En un verano lleno de festivales donde muchas veces se repiten los mismos nombres, el Vodafone Paredes de Coura sigue siendo ese oasis que apuesta por lo diferente. Enclavado en un paraje natural de belleza única y con una atmósfera que mezcla lo íntimo con lo celebratorio, el festival portugués no solo ofrece música, sino una experiencia. Y este año, más que nunca, su cartel parece haber alcanzado un equilibrio perfecto entre riesgo, sensibilidad y diversidad sonora. Desde leyendas del pop alternativo como Vampire Weekend, que regresan con su disco más ambicioso hasta la fecha, hasta joyas emergentes como Being Dead, que convierten el caos en collage musical, la edición de 2025 se presenta como una de las más sólidas de su historia. Hay espacio para la introspección cósmica de Cassandra Jenkins, la crudeza luminosa de DIIV, la calidez melancólica de Terno Rei o la narrativa emocional de MJ Lenderman, capaz de encontrar belleza en lo banal. También destacan apuestas como Glockenwise, explorando los márgenes culturales de su país; Chastity Belt, con su sensibilidad generacional compartida; o Nilüfer Yanya, que continúa moldeando su identidad sonora entre géneros con una elegancia casi silenciosa. Y por supuesto, King Krule, siempre al margen, siempre magnético, habitando el vacío con susurros densos y guitarras espectrales. En este artículo, reunimos a nuestros diez artistas favoritos del cartel de este año. Diez razones, aunque hay muchas más, para dejarse caer por el río Coura y descubrir que, sí, todavía hay festivales que apuestan por lo esencial: la música que emociona.
Being Dead
Desde Austin, Texas, aterriza Being Dead, un grupo que desafía etiquetas y rompe moldes con una mezcla tan inusual como fascinante. Liderado por Falcon Bitch y Shmoofy, dos almas gemelas disfrazadas de personajes de cuento y envueltas en nombres imposibles, este dúo (ahora trío con la incorporación de Nicole Roman-Johnston al bajo) parece haber salido de un universo paralelo donde el surf rock, el punk más juguetón y la psicodelia sesentera conviven en armonía con voces empapadas de reverb y letras cargadas de humor surrealista y ternura inesperada. Su segundo trabajo, ‘EELS’, es un torbellino sonoro que retuerce géneros con descaro. Del amor imposible hacia un monstruo gigante en ‘Godzilla Rises’ al desencanto laboral de ‘Van Goes’, cada canción es una escena de un carnaval sónico que alterna entre la risa y el vértigo emocional. Being Dead no teme bajarse de la montaña rusa para ofrecer instantes de introspección como en ‘Dragons II’ o ‘I Was a Tunnel’, donde las armonías se convierten en susurros de melancolía. Lo suyo no es un simple homenaje a épocas pasadas, sino una reinvención constante. En ‘Blanket of My Bone’ se permiten comenzar con una vibra riot grrrl y terminar flotando entre relojes y campanitas. Todo en Being Dead es un collage: ritmos cambiantes, voces entrelazadas y una energía juguetona que convierte lo caótico en brillante. Escucharles es entrar en una realidad alternativa donde todo está un poco roto… pero funciona de maravilla.
Cassandra Jenkins
Cassandra Jenkins se mueve en un territorio donde lo cotidiano y lo cósmico conviven con naturalidad, como si las emociones más íntimas pudieran leerse en las estrellas. Con ‘My Light, My Destroyer’, la artista de Brooklyn reafirma su don para convertir lo aparentemente insignificante en algo profundamente revelador. Este álbum, nacido casi de casualidad tras el inesperado éxito de ‘An Overview on Phenomenal Nature’, es una joya serena que brilla con intensidad propia. Entre texturas ambientales, vientos suaves, guitarras que chispean y una voz que alterna entre el susurro confesional y el canto flotante, Jenkins desgrana relatos que oscilan entre el amor, el duelo y la maravilla. En canciones como ‘Devotion’ o ‘Omakase’, la vulnerabilidad se convierte en fuerza, mientras que en ‘Petco’ o ‘Clams Casino’ asoman guiños más irónicos y distorsiones que rompen la atmósfera con tacto. El disco se permite momentos de contemplación cósmica (‘Betelgeuse’), homenajes insólitos (‘Aurora IL’) y ejercicios de autocompasión disfrazados de pop sofisticado (‘Delphinium Blue’, ‘Only One’). Jenkins parece observar el mundo desde un rincón tranquilo, conectando emociones humanas con la vastedad del universo sin grandilocuencia, con un estilo elegante y contenido que recuerda más a una conversación al atardecer que a una declaración épica. Cada detalle está medido, pero nada suena forzado. Así, su música no impone, acompaña. Y en ese gesto sutil y generoso reside su poder: en mostrar que en medio del ruido, aún hay espacio para lo delicado, lo honesto y lo bello.
