noción de ruido que no apela al exceso, sino a una forma concreta de decir. 'Love Is a Dog from Hell' no se presenta como un experimento, sino como una entrada decidida, donde la identidad se sostiene por la coherencia entre forma, sonido y tono.


Frankie Cosmos – 'Different Talking'

En 'Different Talking', Frankie Cosmos depura su estilo para ofrecer un conjunto de canciones breves, observacionales y sutiles, donde cada línea y cada acorde parecen surgir desde una convivencia íntima con lo cotidiano. El disco se articula como un inventario afectivo, construido en tiempo compartido, sin grandilocuencia ni intención de sobresalto. Temas como ‘Pressed Flower’, ‘One of Each’ o ‘Against the Grain’ presentan escenas donde el recuerdo, la duda y la rutina se registran con la naturalidad de quien anota sin dramatizar. La voz se mantiene al frente sin imponerse, mientras la instrumentación, a menudo contenida, acompaña sin adornar. En canciones como ‘Porcelain’ y ‘Vanity’, aparecen desvíos sonoros que no rompen la cohesión, sino que la amplían con texturas más densas o ritmos más definidos. Frankie Cosmos logra que cada frase parezca dicho al pasar, pero permanezca. En 'Different Talking', la mirada no se agita: observa, recuerda, enumera. El disco se mueve con ligereza, pero se ancla con precisión, reafirmando una sensibilidad que convierte lo pequeño en forma de persistencia emocional.


Free Range – 'Lost & Found'

El segundo álbum de Free Range no se levanta sobre grandes momentos ni declaraciones rotundas, sino sobre la persistencia de lo indefinido, la intimidad que apenas se sostiene y los fragmentos emocionales que resisten al paso del tiempo. 'Lost & Found' propone una escucha en suspensión, donde cada canción parece construida desde una tentativa más que desde una afirmación. En 'Tilt', la voz de Sofia Jensen emerge entre texturas sutiles, marcando una línea de fragilidad que atraviesa todo el disco. La canción titular, 'Lost & Found', profundiza en la posibilidad de compartir dudas como forma de cercanía, sin esperar resolución. Temas como 'Chase' y 'Service Light' introducen escenas de apego temeroso y vínculos que se abren con más esfuerzo que deseo, mientras que 'Big Star' y 'Hardly' apuntan a una melancolía expansiva donde el paisaje sonoro acompaña la deriva emocional. La producción mantiene una estética contenida, con arreglos que se despliegan sin saturación, dejando espacio para silencios y quiebres que revelan tanto como las palabras. En 'Concept' y 'Faith', la tensión emocional se afila, dando paso a una voz que deja de sostenerse para comenzar a reclamar, aunque sea a media voz. Las últimas canciones —'Storm', 'Conditions', 'Ringing' y 'Tilt (Reprise)'— operan en un plano más onírico, donde la memoria y el presente se confunden hasta volverse indistinguibles. El disco no busca un cierre claro: su forma abierta es reflejo de su tema central, ese intento constante de aferrarse a lo incierto sin necesidad de concluir. En 'Lost & Found', Free Range transforma el desajuste emocional en lenguaje, haciendo de cada canción un registro parcial de lo que se escapa pero aún deja marca.


Great Grandpa – 'Patience, Moonbeam'

La pausa entre discos no detuvo la sensibilidad de Great Grandpa, sino que la redefinió en 'Patience, Moonbeam', una colección de canciones que abordan el afecto, la pérdida y la transformación sin construir narrativas cerradas ni buscar respuestas definitivas. El álbum se mueve desde lo mínimo hacia lo expansivo sin adoptar una lógica de progresión lineal, como se intuye en 'Sleep', que más que introducir, advierte. La ausencia de estructuras predecibles y la voluntad de habitar las grietas emocionales se mantiene en temas como 'Never Rest' y 'Junior', donde el grupo evita dramatismos para entregar observaciones serenas, casi casuales. En 'Emma' y 'Ladybug', las melodías se tejen con frases que no cierran ni rematan, dejando que el peso de las palabras emerja sin subrayados. La fragmentación del álbum se convierte en su forma de cohesión, con momentos como 'Doom' que escalan sin catarsis, o 'Top Gun', donde la voz expone la fragilidad sin refugio. En 'Task', el reencuentro se articula como una continuidad emocional más que como una resolución, y 'Ephemera' introduce una capa electrónica que se siente como protección más que como distorsión. El cierre con 'Kid' es extenso, irregular y profundamente humano, construido sobre silencios, desvíos y repeticiones que se abrazan a la ternura como único refugio posible. El disco se despliega como un archivo emocional sin jerarquías, donde cada canción documenta un gesto más que una conclusión. 'Patience, Moonbeam' es el resultado de un proceso colectivo que no necesita consolidar una identidad sonora fija para transmitir una coherencia interna que nace del cuidado, la escucha mutua y la aceptación de la inestabilidad como lenguaje propio.


