Especial

Los 10 conciertos del OUT.FEST 2025 que no deberías perderte



Por -

Out.festEl OUT.FEST se ha consolidado, tras dos décadas de trayectoria, como una de las citas más relevantes de la música exploratoria en Europa. Su sede en el Barreiro, a orillas del Tajo, lo convierte en un lugar singular: una ciudad que ha sabido resistir las dinámicas uniformizadoras del turismo masivo y que encuentra en el festival un espacio de resistencia cultural y de celebración comunitaria. Año tras año, el encuentro demuestra que no se trata únicamente de programar conciertos, sino de tejer relaciones entre públicos, músicos y asociaciones locales, en un ambiente que combina cercanía con una visión internacional. La pasada edición fue un buen ejemplo de esa ambición: más días, más escenarios y una programación que navegaba entre el riesgo y la memoria. El festival demostró de nuevo que es posible mantener un espíritu independiente sin renunciar a la calidad ni a la coherencia. Hubo momentos de alta intensidad, otros de recogimiento y varios que quedarán grabados como hitos de sus veinte años de historia. Lo importante, en cualquier caso, fue la forma en que la música se convirtió en una experiencia compartida que traspasó el simple hecho de escuchar. Ese mismo espíritu es el que guía ahora la nueva edición. La mirada hacia adelante se combina con la voluntad de seguir ofreciendo un espacio donde conviven propuestas de distintas procedencias y generaciones, siempre con la misma exigencia: ofrecer algo que sorprenda, que sacuda y que deje huella. En este artículo presentamos diez nombres que forman parte del cartel y que creemos que merece la pena destacar. Son solo una puerta de entrada a un programa más amplio, pero sirven como muestra del carácter del OUT.FEST: un festival que no busca el adorno fácil, sino la consistencia de una propuesta cultural que se ha ganado, con discreción y firmeza, un lugar imprescindible en el calendario.

Beatrice Dillon

Desde Londres nos llega una figura que ha sabido convertir la paciencia en una herramienta creativa. Beatrice Dillon lleva más de una década dando forma a un universo sonoro que se mueve entre la precisión milimétrica y la sorpresa constante. Su debut largo, 'Workaround' (PAN, 2020), ya dejó claro que estábamos ante alguien con la capacidad de retorcer los ritmos de la música de baile hasta situarlos en territorios donde el cuerpo duda si moverse o detenerse. No era un comienzo improvisado: antes había pasado por radios, instalaciones y cintas caseras que funcionaban como laboratorio de pruebas. El recorrido posterior ha sido igual de estimulante. Con 'Seven Reorganizations' (2024), Dillon trasladó su imaginario a un conjunto de piezas para instrumentos acústicos. Y en 2025 se incorporó al prestigioso catálogo GRM Portraits con 'Basho', un viaje prolongado que parece suspender el tiempo. En cada paso, la sensación es que abre nuevas grietas para dejar pasar texturas y tensiones que no encajan en categorías fáciles. No es casualidad que se haya formado también en Bellas Artes ni que haya pasado tantas horas tras el mostrador de tiendas de discos londinenses: ese entrenamiento invisible, entre vinilos y conversaciones, forjó su oído tanto como cualquier conservatorio. Su música suena a precisión quirúrgica, pero también a placer lúdico por mezclar materiales dispares hasta encontrar un pulso propio. En un festival, Dillon funciona como brújula inesperada: orienta el oído hacia paisajes que están ahí, escondidos, esperando ser descubiertos.

billy woods

Hay trayectorias que se cuecen a fuego lento, y la de billy woods es una de ellas. Durante más de veinte años ha trabajado desde la sombra hasta consolidarse como una de las voces más llamativas del rap contemporáneo. Su nombre empezó a sonar con fuerza gracias a colaboraciones como la de 2023 junto a Kenny Segal en ‘Maps’, pero ha sido en ‘GOLLIWOG’ (Backwoodz Studioz, 2025) donde ha dado un salto definitivo hacia un territorio mucho más oscuro. Este nuevo trabajo funciona como un recorrido por escenarios asfixiantes donde conviven referencias históricas, terrores cotidianos y paisajes que parecen sacados de una película de pesadilla. En temas como ‘Misery’, con producción de Segal, o ‘Corinthians’, a cargo de EL-P, woods traza versos que se arrastran entre la conversación íntima y la advertencia seca, mientras los beats se hunden en un barro denso que nunca deja de moverse. El sobresalto es constante, como demuestra ‘BLK ZMBY’, en el que el imaginario del cine de zombis se cruza con relatos de colonialismo y violencia global. Lo más llamativo de ‘GOLLIWOG’ es la capacidad de woods para reunir a productores tan distintos, de Conductor Williams a Steel Tipped Doves, y aun así mantener una atmósfera común, cargada de tensión y amenaza. No se trata de un álbum amable, sino de un viaje que incomoda y atrapa a partes iguales. Por lo tanto, billy woods convierte cada actuación en una inmersión total en su universo sombrío, donde cada detalle está pensado para no dejar indiferente a nadie.