Chastity Belt
Chastity Belt es el tipo de banda que ha sabido crecer sin perder la frescura de sus inicios. Nacidas en la escena universitaria del Pacífico Noroeste, estas cuatro amigas transformaron la ironía inicial de su propuesta en una vía de exploración sincera y profunda. Su sonido, heredero de los 90 y de una tradición pop rock melancólica, ha evolucionado con cada disco sin dejar de lado esa mezcla de guitarras envolventes, líneas de bajo hipnóticas y letras que abrazan la duda, la amistad, el paso del tiempo o el desencanto. En ‘Time to Go Home’, ya empezaban a dar pistas de esa transición entre el desparpajo y la introspección, algo que se consolidaría en ‘I Used to Spend So Much Time Alone’, donde las atmósferas se volvieron más densas y los silencios más elocuentes. Su trabajo homónimo, ‘Chastity Belt’, supuso un nuevo punto de madurez: aquí las canciones se abren con más calma, los arreglos ganan en sutileza y la emoción se transmite con una serenidad que conmueve sin estridencias. Temas como ‘Ann’s Jam’ o ‘Drown’ muestran esa habilidad para detener el tiempo y mirar hacia dentro, sin perder el vínculo con lo cotidiano. Es una música que no exige, pero sí permanece; una banda que ha aprendido a ser vulnerable sin caer en el dramatismo, y que sigue encontrando belleza en la melancolía compartida. Escuchar a Chastity Belt es, al final, como conversar con una amiga que sabe cuándo hablar y cuándo simplemente estar.
DIIV
DIIV siempre ha sido una banda en constante mutación, y ‘Frog in Boiling Water’ confirma que ese proceso no solo continúa, sino que ha alcanzado una nueva cima creativa. Atrás quedan los días de reverberaciones acuáticas y ensoñaciones etéreas de ‘Oshin’: lo que ahora emerge es un sonido más crudo, más terrenal, pero igualmente hipnótico. La banda liderada por Zachary Cole Smith firma aquí su trabajo más colaborativo y emocionalmente honesto hasta la fecha, resultado de años de tensiones internas, reconciliaciones necesarias y una búsqueda sonora meticulosa. Las guitarras se alternan entre la distorsión abrasiva de ‘In Amber’ y la delicadeza acústica de ‘Everyone Out’, mientras que la voz de Smith, más cercana que nunca, guía a través de un paisaje desolado pero íntimo. Las letras, impregnadas de desesperanza, paranoia digital y momentos de frágil redención, convierten a canciones como ‘Brown Paper Bag’, ‘Soul-net’ o ‘Fender on the Freeway’ en reflejos lúcidos de una época marcada por el colapso lento y silencioso. Pero no todo es oscuridad: entre capas de ruido, DIIV deja asomar destellos de consuelo, como si supieran que, pese al fuego que nos rodea, aún hay algo por lo que quedarse. ‘Frog in Boiling Water’ no es solo un disco; es una declaración existencial desde dentro del caos, una obra que no busca respuestas fáciles, sino que se atreve a habitar las preguntas. Con este álbum, DIIV se reafirma como una de las voces más lúcidas, intensas y valientes del panorama alternativo actual.
