El estruendo de sus guitarras aún retumba en la memoria colectiva de una generación que buscaba inmediatez, crudeza y honestidad a la hora de sumergirse en la música. Times New Viking irrumpen desde Ohio con un sonido potente, libre de filtros, y con un estilo tan directo que se acerca a la urgencia del punk al tiempo que coquetea con la sensibilidad pop. Su impronta quedó marcada en un puñado de discos que, a día de hoy, siguen generando culto y admiración, aunque les hayamos visto desaparecer del radar de los escenarios durante mucho tiempo. ¿Acaso su embrujo podría revivir en cualquier momento para recordarnos lo que pasa cuando el arte se despoja de adornos y se lanza al mundo sin pedir permiso?
No es casualidad que su propia denominación fuera un juego tipográfico con el nombre de una fuente tan clásica como Times New Roman. En lugar de apoyarse en la solemnidad, Times New Viking deciden subvertir la formalidad y abrazar la irreverencia desde el minuto uno. No suenan a la pulcritud editorial de un periódico tradicional, sino a un trío furioso que graba en cinta, reduce la producción al mínimo y empuja cada canción a un límite de distorsión que seduce y aturde a partes iguales. Su historia es la de tres artistas que confluyen en Columbus y se dan la mano para acometer un viaje lleno de desenfreno, experimentación y un sentido del humor a ratos corrosivo, a ratos juguetón.
Orígenes y primeros pasos
Quienes alguna vez han pisado Columbus, Ohio, saben de su atmósfera universitaria, de su latido cultural subterráneo y de esa permanente mezcla de tradición y modernidad que envuelve las calles. Es un lugar donde confluyen bandas de noise, grupos cercanos al punk e incluso artistas con una vena pop tan marcada que no temen incorporarla a propuestas experimentales. En ese caldo de cultivo, Times New Viking comienza a gestarse a principios de la década de 2000. La formación se compone de Jared Phillips (guitarra), Adam Elliott (batería y voz) y Beth Murphy (teclados y voz), tres compañeros de aventuras que habían coincidido en escenarios alternativos y en su paso por estudios de arte.
El flechazo musical se produce rápido. Cada uno llega al local de ensayo con diferentes ideas y referencias, pero todos sienten pasión por la inmediatez y la improvisación. Apuestan, desde el arranque, por la crudeza y por no pulir demasiado sus pistas. No significa que no tuvieran criterio o ambición: significa que para ellos el error es parte de la obra, la imperfección refuerza la cercanía, y la música pop adquiere una nueva dimensión si se la encierra en un envoltorio frenético y sucio. Así nace ‘Dig Yourself’ (2005), disco de presentación que deja claras sus intenciones. Canciones cortas, grabaciones en cintas de cuatro pistas y un cóctel de influencias que va desde el rock más irreverente de los setenta hasta el indie noventero más desgastado por la distorsión.
La escena local recibe el álbum con entusiasmo y curiosidad, pues se nota que Times New Viking beben de la tradición lo-fi, pero inyectan adrenalina extra. Incluso se empieza a hablar de ellos como una banda que retoma la vena más enérgica del sonido de Ohio, en cierto modo heredera de grupos icónicos de la región. Además, su actitud directa sobre el escenario convence a los seguidores del punk más áspero, al tiempo que cautiva a los fanáticos de la melodía.
El año de ‘Present the Paisley Reich’ y el llamado “shitgaze”
Tras el debut, Times New Viking regresan en 2007 con ‘Present the Paisley Reich’, un título que ya anticipa su gusto por las alusiones irónicas y los guiños artísticos. La música se recrudece, las voces suenan casi gritadas en algunos cortes y las guitarras de Jared Phillips escarban con furia en cada riff. Al mismo tiempo, los teclados de Beth Murphy introducen un matiz pop que, entre tanto escándalo, logra emerger con relativa nitidez. La banda se hace un lugar en un panorama donde se acuñan términos como “shitgaze” para clasificar a aquellos grupos que mezclan un estilo melódico y pegajoso con enormes capas de distorsión y producciones caseras llevadas hasta el extremo.