Hachiku – 'The Joys of Being Pure at Heart'

Aferrarse a una forma de pureza emocional sin volverse ingenuo es el reto que atraviesa todo el recorrido de 'The Joys of Being Pure at Heart', un álbum donde Hachiku, liderado por Anika Ostendorf, crea un espacio sonoro en el que la sensibilidad y el ingenio coexisten con una producción envolvente y precisa. El disco abre con 'Don’t Put Your Head Under Water', una pieza que plantea la resistencia tranquila como acto vital, con una voz que flota entre sintetizadores y percusiones tenues, estableciendo un tono de introspección firme. En 'Tell Your Friends You Love Them', los afectos se presentan como antídoto frente a la corrosión emocional, mientras que 'Keep on Swimming' introduce una ruptura rítmica que reconfigura la estructura de forma sorpresiva, manteniendo la tensión sin perder cohesión. La presencia de Mary Lattimore y los arreglos orquestales enriquecen temas como 'Fun For Everyone', donde la aparente ligereza esconde una contradicción latente entre deseo y autoimagen. A mitad del álbum, 'Victims of Our Own Demise' se alza como un punto de gravedad, con letras que abordan aislamiento e incomunicación sobre una base sonora hipnótica y densa. El contraste llega con 'What Rhymes With Serendipity', que adopta una actitud lúdica sin restar profundidad emocional, y prepara el terreno para un final expansivo en 'Room for Everybody (Never Let Go of the Joy)', un cierre que sintetiza el espíritu del disco en un mantra de apertura y resistencia. Cada canción de 'The Joys of Being Pure at Heart' funciona como una meditación sonora sobre cómo mantenerse permeable a la belleza sin ceder al desencanto, con una paleta instrumental rica en matices y una escritura que apuesta por la sinceridad sin adornos superfluos. Hachiku entrega un álbum que apuesta por el equilibrio emocional y la expansión formal, sin renunciar a la calidez ni al sentido del juego.


Horsegirl – 'Phonetics On and On'

En 'Phonetics On and On', Horsegirl desarrolla un lenguaje musical que privilegia la precisión formal y la expresividad contenida, reorganizando los elementos fundamentales de la canción para crear formas en transformación constante. Grabado en Chicago bajo la producción de Cate Le Bon, este segundo álbum prescinde de las distorsiones de su debut y apuesta por una claridad instrumental que resalta cada componente con nitidez. Piezas como '2468' y 'Switch Over' exploran la repetición como núcleo melódico, mientras que 'In Twos' utiliza una instrumentación austera que acentúa una sensación de vulnerabilidad. Canciones como 'Julie' flotan sobre acordes suspendidos y voces pausadas, en contraste con la estructura cambiante y precisa de 'Rock City'. La voz se convierte en un instrumento más dentro de la arquitectura sonora, como en 'Frontrunner' y 'Sport Meets Sound', donde los patrones vocales se integran con el ritmo y expanden las posibilidades texturales del conjunto. El álbum se articula con una lógica interna que equilibra orden y espontaneidad, dejando espacio para variaciones mínimas que alteran el significado sin romper la coherencia general. El cierre con 'I Can’t Stand to See You' resume esta estética mediante una progresión sutil, en la que cada repetición introduce un matiz que transforma el tema en algo siempre renovado. En 'Phonetics On and On', Horsegirl encuentra un punto de equilibrio entre experimentación y estructura, utilizando la economía de medios, el silencio y el ritmo como herramientas expresivas que aportan flexibilidad y solidez a un disco que fluye con naturalidad y rigor.