Glockenwise
Glockenwise han recorrido un largo camino desde sus inicios en Barcelos, abrazando una evolución constante sin renunciar a su identidad. En su último álbum, ‘Gótico Português’, dan forma a un universo sonoro en el que conviven melancolía, crudeza guitarrera y una lírica que se asoma con honestidad a los márgenes de la experiencia. Lejos de los focos mediáticos y del relato oficial de su país, el grupo se adentra en un Portugal alternativo, lleno de contradicciones, belleza decadente y raíces culturales poco exploradas. Con canciones como ‘Vida vã’ o ‘Margem’, capturan esa sensación de estancamiento vital propio de quienes habitan territorios donde todo parece detenido, pero también se permiten un espacio para la contemplación, la memoria y una suerte de desencanto lúcido. A lo largo del disco, Glockenwise utilizan el sonido como una herramienta narrativa: guitarras robustas que cargan con el peso de las emociones, sintetizadores que envuelven como una niebla densa y voces que no buscan imponerse, sino confesar. La presencia simbólica de figuras como Rosa Ramalho o lugares como el Museu de Lamas refuerzan esa idea de lo periférico como fuente de creación viva. Lejos de una visión nostálgica o victimista, el grupo proyecta una mirada crítica y a la vez amorosa sobre sus orígenes, asumiendo que el arraigo y la distancia pueden convivir. ‘Gótico Português’ no solo es un ejercicio de estilo, sino un testimonio generacional que habla de identidad, desencanto y la extraña belleza de seguir buscándose en los márgenes.
King Krule
King Krule es, desde hace una década, uno de los cronistas más singulares de la melancolía urbana. Bajo ese alias se esconde Archy Marshall, un artista que ha sabido moldear un lenguaje propio a base de jazz oxidado, guitarras espectrales y un fraseo áspero que transita entre el spoken word y el lamento punk. Su último trabajo, ‘Space Heavy’, es quizá su disco más introspectivo y a la vez más maduro, donde el espacio, físico, emocional, mental, se convierte en obsesión. Escrito entre trayectos de tren que conectan Liverpool con Londres, el álbum parece narrar un desamor que se arrastra entre estaciones, con canciones que repiten melodías y se espejean entre sí como si el tiempo se hubiera detenido. Temas como ‘Flimsier’, ‘Seaforth’ o ‘If Only It Was Warmth’ muestran esa sensación de naufragio emocional, mientras que otros como ‘Hamburgerphobia’ o ‘Pink Shell’ incorporan disonancias y saxos nerviosos para plasmar una ansiedad más física. Krule vuelve a jugar con los géneros, pero esta vez desde una contención que amplifica su expresividad: hay post-punk minimalista, baladas que rozan el dream pop, y momentos donde cada acorde parece suspendido en el vacío. Lejos de la furia de ‘Man Alive!’ o de la densidad de ‘The OOZ’, este nuevo disco respira un desencanto resignado, una belleza apagada pero nítida. En ‘Space Heavy’, King Krule no grita: susurra, observa y deja que las palabras resuenen con todo el peso del silencio.
MJ Lenderman
MJ Lenderman ha convertido el patetismo cotidiano en una forma de arte. Desde Carolina del Norte y con una guitarra que suena a polvo y cerveza caliente, sus canciones funcionan como viñetas tragicómicas sobre tipos que se compran barcos sin poder pagarlos, se consuelan con relojes multiusos o se emborrachan hasta caer sobre sus cereales. En ‘Manning Fireworks’, su cuarto disco en solitario, Lenderman afina su narrativa con más precisión que nunca, construyendo un álbum que combina country destartalado, rock alternativo y un lirismo entre lo absurdo y lo desolador. Atrás queda la inmediatez de ‘Boat Songs’; aquí las guitarras se suavizan, los arreglos respiran y las historias calan más hondo. Temas como ‘She’s Leaving You’ o ‘Rip Torn’ destilan empatía hacia personajes ridículos y entrañables, mientras que en ‘Rudolph’ o ‘On My Knees’ el fuzz vuelve a ganar protagonismo para acompañar solos tan sucios como emocionales. Lenderman canta como si todo le diera igual pero le importara todo, con un tono que oscila entre la ironía y la ternura. Su escritura, plagada de referencias pop y ocurrencias inesperadas, esquiva el cinismo para mostrarnos lo rotos que estamos todos… y lo mucho que seguimos intentando. ‘Manning Fireworks’ no busca épica, pero la encuentra en lo mundano. Y ahí reside su poder: en recordarnos que, incluso en los días más absurdos, hay una melodía que nos entiende. Con este disco, MJ Lenderman no solo confirma su talento, sino que se consolida como uno de los narradores más singulares y necesarios del rock actual.
