Con la edición de 2025 a la vuelta de la esquina, Mad Cool vuelve a colocarse en el centro del mapa festivalero europeo con un cartel que, como es ya habitual, apuesta por reunir a grandes nombres de distintos géneros y trayectorias. Si algo caracteriza a este festival madrileño es su empeño por ofrecer una programación diversa y ambiciosa, en la que el rock convive con la electrónica, el pop con el punk y lo clásico con lo emergente. Tras una edición 2024 que supo corregir errores del pasado, mejoras logísticas, mayor comodidad y una experiencia global mucho más fluida para el público, la organización regresa con energías renovadas y la determinación de consolidar un evento que aspira a ser referencia no solo por sus cabezas de cartel, sino por su variedad estilística y su atención a los matices. Ya no se trata solo de ver a los gigantes de siempre, sino de descubrir nuevas voces, explorar propuestas valientes y dejarse llevar por la intensidad de unos días que cada año parecen ir afinando mejor su fórmula. En esta edición, hemos querido destacar a diez artistas que, por distintas razones, nos parecen imprescindibles: desde el regreso explosivo de St. Vincent hasta la frescura luminosa de Royel Otis, pasando por leyendas como Weezer o revulsivos emocionales como Bright Eyes. Aquí no hay géneros vetados ni etiquetas fijas, solo talento, riesgo y mucho carácter. Estos son nuestros diez favoritos para vivir el Mad Cool 2025 como se merece: con los oídos bien abiertos y el corazón a punto de estallar.
Bad Nerves
Con su incendiario cóctel de punk acelerado, melodías infecciosas y una actitud descaradamente despreocupada, Bad Nerves se han consolidado como una de las propuestas más excitantes del panorama alternativo británico actual. Desde Essex, este quinteto ha sabido canalizar la urgencia del garage-punk más rabioso y combinarla con un gusto casi pop por los estribillos pegadizos, ofreciendo un sonido propio que, aunque empapado en distorsión y velocidad, nunca pierde de vista la diversión. Su segundo trabajo, ‘Still Nervous’, llega tras una larga espera y con expectativas disparadas, reforzadas por el apoyo de figuras como Billie Joe Armstrong, quien no ha dudado en calificarlos como “la mejor banda de Inglaterra ahora mismo”. Temas como ‘Don’t Stop’, ‘Antidote’ o ‘USA’ demuestran que el grupo ha sabido mantener su esencia mientras experimenta sutilmente con nuevas texturas, como en los matices electrónicos o en los juegos de dinámicas que aportan profundidad a su fórmula. La voz de Bobby Nerves, cargada de personalidad, es un hilo conductor que va del desenfreno más puro a momentos de introspección, como en ‘You Should Know By Now’. Lejos de conformarse, Bad Nerves parecen decididos a crecer sin traicionar su identidad: guitarras afiladas, ritmos demoledores y una energía contagiosa que se traduce mejor que nunca en su directo, donde canciones como ‘Plastic Rebel’ o ‘You’ve Got The Nerve’ alcanzan su máxima expresión. Con giras constantes junto a nombres como The Hives o Royal Blood, su presente es arrollador y su futuro, imparable.
Blondshell
Blondshell, el proyecto musical de Sabrina Teitelbaum, se prepara para dar un nuevo paso en su ascendente trayectoria con la inminente publicación de ‘If You Asked For A Picture’, un segundo disco que promete reafirmar su lugar como una de las voces más incisivas y originales del indie rock actual. A través de una mezcla de guitarras cargadas de distorsión, melodías adictivas y letras que no temen explorar las complejidades de las relaciones, la identidad y la herencia emocional, Teitelbaum despliega una narrativa íntima y punzante. Canciones como ‘23’s A Baby’ y ‘Two Times’ avanzan una obra que equilibra momentos de franqueza emocional con una producción ambiciosa, repleta de contrastes entre lo grandilocuente y lo desnudo. Este nuevo trabajo, que llega tras el aclamado debut homónimo de 2023, muestra una evolución clara tanto en sonido como en perspectiva: más matices, más dudas y más apertura a las zonas grises de la experiencia vital. En el estudio, ha vuelto a contar con Yves Rothman en la producción, creando un universo sonoro que combina baladas expansivas, giros inesperados y guiños al rock masculino de los 2000 para subvertir sus códigos desde una mirada femenina sin concesiones. Blondshell no solo canta, sino que ofrece instantáneas emocionales en forma de canción, con una sensibilidad que es tan vulnerable como irónica. Con una gira mundial ya en marcha y una base de fans en pleno crecimiento, ‘If You Asked For A Picture’ se anticipa como un álbum decisivo, capaz de captar la confusión del presente con una lucidez brillante y ferozmente personal.