Hotline TNT – 'Raspberry Moon'

En 'Raspberry Moon', Hotline TNT consolidan una nueva etapa al desplazar su centro creativo hacia una estructura más colectiva, donde cada instrumento y cada voz se integran sin diluir la tensión que define su sonido. El grupo mantiene su afinidad con la distorsión melódica, pero ahora lo abrasivo convive con momentos de claridad que permiten que las canciones respiren. Temas como ‘Was I Wrong?’, ‘Break Right’ o ‘Candle’ demuestran una intención por dejar que cada capa sonora tenga peso propio sin sacrificar cohesión. Las letras, cargadas de frases directas, apuntan a vínculos marcados por repeticiones, interrupciones y gestos sin dramatismo. El contraste entre piezas como ‘The Scene’ y ‘Lawnmower’ refuerza un recorrido que no se define por progresión, sino por cambios de tono que amplían el rango expresivo sin romper la continuidad. La voz, antes absorbida por la masa instrumental, emerge con mayor nitidez en canciones como ‘Julia’s War’ o ‘If Time Flies’, donde el deseo y la persistencia toman forma sin necesidad de grandilocuencia. Hotline TNT no abandonan su estética ruidosa, pero la reformulan al incorporar pausas, desvíos y colaboraciones que expanden su lenguaje. 'Raspberry Moon' no cierra una etapa: la despliega, la amplía, y encuentra en la variación una manera de sostener la identidad sin congelarla.


Japanese Breakfast – 'For Melancholy Brunettes (& sad women)'

Hay discos que se sienten como paisajes emocionales completos, y 'For Melancholy Brunettes (& sad women)' se despliega como uno de ellos, con Japanese Breakfast dando forma a un universo donde la tristeza se explora con una precisión que es tanto narrativa como musical. Cada canción actúa como un relato autónomo dentro de un álbum que oscila entre la introspección poética y la teatralidad contenida, comenzando con 'Here Is Someone', una introducción que convierte la melancolía en un espacio habitable más que en una caída inevitable. La producción de Blake Mills otorga riqueza sin peso excesivo, permitiendo que momentos como 'Orlando in Love' o 'Mega Circuit' muestren distintas caras del deseo y la frustración: una adornada con imaginería mitológica, la otra directa y mordaz. En 'Leda', las referencias clásicas encuentran su lugar sin artificio, reforzando un eje temático que atraviesa todo el disco: la tensión entre lo anhelado y lo que nunca llega. Temas como 'Honey Water' y 'Men in Bars' profundizan en relaciones marcadas por la fragilidad y el desencuentro, sin buscar soluciones inmediatas. Jeff Bridges aporta gravedad en un dueto que refuerza esa atmósfera de destino compartido. El sentido del humor y la ironía sutil emergen en 'Winter in LA', mientras que 'Picture Window' y 'What Rhymes With Serendipity' introducen texturas más ligeras sin quebrar la cohesión emocional del conjunto. El cierre con 'Magic Mountain' funciona como una declaración de principios y un epílogo emocional donde la voz de Michelle Zauner se eleva para dejar una imagen final que permanece más allá del sonido. A través de arreglos cuidados, letras sugerentes y un enfoque estético riguroso, Japanese Breakfast propone en 'For Melancholy Brunettes (& sad women)' una obra que habita con elegancia las contradicciones del deseo, la tristeza y la permanencia.


Jasmim – 'Dias em Branco'

Las canciones de 'Dias em Branco' funcionan como superficies donde el tiempo desacelera y el desgaste cotidiano encuentra una forma de ser nombrado sin alardes. Jasmim, proyecto liderado por Martim Braz Teixeira, articula en este segundo disco una resistencia sutil a la lógica del agotamiento, dejando que cada fragmento funcione como un intento de reconexión con el deseo, el entorno y la propia voz. Desde 'À Tua Vontade' hasta 'Loja da Avenida', el álbum propone una escucha pausada, sostenida por letras que reconocen la fatiga sin ceder a ella, y arreglos que prefieren sugerir antes que imponerse. En 'Dias em Branco', el título se transforma en declaración de principios: escribir el presente como posibilidad, no como destino fijado. Piezas como 'Aprender a Ver', 'Agradecer' o 'Verdes Campos' recuperan el gesto de mirar con atención lo que se tiene cerca, evitando el dramatismo y apostando por una lírica clara que acompaña sin presionar. En 'Multidão' y 'Tento Entender', la alienación aparece como una nube persistente, pero también como espacio que puede ser atravesado con palabras que se dicen al ritmo que permite el cuerpo. El álbum no persigue grandes revelaciones ni giros sonoros: cada canción actúa como una habitación propia donde descansar de la exigencia externa, sin aislarse. Lo emocional se construye desde lo concreto —la rutina, el cansancio, una frase dicha a tiempo— y lo sonoro se mantiene al servicio de esa cercanía. Con 'Dias em Branco', Jasmim ofrece una obra coherente y luminosa, donde la contemplación no es fuga, sino forma de presencia.