Cierto es que Times New Viking no se reconocen demasiado en esas etiquetas. Su conexión con el legado de Guided by Voices o de The Velvet Underground pasa menos por la mitología y más por la conciencia de que se puede hacer música interesante con pocos recursos y mucha personalidad. Sin embargo, la prensa y el público agradecen un nombre que permita diferenciar a quienes se apegan a la suciedad sonora frente a la limpieza digital que empieza a inundar casi toda la industria. Gracias a esto, el trío va ganando visibilidad más allá de Ohio y empieza a girar por otros estados de EE. UU., e incluso traspasa las fronteras.
‘Rip It Off’ y el ruido como identidad
En 2008 llega un golpe definitivo para su pequeña fama con ‘Rip It Off’, álbum donde la banda ya se siente más segura de su identidad. Continúan las grabaciones en entornos de baja fidelidad, y la mezcla final no le teme a saturar los picos y a exprimir la cinta casi hasta romperla. Para Times New Viking, la textura del ruido es una parte esencial de su personalidad. La prensa especializada, aunque dividida ante una propuesta tan abrasiva, coincide en que allí hay algo especial: canciones pop más afiladas, inmediatez, un revoque de caos que a la vez no deja de ser inteligible en la práctica.
Algunos medios se atreven a comparar el impacto de ‘Rip It Off’ con el de álbumes emblemáticos que, en su momento, sacudieron la escena underground por su alta dosis de saturación y su espíritu do it yourself. A la banda le llueven referencias a The Jesus and Mary Chain e incluso a los primeros años de Pavement, sobre todo al ver que Times New Viking se permiten experimentar con estructuras de canción muy cortas, a veces inacabadas, donde la melodía se ve abruptamente interrumpida por estallidos de distorsión.
Por esas fechas, un nuevo público se siente curioso ante la propuesta, mientras que los seguidores habituales celebran la ausencia de temor al feedback, el retumbe de la batería de Adam Elliott y la aparente facilidad con la que sacan adelante melodías tan brillantes bajo un manto de saturación. ‘Rip It Off’ sube un peldaño más en su popularidad y los convierte en un grupo de culto dentro del indie ruidoso.
La consolidación con ‘Born Again Revisited’ y la aventura de ‘Dancer Equired!’
Para 2009, la banda lanza ‘Born Again Revisited’ y comenta, con la lengua medio en broma medio en serio, que la fidelidad de su sonido había mejorado “un 25%” en comparación con los trabajos anteriores. La referencia no es baladí: se nota cierta evolución en la forma de grabar, se percibe una pizca más de claridad en los instrumentos y en la manera de distribuir los efectos, pero sin perder ese rugido característico. Se habla de un avance, de una apuesta algo más nítida en los coros y en las armonías, pero quienes esperan un álbum al uso siguen topándose con distorsiones y micrófonos saturados.
Poco después, Times New Viking vuelven a dar un golpe de timón y confirman que se pasan a un nuevo sello discográfico, para publicar ‘Dancer Equired!’ (2011). El anuncio despierta rumores de un pulido sonoro más drástico, idea que el trío desecha al aclarar que no desean renegar de lo que les define. El resultado es un disco donde se intuye un acercamiento a la producción de estudio de forma algo más metódica, pero que aún conserva el halo ingenuo de su espíritu original. Hay piezas como ‘No Room to Live’ que se prestan a lecturas más suaves y, en efecto, la calidad de la grabación final es menos cavernosa, pero el trasfondo no se apaga.
Esa época supone un cenit para el trío en cuanto a visibilidad y giras internacionales: logran presentarse en festivales de mayor rango y compartir escenario con artistas que los admiran y otros a quienes admiran. Sin embargo, también se empiezan a notar signos de desgaste. Tanto tiempo en carretera, tantas idas y venidas, y la necesidad de explorar intereses personales a la par que dan forma a Times New Viking. Ese tira y afloja termina por acercarlos al hiato indefinido que vendría después.
El EP ‘Over & Over’, la pausa y los proyectos paralelos
En 2012 lanzan ‘Over & Over EP’, casi como epílogo a una etapa de hiperactividad. Poco después, Times New Viking se dispersan en distintos rumbos. No anuncian una disolución oficial con gran fanfarria, pero dejan claro que cada uno seguirá su camino y que el estado de la banda entra en un letargo de duración incierta.
Entre 2012 y 2016, las noticias sobre ellos llegan con cuentagotas. Los miembros se trasladan a ciudades diferentes y el futuro del grupo parece cada vez más distante. Se habla de un parón permanente, de una separación de facto. Sin embargo, en 2016 se reencuentran para tocar en un festival local en Columbus, generando una oleada de expectativas que no llegan a cristalizar en una gira extensa ni en nuevas grabaciones de estudio. Se trata más bien de un guiño a su trayectoria, un regalito para los nostálgicos, que un verdadero regreso formal.