Bloc Party
Han pasado dos décadas desde que Bloc Party sacudiera el panorama del indie rock británico con su disco de debut, y ahora la banda regresa a los escenarios para celebrar el 20 aniversario de ‘Silent Alarm’, un álbum que marcó a toda una generación. Con su combinación explosiva de guitarras angulosas, ritmos frenéticos y letras cargadas de ansiedad existencial, canciones como ‘Like Eating Glass’, ‘Helicopter’ o ‘Banquet’ siguen siendo himnos que no han perdido ni un ápice de fuerza o relevancia. Lejos de ser un simple ejercicio de nostalgia, esta gira reivindica la vigencia de un disco que, además de capturar las emociones contradictorias del paso a la adultez, elevó a Bloc Party como una banda con identidad propia en un momento en que el post-punk revival era terreno fértil pero también saturado. ‘Silent Alarm’ no era solo pegada y energía; su propuesta estaba llena de matices, como se muestra en temas más introspectivos como ‘This Modern Love’ o ‘Compliments’, donde la banda demostraba una sensibilidad poco habitual entre sus contemporáneos. La voz urgente y casi desgarrada de Kele Okereke, la precisión milimétrica de la base rítmica y las guitarras cortantes de Russell Lissack siguen siendo reconocibles y poderosas, y será fascinante volver a escuchar ese repertorio en directo, con la perspectiva que solo el paso del tiempo puede dar. Esta celebración no es solo un homenaje a un álbum icónico, sino también una oportunidad para redescubrir a una banda que, incluso veinte años después, sigue teniendo algo importante que decir.
Bright Eyes
Bright Eyes, el proyecto comandado por Conor Oberst junto a Mike Mogis y Nate Walcott, ha vuelto con ‘Five Dice, All Threes’, un álbum que reafirma su lugar como uno de los nombres más singulares e incisivos del indie estadounidense. En esta nueva entrega, la banda despliega un abanico sonoro tan ecléctico como emocionalmente devastador, navegando entre el folk más confesional, la sátira política y el existencialismo poético. Con un enfoque narrativo que se mueve entre el sarcasmo y la vulnerabilidad, Oberst ofrece una colección de canciones que indagan en la edad adulta, la fama y la decadencia cultural con una honestidad descarnada. Piezas como ‘Bells and Whistles’ o ‘Tiny Suicides’ capturan ese equilibrio entre crítica social y desgarro íntimo, mientras que colaboraciones como la de Cat Power en ‘All Threes’ aportan una calidez que contrasta con el tono sombrío de muchas de las letras. En ‘Real Feel 105°’, Oberst confronta la disonancia entre apariencias y verdades internas, y en ‘Hate’ lanza una diatriba cargada contra los iconos espirituales y su propia imagen como cantautor comprometido. A través de referencias religiosas, culturales y cinematográficas, el disco construye una especie de collage emocional en el que cada canción es una pieza de un todo más grande y dolorosamente humano. ‘Five Dice, All Threes’ no es solo un retorno brillante de Bright Eyes; es también una meditación lúcida sobre el paso del tiempo, la pérdida de la inocencia y la búsqueda de sentido en un mundo cada vez más cínico y saturado de ruido.
Fidlar
Fidlar han vuelto con la energía desbordante que siempre les ha definido y un nuevo disco bajo el brazo, ‘Surviving The Dream’, que encapsula a la perfección su esencia: punk acelerado, melodías infecciosas y letras tan directas como desquiciadamente lúcidas. Tras cinco años sin publicar un álbum, la banda californiana regresa más afilada que nunca, con una colección de temas que parecen concebidos para ser gritados en un pogo sin fin. ‘Fix Me’ abre el disco como una declaración de intenciones, con ese verso brutal de “soy el tipo de loco que no es del tipo mono”, marcando el tono confesional que atraviesa todo el álbum. Fidlar siempre ha sabido cómo disfrazar la angustia existencial con riffs contagiosos y un sentido del humor negro marca de la casa. Canciones como ‘I Don’t Wanna Do This’, ‘Dog House’ o ‘Sad Kids’ mezclan sarcasmo y desesperación con una energía que pide a gritos el sudor de una sala llena. A la vez, temas como ‘Break Your Heart’ o ‘Down N Out’ revelan una faceta más melódica, casi pop, aunque el trasfondo siga siendo igual de crudo. ‘Making Shit Up’, por su parte, convierte la ansiedad en un bucle sonoro que roza lo claustrofóbico. Producido por ellos mismos, el disco suena limpio sin perder su toque rasposo, manteniendo ese equilibrio entre caos controlado y honestidad brutal. ‘Surviving The Dream’ no es solo una descarga de adrenalina, sino también un espejo sucio pero certero de una generación que sigue bailando sobre sus propias ruinas emocionales.