Jasmine 4.t – 'You Are The Morning'

Con una narrativa emocional que se despliega con cuidado, Jasmine 4.t presenta en 'You Are The Morning' un debut que combina fragilidad y firmeza sin perder coherencia. Canciones como 'Kitchen' y 'Skin on Skin' abren un espacio donde la intimidad encuentra un cauce sonoro equilibrado, mientras piezas como 'Breaking In Reverse' y 'New Shoes' intensifican la propuesta con contrastes melódicos que refuerzan su dimensión emocional. Las colaboraciones enriquecen el disco sin interferir en su enfoque, con momentos destacados como 'Guy Fawkes Tesco Dissociation' y 'Elephant', que introducen arreglos complejos y estructuras inesperadas. A lo largo del álbum, se exploran temas como la identidad, el deseo, la pérdida o la amistad desde una perspectiva sensible y directa, logrando que cada canción actúe como un fragmento de un relato común. El cierre con 'Woman', acompañado por el Trans Chorus of Los Angeles, aporta un punto de conexión coral que extiende el sentido de comunidad presente en todo el trabajo. 'You Are The Morning' se construye desde la vulnerabilidad y el detalle, sin renunciar a una visión expansiva que busca resonar más allá de lo individual.


Jenny Hval – 'Iris Silver Mist'

En 'Iris Silver Mist', Jenny Hval construye un disco donde la fragancia se convierte en detonante sensorial, un medio para trazar un mapa emocional entre el recuerdo y la percepción, entre lo táctil y lo evanescente. Cada canción actúa como una capa que se desplaza, superpuesta a otras, sin coagular del todo, pero sin perder dirección. Piezas como ‘Lay down’, ‘To be a rose’ y ‘All night long’ establecen el tono: atmósferas que se expanden y contraen, letras que cruzan lo íntimo con lo tangible, referencias a escenas urbanas mínimas que funcionan como anclajes en un presente difuso. A través de interludios como ‘Heiner Müller’ o ‘Spirit mist’, el disco desarma su propia linealidad, deslizándose entre lo sonoro y lo performativo. Hval no busca resolución ni centro narrativo; su voz y las texturas electrónicas avanzan como una respiración compartida, donde lo etéreo no se desvanece sino que permanece como rastro. 'Iris Silver Mist' se impone sin peso, sin rigidez, como una obra que habita el margen con lucidez, componiendo desde la fragilidad una presencia persistente.


lots of hands – 'into a pretty room'

Con una sensibilidad compartida que atraviesa todo el álbum, lots of hands consolidan en 'into a pretty room' una escritura musical construida desde la memoria y la complicidad. Billy Woodhouse y Elliot Dryden elaboran catorce piezas que equilibran lo íntimo con lo expansivo, oscilando entre paisajes rurales, grabaciones caseras y arreglos digitales que amplifican el registro emocional. Canciones como 'alive', 'barnyard' o 'the rain' evidencian una atención especial al detalle sonoro, mientras que 'Rosie', 'backseat 30' o 'game of zeroes' refuerzan un movimiento rítmico que acompaña el tránsito entre duda y convicción. La producción, sutil pero rica en capas, da espacio a instrumentos acústicos y texturas ambientales, sosteniendo cada letra como si fuera una reflexión pronunciada al pasar. En lugar de imponer una narrativa cerrada, 'into a pretty room' se despliega como un lugar abierto, donde las emociones se perciben con claridad y los vínculos encuentran una forma sonora duradera.


Mei Semones – 'Animaru'

'Animaru' es un debut que se escucha como un diario íntimo grabado al aire libre, entre cuerdas que respiran y melodías que no tienen prisa. Mei Semones diseña un disco donde lo técnico y lo afectivo no se enfrentan, sino que se abrazan con naturalidad. Grabado en una granja lejos del ruido urbano, el álbum no idealiza la naturaleza ni reniega de lo cotidiano: entre el inglés y el japonés, entre lo acústico y lo orquestal, cada canción encuentra su propio espacio sin sobrecargarlo de sentido. Piezas como ‘Dumb Feeling’, ‘Tora Moyo’ o ‘Zarigani’ avanzan con un equilibrio raro entre lo emocional y lo formal, dejando que los arreglos se acomoden como parte del entorno, no como adornos. Semones canta con calma, incluso cuando la estructura se enreda en métricas irregulares o dinámicas inesperadas. El resultado es un disco sin exceso ni premura, donde lo que importa no es cerrar una narrativa sino abrir pequeñas ventanas: a un lugar, a un recuerdo, a un momento compartido. Con 'Animaru', Mei Semones entrega una obra sutil, precisa y sin pretensiones grandilocuentes, que deja huella justamente por saber cuándo callar.