Nilüfer Yanya
Nilüfer Yanya ha logrado construir una voz propia dentro del pop contemporáneo, esa clase de voz que no necesita alzar el tono para hacerse escuchar. Su música, siempre en movimiento, navega entre el soul más contenido, el pop alternativo, el post-punk y los ecos electrónicos, con una elegancia que desarma. En su segundo disco, ‘PAINLESS’, la artista británica explora el desarraigo emocional con una precisión quirúrgica: guitarras entrecortadas, percusiones que parecen latidos contenidos y una producción que deja respirar a cada silencio. Canciones como ‘stabilise’ o ‘anotherlife’ muestran su talento para canalizar la ansiedad cotidiana en estructuras melódicas que bordean lo inestable sin caer nunca del todo. Nilüfer canta desde una distancia que no es frialdad, sino una forma de protegerse; su interpretación es sutil, cargada de matices y siempre cercana. En ‘midnight sun’ o ‘belong with you’ se permite abrirse más, sin perder ese halo de misterio que la envuelve. A diferencia de muchos artistas que eligen el maximalismo como vía de escape, Yanya apuesta por la contención: su música no busca impresionar, sino acompañar. Y lo consigue con una madurez inusual, como si cada tema fuese una conversación a media luz con alguien que no necesita explicarlo todo para ser comprendido. En ‘PAINLESS’, el dolor no grita: se desliza entre capas de sonido, se insinúa, se transforma. Y Nilüfer, sin necesidad de hacer ruido, deja una huella profunda, consolidándose como una de las voces más singulares y emocionantes del panorama actual.
Terno Rei
Terno Rei se preparan para dar un nuevo giro en su carrera con la inminente publicación de ‘Nenhuma Estrela’, un disco que, sin haber sido aún editado, ya deja entrever un viraje sonoro y emocional dentro de su universo de melancolía sofisticada. El cuarteto paulista, formado por Ale Sater, Bruno Paschoal, Greg Maya y Luis Cardoso, ha ido desvelando algunas de las piezas clave de este nuevo trabajo, como ‘Nada Igual’, ‘Viver de Amor’, ‘Próxima Parada’ y la propia ‘Nenhuma Estrela’, canciones que revelan una apuesta decidida por paisajes sonoros más envolventes y una mayor ambición melódica. En ellas conviven sintetizadores de pulso ochentero, guitarras que se balancean entre la nostalgia y la ensoñación, y una lírica introspectiva que parece observar el mundo desde la distancia de quien ya ha vivido demasiado. Si en discos anteriores como ‘Gêmeos’ o ‘Violeta’ predominaban los matices etéreos del dream pop y el post punk, aquí asoma una calidez renovada, un deseo de explorar nuevas formas sin traicionar la esencia confesional que define al grupo. Producido por Gustavo Schirmer y mezclado por Nicolas Vernhes, el álbum promete ser una síntesis madura de todas sus etapas, pero también un paso firme hacia territorios aún no transitados. ‘Nenhuma Estrela’ se intuye como un disco de contrastes: íntimo pero expansivo, suave pero contundente, melancólico pero luminoso. Un trabajo que confirma a Terno Rei como unas de las voces más singulares y consistentes de la escena alternativa brasileña actual.
Vampire Weekend
Vampire Weekend vuelven con ‘Only God Was Above Us’, un disco que resume dos décadas de evolución y reinvención sin perder la esencia que les convirtió en referentes del pop rock global. En estas diez canciones, la banda se desprende del aire desenfadado de entregas anteriores para abrazar una madurez inquieta y llena de matices. Desde la primera línea de ‘Ice Cream Piano’, “Fuck the world”, Ezra Koenig y compañía dejan claro que no han venido a complacer, sino a confrontar. Este es un álbum denso, elegante y cargado de capas, donde conviven reflexiones sobre la historia, la memoria, el desgaste generacional y el peso del tiempo. Musicalmente, el grupo encuentra un equilibrio perfecto entre la sofisticación barroca de cuerdas, vientos y pianos (‘The Surfer’, ‘Mary Boone’) y su característico pulso rítmico pop, reinventado aquí con toques jazzísticos y electrónicos (‘Classical’, ‘Connect’). Hay espacio para la nostalgia, pero también para el desconcierto, como en ‘Gen-X Cops’ o ‘Pravda’, donde las letras se clavan como aforismos oscuros en medio de una producción cristalina. La melancolía se cuela en cada rincón, pero nunca cae en la complacencia: todo está medido al milímetro, desde la estructura de cada tema hasta la forma en que la voz de Koenig aparece y desaparece entre texturas. ‘Only God Was Above Us’ no es solo el disco más ambicioso de la banda, es también el más coherente, el más íntimo y, posiblemente, el mejor. Una obra que exige tiempo y escucha atenta, y que recompensa con una belleza desconcertante.