Future Islands
Future Islands han vuelto con un disco que no solo confirma su identidad, sino que también la profundiza: ‘People Who Aren’t There Anymore’ es una exploración emocional que se mueve entre la pérdida, el recuerdo y la necesidad de avanzar. Lejos de conformarse con repetir fórmulas, el grupo liderado por Samuel T. Herring aprovecha su característico synth-pop para capturar emociones complejas con una mezcla de teatralidad y sinceridad devastadora. Canciones como ‘King of Sweden’ o ‘The Tower’ suenan tan intensas como siempre, pero ahora con un trasfondo más marcado por la melancolía de lo vivido y perdido. La ruptura de relaciones personales, la distancia, la ausencia de amigos, incluso la sensación de no reconocer al que un día fuiste, impregnan la narrativa lírica de un álbum que, sin embargo, no se entrega al derrotismo. Con líneas como “Can’t take away what you gave me, ‘cause in a real way you saved me” en ‘Corner of My Eye’, Herring nos recuerda que el pasado, aunque doloroso, también es parte de lo que nos sostiene. El sonido del grupo se mantiene fiel a su esencia pero introduce matices nuevos, como la textura percusiva de ‘Iris’ o la delicadeza de ‘The Fight’, donde la voz de Herring flota entre sintetizadores que parecen respirar. ‘People Who Aren’t There Anymore’ es un álbum reflexivo, sin caer en lo solemne, que invita a bailar con lágrimas en los ojos y a recordar que seguir adelante también es una forma de rendir homenaje a todo lo que ya no está.
Olivia Rodrigo
Con apenas dos discos, Olivia Rodrigo ha conseguido convertirse en la voz generacional de toda una era marcada por la autoexploración, el hartazgo y la búsqueda de identidad en medio del ruido mediático. En ‘Guts’, su segundo trabajo, la artista californiana se sacude la presión del éxito precoz y da forma a un álbum que alterna el desahogo furioso con la introspección más vulnerable. Con un pie en el pop-punk de los 2000 y otro en la balada confesional, Rodrigo construye un relato que va más allá de sus propias vivencias: es el retrato de una juventud fracturada que intenta reconciliarse consigo misma. Canciones como ‘All-American Bitch’ y ‘Bad Idea Right’ destilan sarcasmo, rabia y sentido del humor, mientras que temas como ‘Vampire’, ‘The Grudge’ o ‘Teenage Dream’ profundizan en la sensación de agotamiento emocional y en el miedo a que los mejores años ya hayan pasado. Rodrigo no teme mostrarse contradictoria, abrazando tanto la euforia del despecho como la tristeza de la autocrítica. La producción, tan pulida como intencionadamente cruda en ocasiones, acompaña este vaivén emocional con una mezcla de guitarras crujientes, melodías pegadizas y pianos melancólicos. En ‘Pretty Isn’t Pretty’ denuncia los estándares imposibles de belleza, y en ‘Making the Bed’ se pregunta qué sentido tiene crecer si todo sigue siendo igual de confuso. ‘Guts’ es más que una continuación de ‘Sour’: es una declaración de independencia artística y emocional, y confirma que Olivia Rodrigo no está aquí solo para cantar al desamor, sino para contar cómo se sobrevive a uno mismo.
