En un panorama musical donde la inmediatez prima sobre la profundidad, Las Robertas han construido una trayectoria ajena a las urgencias del algoritmo. Procedentes de Costa Rica, un país donde la naturaleza impone su propio ritmo, el grupo ha desarrollado una propuesta que conjuga la contundencia del rock psicodélico con la ensoñación del shoegaze. Con su más reciente trabajo, 'Love is the Answer' —grabado entre Hermosillo y San José—, la banda anuncia una gira por España, llevando su catálogo de reverberaciones y contrastes al directo.
De la biodiversidad a la fuzz: los orígenes de un sonido
Costa Rica, donde el 5% de la biodiversidad mundial se concentra en poco más de 51.000 km², ha sido tanto cuna geográfica como fuente de inspiración para Las Robertas. En un país con escasas salas de conciertos y largas distancias entre ciudades, el grupo encontró en la naturaleza un reflejo de su propia estética: canciones densas, impredecibles y entrelazadas por un sentido de exploración. Mercedes Oller (voz y guitarra), Fabrizio Durán (batería), Russell Sánchez (guitarra), Daniela Quesada (teclados), Felipe Oller (bajo) y Fabian Rojas (guitarra) componen una formación que ha evolucionado sin ceñirse a tendencias pasajeras.
Desde su formalización en 2009, tras un período de experimentación en proyectos previos como Alta Costura, la banda ha absorbido influencias que van de los arpegios de The Byrds al caos calculado de Brian Jonestown Massacre. En 'Love is the Answer', su tercer álbum, este diálogo entre pasado y presente alcanza su máxima expresión: guitarras saturadas en colisión con melodías pop, coros etéreos y letras que, en palabras de Mercedes, son "cartas de amor al universo escritas en tiempos inciertos".
Un lenguaje propio
Las Robertas no se limitan a fusionar géneros, sino que construyen un universo sonoro propio. Su propuesta transita entre el wall of sound de Phil Spector y la introspección de Slowdive, con riffs noventeros que remiten a My Bloody Valentine y una actitud heredera del punk. En 'Love is the Answer', cada canción tiene entidad propia: 'Fingertips', una versión en español de Brian Jonestown Massacre, adopta un carácter hipnótico, mientras que el tema homónimo se convierte en un estallido de intensidad emocional.
Owen Morris, productor de Oasis y The Verve, enfatiza las imperfecciones en lugar de suavizarlas. Grabado en 2019 y afectado por retrasos ajenos a la banda (una referencia implícita a la pandemia), el álbum mantiene una textura lo-fi deliberada, como si hubiese sido capturado en un espacio cargado de humo y evocaciones. Su fuerza radica en transformar la incertidumbre en algo tangible, sin perder brillo. "Es el sonido de las heridas que cicatrizan", podría resumirse.
Escena costarricense: comunidad en un territorio fragmentado
La limitada infraestructura musical de Costa Rica no ha impedido que Las Robertas desarrollen una red de apoyo local. "Aquí no hay grandes venues, pero sí compromiso", afirma Mercedes. Esta carencia ha fomentado la autogestión: conciertos en espacios públicos, giras organizadas por la propia banda y una mentalidad colectiva que desafía los obstáculos logísticos.
A diferencia de grupos que integran elementos folclóricos, Las Robertas optan por una sonoridad global. No hay referencias directas a la tradición costarricense, pero sí una atmósfera que evoca la vastedad de sus paisajes. No es un decorado, sino una influencia sutil: la naturaleza como actitud, no como ornamento.
Sus directos: un ritual de inmersión
Para Las Robertas, el directo es un ejercicio de expansión sonora. Sus conciertos buscan recrear la "pared de sonido" de sus grabaciones, añadiendo improvisación y una energía casi hipnótica. Mercedes, con una voz que oscila entre el murmullo y la exclamación, actúa como vínculo entre la banda y el público, generando momentos que transitan de la melancolía al frenesí.
Esta filosofía les ha llevado a compartir escenario con The Bel Air Lip Bombs y a actuar en festivales como Primavera Sound, donde en 2023 demostraron que el shoegaze es un lenguaje en constante mutación.