Moontype – 'I Let The Wind Push Down On Me'

Desde una relación íntima con el cambio, Moontype desarrollan en 'I Let The Wind Push Down On Me' un álbum que entiende la transformación como forma de arraigo. Grabado en dos momentos distintos, el disco alterna registros mínimos y expansivos, explorando la tensión entre impulso y contención. La voz de Margaret McCarthy y su bajo trazan un eje melódico que articula las dinámicas internas de cada canción, con un enfoque rítmico que privilegia el detalle, la pausa y la variación. Piezas como 'How I Used to Dance', 'Let Me Cry' o 'Crushed' se sostienen en un equilibrio entre vulnerabilidad y presencia, con arreglos que abrazan lo inestable sin resolverlo. El viento, imagen recurrente en el álbum, acompaña cada gesto como una fuerza que guía sin imponer dirección. El canto grupal aporta una calidez que amplifica esa búsqueda colectiva, reforzada en momentos como 'Four Hands ii', donde la tensión física y el deseo se manifiestan sin exceso. 'I Let The Wind Push Down On Me' avanza sin rigidez, dejando que el movimiento interno de cada canción encuentre su forma desde la escucha, la intimidad y el impulso compartido.


Momma – 'Welcome to My Blue Sky'

Escrito al ritmo de la carretera y entre vínculos en constante transformación, 'Welcome to My Blue Sky' captura ese momento en que todo parece desarmarse antes de que pueda tomar forma. El cuarto álbum de Momma funciona como un diario sin edición, un registro emocional atravesado por despedidas mudas, conexiones fugaces y un deseo que rara vez se nombra sin contradicciones. Desde 'Sincerely', el disco impone una lógica de urgencia que no admite explicaciones, seguida por 'I Want You (Fever)', donde el anhelo se dice sin culpa y con una firmeza que no necesita adornos. A lo largo de los doce temas, el cuarteto evita los clímax emocionales para concentrarse en lo que queda cuando todo se dice a destiempo. Canciones como 'Rodeo' o 'Stay All Summer' alternan entre la confesión directa y el extrañamiento melódico, mientras 'New Friend' y 'How to Breathe' revelan relaciones que se viven a medias, marcadas por el miedo, la anticipación y los silencios estructurales. La producción de Aron Kobayashi Ritch refuerza esta tensión entre lo áspero y lo íntimo, permitiendo que temas como 'Last Kiss' o 'Bottle Blonde' crezcan sin imponerse, con una paleta sonora que cambia según la intensidad de cada relato. En el centro del álbum, 'Ohio All the Time' sintetiza esa sensación de desubicación emocional que impregna todo el proyecto, sin resolverla ni convertirla en drama. La ambigüedad como forma de estar se prolonga hasta el final con 'My Old Street', un cierre sin redención donde el pasado no consuela, solo pesa. Con 'Welcome to My Blue Sky', Momma no buscan una narrativa pulida ni una estética homogénea, sino una expresión directa de lo que ocurre cuando las emociones surgen en tránsito, sin la distancia del análisis. Cada canción es un gesto crudo que asume su incompletud como parte de su fuerza.


Paco Cathcart – 'Down on Them'

Un paseo sonoro por los bordes lluviosos de Nueva York articula la columna vertebral de 'Down on Them', el nuevo disco de Paco Cathcart. Más que describir espacios, las canciones los habitan desde una experiencia directa y empapada de contexto, donde la ciudad y el clima funcionan como personajes. El álbum se construye desde una colectividad que moldea tanto la sonoridad como las armonías: Miriam Elhajli, Ellie Shannon y Bailey Wollowitz conforman un entramado íntimo que evoluciona con cada canción. Temas como 'Bottleneck Blues', 'Invasive Species' o 'Ella Vive Sola' recogen imágenes cotidianas con una precisión que nunca fuerza la metáfora, mientras que 'Down on Them' plantea preguntas sobre el juicio fácil y la pertenencia. A través de una grabación que captura el ambiente tanto como los instrumentos, Cathcart reafirma una manera de hacer música inseparable del lugar y del presente, con la comunidad como fundamento emocional y político.