Royel Otis
Royel Otis, el dúo australiano formado por Royel Maddell y Otis Pavlovic, ha conseguido que su debut largo, ‘Pratts & Pain’, suene como la banda sonora ideal para ese verano que nunca acaba, mezclando hedonismo indie y melancolía pop con una naturalidad envidiable. Con una paleta sonora que va del jangle pop al shoegaze psicodélico, pasando por el synthpop soleado y el post-punk más melódico, el disco condensa lo mejor de varias generaciones de guitarras brillantes sin perder su personalidad juguetona y algo surrealista. Canciones como ‘Oysters In My Pocket’ o ‘Sonic Blue’ destilan esa despreocupación luminosa que invita a cantar con la ventanilla bajada, mientras que temas como ‘Molly’ o ‘Foam’ se atreven con una introspección más brumosa, sin caer en la solemnidad. Las letras, entre lo sentimental y lo irónico, retratan historias de amores torpes, mañanas con resaca emocional y ese deseo de permanecer en lo efímero antes de que la rutina lo arruine todo. ‘Fried Rice’, por ejemplo, combina la urgencia del mejor pop de estadio con una dulzura devastadora, mientras que ‘Daisy Chain’ o ‘IHYSM’ flirtean con el caos sonoro sin perder la pegada. Grabado en Londres con Dan Carey a los mandos, el disco suena suelto pero cuidado, como si cada detalle estuviera al servicio de ese equilibrio tan difícil entre ligereza y emoción. ‘Pratts & Pain’ no solo consolida a Royel Otis como una de las propuestas más refrescantes del indie reciente, sino que también invita a bailar, llorar y volver a empezar. Y, si puede ser, con los pies en la arena.
St. Vincent
St. Vincent regresa con ‘All Born Screaming’, un álbum que no solo renueva su identidad artística, sino que la lleva a un nuevo nivel de crudeza emocional y riesgo sonoro. Lejos de esconderse tras personajes o máscaras, Annie Clark se coloca en primer plano con una propuesta tan visceral como sofisticada, donde el artificio da paso a una sinceridad brutal. Desde los arpegios casi litúrgicos de ‘Hell Is Near’ hasta la intensidad industrial de ‘Broken Man’, con Dave Grohl a la batería, el disco recorre un amplio espectro que va del dolor al deseo, del colapso al renacimiento. El carácter inquieto de temas como ‘Flea’ o ‘Big Time Nothing’ se traduce en explosiones de guitarras sucias, sintetizadores rugientes y letras que cuestionan la identidad, la fama o el amor desde un prisma retorcido pero humano. En ‘Sweetest Fruit’, inspirada por la figura de SOPHIE, St. Vincent encuentra belleza en lo efímero, en esa fruta que cuelga de la rama más alta. La producción, firmada por la propia Clark, juega con el espacio y el silencio, haciendo que cada detalle, una voz susurrada, un golpe de batería, una línea de bajo, tenga peso narrativo. ‘The Power’s Out’ y ‘Reckless’ muestran su faceta más lírica y devastadora, mientras que el corte final, ‘All Born Screaming’, cierra el álbum con un clímax operístico que encapsula su dualidad: dolor y luz, fealdad y belleza, caos y control. Es un disco que reafirma su estatus como una de las artistas más audaces de su generación y, quizás, su trabajo más completo hasta la fecha.
Weezer
Pocas bandas han sabido surfear las olas del tiempo como Weezer, que tras más de tres décadas en activo siguen reinventándose sin renunciar a esa mezcla de melodías irresistibles, guitarras potentes y letras tan brillantes como irónicas. Con ‘Pacific Daydream’, ‘Van Weezer’ o los experimentos orquestales de ‘OK Human’, Rivers Cuomo y compañía han demostrado que su catálogo no se agota en el poder noventero de ‘Buddy Holly’ o ‘Say It Ain’t So’, sino que sigue vivo y mutando con cada nueva entrega. Su música se mueve con naturalidad entre el power pop, el rock alternativo y momentos de pura autoparodia lúcida, pero siempre bajo una capa de autenticidad emocional que convierte incluso los estribillos más absurdos en confesiones generacionales. Con un sentido del humor tan afilado como su dominio de los ganchos pop, Weezer ha hecho de la contradicción una virtud: pueden sonar a himno de estadio en ‘Hero’ y, al mismo tiempo, a diario íntimo en ‘A Little Bit of Love’. A lo largo de su trayectoria, han abrazado tanto los sintetizadores ochenteros como el thrash metal, y han publicado discos inspirados en estaciones del año o versiones de clásicos ajenos, sin miedo al qué dirán. Esa falta de pretensión, combinada con una capacidad inusual para escribir canciones que se quedan grabadas a fuego, es precisamente lo que los hace tan necesarios: porque en su universo cabe tanto el escapismo colorido como la melancolía geek. Y porque, aunque a veces parezca que no se toman en serio, su legado es profundamente serio.