bbb hairdryer

A veces la furia encuentra un cauce inesperado y se convierte en motor creativo. Eso es lo que ocurre con bbb hairdryer, el proyecto que lidera Elisabete Guerra y que en los últimos años se ha transformado en una máquina de ruido, ternura y crudeza a partes iguales. Con Francisco Couto al bajo, chica a la guitarra y Miguel Gomes en la batería, la formación alcanzó una nueva etapa con la publicación de ‘A Single Mother / A Single Woman / An Only Child’ a finales de 2024. Este segundo trabajo, editado por Revolve, es un torbellino de guitarras cortantes, bajos densos y percusión que avanza sin freno. Canciones como ‘Wrong Bones / Knife’, ‘Pulsing Meat’ o ‘Head on Concrete’ condensan un imaginario que oscila entre la rabia, la ironía y el desgarro. Incluso los títulos, como ‘For Them to Want to Fuck Me’ o ‘P.O.V. I’m Lying To You - "I Don’t Wanna Be Phoebe Bridgers Anymore"’, revelan una escritura afilada que se mueve entre lo confesional y lo provocador, sin miedo a incomodar. Aunque el germen de bbb hairdryer comenzó como aventura en solitario, el tiempo y las idas y venidas de colaboradores acabaron por dar con un núcleo sólido que potencia cada composición. La mezcla final, a cargo de Filipe Sambado, y la masterización de Chinaskee, acaban de reforzar esa sensación de choque frontal: cada pista es una descarga directa, sin adornos innecesarios.
Lejos de la complacencia, bbb hairdryer construye un universo donde la distorsión se convierte en lenguaje y cada canción funciona como un grito compartido, abierto a quien quiera dejarse arrastrar.

Cuntroaches

No es fácil olvidar un nombre como Cuntroaches, y mucho menos lo que suena detrás de él. Desde Berlín, Martina (voz y guitarra), David (bajo) y Claire (batería) llevan desde 2015 construyendo un arsenal sonoro que combina hardcore, noise y un espíritu de no wave totalmente abrasivo. Tras cintas, EPs y un split compartido, en 2024 publicaron su primer largo homónimo, ‘Cuntroaches’, editado por SKiN GRAFT Records. El disco es un muro de ruido que parece devorar todo lo que se cruza a su paso. Canciones como ‘Borborygmus’, ‘Ill’ o ‘Gordian Knot’ funcionan como entradas a un universo retorcido donde el bajo retumba hasta lo grotesco, las guitarras chirrían con eco demoníaco y la voz se desfigura entre efectos. En ‘Gravity System’, incluso incorporan un cuerno de guerra construido a partir de tuberías de baño, distorsionado hasta el extremo, que sirve de aviso de lo que está por venir. Piezas como ‘I Can (Still) Tell You’re (Scum)’ o ‘Red Velvet Rose’ muestran cómo el trío es capaz de tensar los límites del hardcore sin perder un ápice de ferocidad. La intensidad que desprenden en estudio proviene de un proceso deliberadamente sucio: grabaciones en locales sin ventanas, mezclas cargadas de saturación y un enfoque que privilegia el caos por encima de cualquier limpieza sonora. Esa filosofía se traduce en una escucha que es al mismo tiempo adictiva y abrasiva, una descarga que no da tregua. Cuntroaches no buscan comodidad. Prefieren incendiar el espacio sonoro hasta que lo que queda es una masa hirviente de ruido, energía y confrontación.