Panda Bear – 'Sinister Grift'

En 'Sinister Grift', Panda Bear despliega un paisaje sonoro donde el paso del tiempo se transforma en materia musical, con canciones que combinan armonías radiantes, texturas hipnóticas y emociones contenidas, dando forma a un álbum que se siente introspectivo y expansivo a la vez. Desde el inicio con 'Praise', las melodías parecen invocar una ligereza que se va tornando más densa con cada tema, como ocurre en 'Anywhere But Here', donde la voz de su hija Nadja se suma a una atmósfera de deseo desplazado y ritmo envolvente. La producción, más abierta que en trabajos anteriores, permite una cercanía emocional que se manifiesta con claridad en piezas como 'Venom’s In', donde cada palabra parece colocada con intención precisa, y en 'Left in the Cold', cuya melancolía ofrece una suspensión delicada entre aceptación y recuerdo. El uso del pop como estructura flexible se intensifica en 'Elegy for Noah Lou', un epílogo íntimo y ritual donde la voz se entrelaza con un silencio cargado de significado. El cierre con 'Defense', que cuenta con la guitarra de Cindy Lee, deja una sensación de tránsito sereno, de mirada hacia adelante en medio de un paisaje emocional mutable. A lo largo del disco, Panda Bear juega con la ilusión de lo cíclico y la reorganización constante de lo aprendido, construyendo un recorrido que fluye entre claridad melódica y sombras persistentes. Cada colaboración, cada arreglo y cada pausa apuntan hacia una evolución artística que favorece la transparencia sin renunciar a la complejidad, haciendo de 'Sinister Grift' una obra luminosa en su contemplación y refinada en su composición.


Perfume Genius – 'Glory'

La observación minuciosa de uno mismo se convierte en método compositivo en 'Glory', el nuevo trabajo de Perfume Genius, donde Mike Hadreas despliega una colección de canciones que rehúyen las formas cerradas en favor de una sensibilidad más fragmentaria y contemplativa. Lejos de buscar definiciones o reafirmaciones de identidad, el álbum se construye como una serie de momentos detenidos, cada uno atravesado por la tensión entre vulnerabilidad, memoria y deseo. Temas como 'It's a Mirror' y 'No Front Teeth' presentan un juego entre fuerza instrumental y fragilidad vocal, generando una disonancia controlada que marca el tono general del disco. La producción de Blake Mills y Alan Wyffels contribuye a esa sensación de fluidez contenida, donde los arreglos nunca buscan imponerse, sino insinuarse. En 'Capezio' y 'Full On', el lenguaje visual y corporal reemplaza a la narración directa, mientras colaboraciones como la de Aldous Harding expanden el espectro emocional sin distraer del núcleo introspectivo. Hadreas parece más interesado en dejar preguntas abiertas que en cerrar significados, como en 'In a Row' o 'Clean Heart', donde el tiempo y el cuerpo actúan como marcos para escenas interiores que nunca se explican del todo. 'Dion', 'Hanging Out' y 'Left for Tomorrow' refuerzan esta lógica de lo suspendido, con silencios y texturas que amplifican la ambigüedad emocional. El cierre con 'Glory' no actúa como clímax, sino como una disolución suave, una forma de ceder espacio a lo que no puede formularse con precisión. Lo que propone Perfume Genius aquí no es una evolución sonora evidente ni una ruptura drástica, sino una reconfiguración silenciosa de sus elementos habituales. En 'Glory', cada gesto, cada vacío y cada desvío funciona como parte de una narrativa emocional que se despliega sin premura, afirmando que lo transitorio también puede dejar huella.


PUP – 'Who Will Look After the Dogs?'

En 'Who Will Look After the Dogs?', PUP canalizan una energía acumulada con una precisión que no depende del control sino de la urgencia. El álbum se compone como una secuencia de escenas abiertas, donde las guitarras abrasivas, la batería crispada y las voces desgastadas avanzan sin concesiones. Desde ‘No Hope’ hasta ‘Shut Up’, cada tema expone una fisura, una fricción, una forma de seguir andando a pesar del cansancio. La producción de John Congleton amplifica los bordes filosos, dejando que el ruido y la claridad coexistan sin jerarquía. En canciones como ‘Olive Garden’, ‘Paranoid’ o ‘Get Dumber’, el grupo mantiene la tensión sin decorarla, sosteniendo la distorsión como parte de una expresión directa. Sin buscar redención ni épica, PUP presentan un disco que vibra con el desgaste de lo real: una acumulación de golpes, decisiones torpes y vínculos que tambalean pero persisten. 'Who Will Look After the Dogs?' avanza como un diario eléctrico de supervivencia emocional, sin moraleja, sin limpieza, con la potencia exacta de lo que se niega a desaparecer.