Devon Rexi

El pulso de Devon Rexi nace en Ámsterdam, pero pronto se expande hacia un territorio donde las referencias se diluyen y lo que queda es un juego de ecos, ritmos y voces desplazadas. Lo iniciaron Nicolini (batería y voz) y Nushin Naini (bajo y voz), y con el tiempo se sumaron Goya van der Heyden, Daniel y Walter Theo, completando una formación que combina percusión, guitarras y capas electrónicas con un enfoque libre y siempre cambiante. En 2024 publicaron ‘Biya Ba Man’, un álbum que condensa su mezcla de funk alterado, dub minimalista y destellos psicodélicos. Las voces aparecen procesadas, a veces como cantos, a veces como chirridos, entrelazándose con riffs que se repiten hasta volverse hipnóticos. Esa misma energía atraviesa sencillos como ‘Khabe Bad’, donde las líneas de bajo arrastran el cuerpo hacia un vaivén constante mientras la percusión abre huecos inesperados. Su propuesta conecta con la tradición del post-punk más inquieto, recogiendo el espíritu de proyectos como The Slits o Pylon, pero llevándolo hacia un terreno donde conviven ritmos bailables, distorsiones juguetonas y un bajo que actúa como columna vertebral. En sus canciones, los ecos del dub y la repetición del funk se cruzan con giros electrónicos que multiplican las posibilidades. Devon Rexi no se limita a revisitar un legado: lo desarma y lo rearma en clave contemporánea. Cada tema parece estar construido para expandir el espacio, generando una sensación de trance ligero, como si la música estuviera diseñada para hacer vibrar tanto la pista como la imaginación.

Divide and Dissolve

La música de Divide and Dissolve funciona como un terremoto controlado: empieza en lo subterráneo, hace temblar los cimientos y se abre paso hasta sacudir la superficie. Takiaya Reed, al frente del proyecto, ha llevado el doom metal hacia un lugar donde la repetición se convierte en un arma y el sonido en un acto de resistencia. Con ‘Insatiable’ (Bella Union, 2025), la idea alcanza una nueva intensidad, ampliando lo sembrado en trabajos anteriores como ‘Gas Lit’ o ‘Systemic’. El título de ‘Insatiable’ le llegó a Reed en un sueño, y con él una visión de mundos posibles: unos marcados por la violencia y otros guiados por la compasión. Esa tensión se refleja en piezas como ‘Hegemonic’ y ‘Monolithic’, donde guitarras desbordadas y percusión lenta arrastran cada nota como si fuera un bloque de granito. En medio de esa densidad aparece, por primera vez, la propia voz de Reed en ‘Grief’, un pasaje breve y desolador que rompe con la tradición instrumental del proyecto. El disco incorpora además saxofón, cuerdas y atmósferas cercanas a la música de cámara, creando un contraste inesperado con la distorsión más abrasiva. Canciones como ‘Loneliness’ o ‘Dichotomy’ revelan un juego entre calma tensa y estallido súbito, como si el sonido respirara antes de volver a arremeter. Divide and Dissolve no solo construye música pesada; convierte cada composición en un espacio donde la furia y la ternura coexisten, proponiendo un imaginario que mira al futuro mientras sacude el presente con una fuerza devastadora.

funcionário

El alias funcionário esconde al músico de Setúbal Pedro Tavares, que desde hace años construye un catálogo discreto pero sólido dentro de la electrónica portuguesa. Siempre al margen de las prisas y de las modas pasajeras, su trabajo ha ido creciendo con calma en sellos como Variz, Holuzam o Glossy Mistakes, además de autopublicaciones en Bandcamp. Su trayectoria se ha inspirado en la noción del “cuarto mundo” de Jon Hassell, aunque reinterpretada con un lenguaje propio donde se cruzan ecos ambientales, minimalismo y un gusto particular por el detalle. Hace escasos días publicó ‘horizonte’, probablemente su obra más arriesgada hasta la fecha. Aquí se lanzó de lleno al moog y a la improvisación como motor creativo, dejando que la música fluyera como si pintara con pasteles de óleo. La sensación es de libertad total: piezas como ‘nascer’ o ‘pássaros’ parecen abrir puertas hacia espacios oníricos, mientras que ‘renascer’ funciona como un reinicio que conduce a nuevas formas de expansión. En medio del recorrido aparecen texturas que recuerdan a Vangelis, especialmente en ‘o caminho de regresso’, donde la electrónica se desborda hacia un exceso casi cinematográfico. Por otro lado, cortes como ‘asa’ y ‘corrente’ introducen una tensión distópica, ampliando la paleta del álbum hasta terrenos inesperados. El cierre, ‘fantasma’, queda como una salida abierta, un final que sugiere continuidad más que clausura. Con ‘horizonte’, funcionário confirma que su música no busca etiquetas fáciles: prefiere construir un espacio propio donde la lentitud, el juego con el silencio y la exploración sonora se convierten en la base de un viaje personalísimo.

Leila Bordreuil

El violonchelo en manos de Leila Bordreuil deja de ser un simple instrumento para convertirse en un generador de paisajes sonoros radicales. Francesa-estadounidense afincada en Brooklyn, Bordreuil lleva más de una década explorando territorios donde el ruido, la improvisación libre, la composición contemporánea y el drone se cruzan sin jerarquías ni etiquetas. Su manera de acercarse al violonchelo desborda cualquier técnica clásica: amplificaciones extremas, recursos extendidos y una relación tan física con el sonido que a veces parece que estuviera tocando directamente el sistema de altavoces. Ese enfoque ha dado lugar a piezas donde la electricidad convive con silencios tensos, rugidos que rozan la violencia y atmósferas cargadas de melancolía. En 2024 publicó ‘1991, Summer, Huntington Garage Fire’ en el sello Hanson Records de Aaron Dilloway, un trabajo que captura con fidelidad esa búsqueda incesante de impacto visceral e inmersión hipnótica. Pero su trayectoria está plagada de colaboraciones igual de significativas: ha compartido escenario o proyectos con nombres como Laurel Halo, Bill Nace, Tamio Shiraishi, Lee Ranaldo o Kim Gordon, moviéndose con naturalidad entre escenas dispares. Además de grabaciones y directos, Bordreuil ha desarrollado instalaciones multicanal y piezas site-specific que investigan cómo percibimos el sonido en el espacio y cómo reacciona el cuerpo a vibraciones extremas. Su interés por la psicoacústica convierte cada propuesta en un experimento tanto físico como sensorial. Leila Bordreuil no se aferra a una tradición concreta: abre grietas, altera percepciones y construye un territorio propio donde el chelo suena como nunca lo habías imaginado.

Martina Berther

La suiza Martina Berther ha hecho del bajo un territorio en constante reinvención. Afincada en Zúrich, reparte su tiempo entre la composición para cine y teatro, la improvisación y proyectos propios como Ester Poly o AUL, siempre con la mirada puesta en cómo transformar el instrumento en una herramienta expansiva. En 2024 publicó su primer disco en solitario, ‘Bass Works: As I Venture Into’, editado por Kit Records. El título funciona casi como una declaración de intenciones: doce piezas breves en las que el bajo se libera de su papel tradicional y se convierte en generador de texturas, atmósferas y tensiones inesperadas. Desde los drones envolventes de ‘6Chords’ hasta el cierre casi elegíaco de ‘Mini Gong’, pasando por la energía rugosa de ‘Wool’, el álbum muestra la amplitud de su búsqueda. Berther grabó las piezas en una sola toma, sin ediciones ni añadidos posteriores, lo que refuerza la inmediatez del resultado. Para ello recurrió a técnicas extendidas, procesamientos electrónicos y objetos adicionales que alteran la sonoridad del bajo hasta hacerlo irreconocible por momentos. No es un repertorio pensado para sostener una base rítmica, sino para desplegar un abanico de matices que oscilan entre la abstracción y la armonía lenta. Formada en jazz y con experiencia en contextos tan diversos como la colaboración con Sophie Hunger o Philipp Schlotter, Berther demuestra en ‘Bass Works: As I Venture Into’ que su relación con el bajo no entiende de límites: cada pieza es un microcosmos en sí misma, un espacio donde el instrumento se reinventa a cada paso.

Moin

Lo que hace Moin es difícil de atrapar con una sola etiqueta. El trío formado por Joe Andrews, Tom Halstead y Valentina Magaletti se mueve en un terreno donde guitarras y batería se entrelazan con ritmos tensos, ruidos inesperados y destellos electrónicos que parecen llegar desde otra habitación. Su manera de trabajar parte de lo esencial, pero lo transforma en algo inquieto, siempre en movimiento. Su discografía ha mostrado esa evolución paso a paso. En ‘Moot!’ ya insinuaban que su interés estaba en lo crudo y lo directo. Con ‘Paste’ llevaron ese impulso hacia estructuras más abiertas, y en ‘You Never End’ empezaron a dar forma a un lenguaje más cohesionado. ‘Belly Up’, publicado en 2025, condensa todo lo anterior y lo proyecta con una energía renovada. Dentro de este último trabajo aparecen colaboraciones que refuerzan el carácter cambiante del trío: en ‘See’, la voz de Sophia Al-Maria se desliza entre la percusión incesante de Magaletti y los bucles de saxofón de Ben Vince; ‘X.U.Y.’ prolonga ese viaje en una dirección hipnótica, mientras que ‘You Leave Me Breathless’ suena como si se hubiera grabado en mitad de un ensayo improvisado, con la frescura del accidente convertido en recurso. La música de Moin es insistente y a la vez escurridiza, capaz de mezclar ruido, repetición y destellos melódicos sin caer en fórmulas previsibles. Cada disco suyo funciona como una instantánea de un proceso en constante mutación, donde lo que importa es la tensión entre control y azar.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.