Sleeper’s Bell – 'Clover'

El debut de Sleeper’s Bell, titulado 'Clover', es un recorrido emocional que parte de fragmentos de diarios adolescentes revisados desde una mirada adulta, donde cada una de las nueve canciones actúa como una carta suspendida en el tiempo, dirigida a alguien que ha cambiado. Desde la inicial 'Clover', el álbum plantea una tensión constante entre el deseo de reconciliación y el eco persistente del pasado, con frases que sugieren encuentros aplazados y vínculos en transformación. En 'Bad Word', la omisión verbal se convierte en un gesto cargado de significado, mientras que temas como 'Room' y 'Bored' alternan entre la contención y el impulso de romper lo establecido, todo sostenido por arreglos que acompañan la narrativa y enriquecen su carga emocional. La voz, serena pero decidida, se mueve entre evocaciones y desplazamientos, como en 'Passing Through', donde emerge una sensación de tránsito vital cargado de comprensión ambigua, y en 'Over', que enuncia un movimiento hacia adelante con una insistencia que sugiere continuidad más que conclusión. El cierre con 'Hey Blue' ofrece una despedida marcada por el afecto compartido y una permanencia emocional que se transforma sin desvanecerse. Con un lenguaje sonoro detallado y una ejecución cuidadosamente equilibrada, 'Clover' propone una exploración melancólica de la memoria, delineando un territorio emocional que permanece activo y que encuentra nuevas formas de expresión sin grandilocuencia pero con una claridad profunda y persistente.


Smerz – 'Big city life'

En 'Big city life', Smerz dibujan un mapa discontinuo donde lo urbano no aparece como telón de fondo sino como estado anímico. Las once canciones que componen el disco registran el tránsito cotidiano desde una escucha atenta, casi en sordina, donde cada frase, corte o secuencia rítmica parece pensada para señalar lo que persiste en medio del ruido. El dúo noruego opta por construcciones que evitan el clímax y se apoyan en automatismos rotos, samplers sueltos y una voz que observa más que declara. Temas como ‘Roll the dice’, ‘You got time and I got money’ o ‘Imagine this’ proponen un equilibrio entre lo frío y lo íntimo, entre lo mecánico y lo afectivo. Las canciones no ofrecen resolución ni giro narrativo, sino una sucesión de gestos detenidos que sostienen una tensión propia. En lugar de dramatizar, Smerz presentan un inventario emocional donde lo doméstico y lo abstracto se superponen sin jerarquías. 'Big city life' no busca impacto inmediato: se cuela por los bordes, desactiva expectativas y compone desde la repetición una sensibilidad aguda para registrar lo que ocurre cuando todo sigue, aunque parezca detenido.


SPELLLING – 'Portrait Of My Heart'

“I don’t belong here” no solo abre 'Portrait Of My Heart', también fija el tono de un álbum que se mueve entre lo íntimo y lo desbordado con una intensidad que rara vez concede tregua. SPELLLING, el proyecto encabezado por Chrystia Cabral, construye una obra donde cada pista parece tensar los límites emocionales y sonoros de su propuesta, adoptando estructuras impredecibles y un tratamiento instrumental que renuncia a la ornamentación fácil. Desde la canción titular hasta 'Alibi' y 'Keep It Alive', se despliega una energía volátil que se apoya en la distorsión, el contraste y la tensión acumulada como herramientas expresivas. La voz, lejos de suavizar el impacto, actúa como una extensión emocional del caos, absorbida por capas de guitarras, cuerdas y percusión que oscilan entre lo melódico y lo casi industrial. Temas como 'Satisfaction' y 'Ammunition' introducen nuevas formas de desequilibrio, con letras que se niegan a contar historias lineales y estructuras que se reorganizan al borde de la ruptura. En 'Drain', esa densidad se vuelve casi opresiva, mientras que 'Mountain Analogue' ofrece un respiro fugaz con la voz espectral de Chaz Bear antes de que 'Love Ray Eyes' recupere la tensión acumulada. El cierre con 'Sometimes' no apunta a una conclusión, sino a la persistencia del estado emocional que el disco ha sostenido desde el primer minuto. SPELLLING no busca síntesis ni resolución: cada canción habita su propio terreno y, sin embargo, todas comparten una misma lógica de exploración radical. En 'Portrait Of My Heart', la emoción no se disfraza ni se contiene, se expone sin suavizantes, en un equilibrio exacto entre lo visceral y lo meticulosamente construido.


terraplana – 'natural'

El segundo álbum de terraplana, titulado 'natural', se presenta como una expansión sonora que reformula el lenguaje de su debut sin disolver su esencia, con una propuesta donde la claridad instrumental y la apertura estructural redefinen el enfoque de la banda. Desde 'Que Salto No Escuro', se percibe una nueva relación entre la voz y las guitarras, menos centrada en el ruido envolvente y más orientada a una interacción equilibrada entre los elementos. La producción de Joo Joo Ashworth potencia esa interacción con una mezcla que privilegia los matices, como ocurre en 'Amanhecer', donde el bajo marca un ritmo que se aleja de lo previsible, o en 'Hear a Whisper', donde la colaboración con Winter intensifica el carácter flotante del tema a través del juego vocal. Canciones como 'Charlie' y 'Airbag' consolidan esta evolución con estructuras melódicas más definidas y momentos donde el control dinámico genera una tensión más espacial que explosiva. En 'Horas Iguais', esta lógica alcanza un punto intermedio entre contención y expansión, mientras que el cierre del disco, con 'S.N.C' y 'Morro Azul', subraya la madurez de la banda para desarrollar ideas con una temporalidad más amplia y un enfoque que favorece la progresión armónica por encima del impacto inmediato. A lo largo de 'natural', el grupo adopta una narrativa sonora más articulada, que incorpora nuevas influencias sin despojarse de la densidad emocional característica de su estilo. La voz se convierte en un ancla melódica dentro de una instrumentación que respira, que ofrece espacio y tiempo para que cada canción encuentre su propio ritmo interior. Este enfoque más elástico permite que terraplana se acerque a una forma expresiva menos condicionada por el molde del shoegaze tradicional, consolidando un sonido que abre caminos sin disolver los cimientos emocionales que los definen.


The Ophelias – 'Spring Grove'

Las canciones de 'Spring Grove' surgen como recuerdos que insisten sin pedir permiso, configurando un álbum donde The Ophelias no buscan clausuras ni redenciones, sino una forma de convivir con lo que sigue rondando. La escritura de Spencer Peppet evita el dramatismo, incluso cuando las imágenes que convoca —un cementerio, conversaciones pendientes, cuerpos que se sostienen solos— cargan con una intensidad silenciosa. Desde 'Open Sky', el disco plantea una tensión entre contención y exposición, reforzada por la producción de Julien Baker, que mantiene todo unido sin suavizar los bordes. Las guitarras no ocupan el centro, sino que se suman a capas en las que el violín actúa como una voz que contesta más que acompaña. En 'Gardenia' o 'Say To You', la calma formal no implica tranquilidad: cada arreglo parece pensado para sostener algo sin necesidad de resolverlo. Frases como “The things that I didn’t say are always going to hang above you” ('Cumulonimbus') o “I’m eating my organs and I will let them sustain me” ('Forcefed') se insertan con una naturalidad que no busca epatar, solo nombrar lo que no encuentra otra forma. El disco se mueve con una coherencia emocional que prioriza la honestidad sobre la linealidad, y canciones como 'Salome' o 'Shapes' encarnan ese impulso de decir sin explicar, de recordar sin reconstruir. 'Spring Grove' se despliega como una colección de entradas no archivadas: cartas escritas para nadie, melodías que se niegan a crecer, repeticiones que no buscan fijar significado. Lejos de construir un relato, The Ophelias abren un espacio donde lo irresuelto encuentra lugar sin ser forzado a encajar, haciendo de la huella persistente su verdadera materia.


Turnstile – 'Never Enough'

En 'Never Enough', Turnstile reformulan su lenguaje sin abandonar el pulso que los sostiene. El disco despliega una serie de desplazamientos calculados donde la energía se canaliza a través de estructuras que cruzan lo distorsionado con lo melódico, lo directo con lo atmosférico. Canciones como ‘Never Enough’, ‘Sole’ y ‘Birds’ mantienen la tensión característica del grupo, mientras otras como ‘I Care’ o ‘Seein’ Stars’ introducen ritmos quebrados, texturas electrónicas y pulsos inesperados. Las colaboraciones de Dev Hynes o Hayley Williams refuerzan esa apertura formal sin disolver la identidad del conjunto. Turnstile trabajan con una paleta ampliada, pero cada cambio está puesto al servicio de una dirección clara: sostener el movimiento sin perder centro. En ‘Sunshower’, ‘Dreaming’ o ‘Time Is Happening’, el contraste entre fuerza y suspensión crea un efecto de fricción controlada, donde la voz de Brendan Yates actúa como ancla emocional. 'Never Enough' no busca ser definitivo, pero su acumulación de gestos y desvíos lo convierte en una obra donde cada corte empuja una transformación sutil, sólida y sostenida.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.