La fuerza que los había impulsado a crear, viajar y saturar altavoces se difumina, y la banda se diluye en la niebla de proyectos paralelos. Pese a todo, su presencia en la memoria de la escena indie ruidosa de la década de 2000 sigue viva, y siguen apareciendo reseñas y artículos que recuerdan la furia de ‘Dig Yourself’ o la pegada de ‘Rip It Off’.
La estética sonora: por qué Times New Viking siguieron fieles a la baja fidelidad
A menudo se les asocia con el lo-fi por su forma de grabar en cintas de cuatro u ocho pistas, por rechazar la edición digital pulcra y por preferir que los picos de sonido saturen sin concesiones. ¿Qué hay detrás de esa filosofía? Por un lado, la creencia de que una canción pop puede resonar con más fuerza emocional si se muestra cruda, sin tantas capas de perfeccionamiento que puedan limar las aristas. Por otro, una herencia artística derivada de su paso por la escuela de arte, su gusto por el collage y por la experimentación con soportes imperfectos. Y es que grabar en cassette o en VHS no es solo un capricho vintage: es dar protagonismo a la textura, integrar el ruido y la suciedad como otro elemento que habla por sí mismo.
Ese acercamiento también se manifiesta en sus directos. Con Times New Viking, uno se expone a un concierto breve, a menudo de media hora o menos, donde se disparan más de una docena de canciones entre gritos, punteos de guitarra a reventar y un teclado que, en vez de calmar, a veces añade estridencia. La palabra “catarsis” describe bien lo que vivían en escena: saltar, errar, reírse entre ellos y con el público, y demostrar que el postureo rock star no va con su forma de entender la música.
Letras y personalidad: el pop entre consignas y brochazos de humor
Además de la distorsión, una marca distintiva de Times New Viking está en su forma de componer: apuestan por letras frenéticas, por estribillos que parecen eslóganes o consignas, y por el uso de frases breves que se repiten cual mantra. Sin embargo, en medio de ese caos, surgen pinceladas de ingenio, referencias a la cultura pop o a la vida cotidiana que se revelan con humor y sarcasmo. No es un humor descarnado ni académico, sino un guiño cómplice al público que encuentra fragmentos de sí mismo en esas palabras aparentemente sencillas.
Cierto es que muchas de sus canciones se perciben al límite de la saturación verbal: las voces de Adam y Beth, a menudo a dos manos, se atropellan mientras la guitarra y la batería no dejan espacio para el respiro. Pero esa asfixia está pensada para remitir al mismo frenesí juvenil y a la necesidad de soltarlo todo de golpe. Por eso, su fama también está ligada a la sensación de inmediatez y de urgencia, una de las grandes bazas del punk y de cualquier vertiente ruidosa que busque la catarsis inmediata de su audiencia.
El después: proyectos individuales y reencuentros
Con el cese de actividad de Times New Viking, cada integrante siguió caminando por veredas diferentes, explorando diversas facetas creativas y personales. Beth Murphy lanzó material en solitario con el alias The Girl in Times New Viking y formó, junto a Emily Davis, el dúo Married FM, donde se adentra en una vena intimista y juguetona que recuerda ciertos matices pop de sus días en la banda, pero con una impronta más reflexiva. Mientras tanto, Adam Elliott se unió a Connections, otro grupo de Ohio, antes de fundar su propia formación, Long Odds, donde continúa puliendo un sello melódico pero con la actitud irreverente que siempre lo ha caracterizado. Por su parte, Jared Phillips se involucró en proyectos como Counter Intuits, que también sintonizan con la idea de no abandonar la experimentación y el ruido crudo.
Estos caminos paralelos prueban que el espíritu de la banda nunca se destruyó, sino que se dispersó en múltiples ramificaciones. El poso creativo continúa en ellos, y la base fundamental que forjaron con Times New Viking se hace visible en sus producciones actuales: la fe en el “hazlo tú mismo”, el gusto por la inmediatez, el coqueteo con un pop que, pese a su dulzura, no deja de sumergirse en climas de caos y distorsión.
¿Posible vuelta?
A pesar de las apariciones esporádicas, no se ha confirmado un retorno estable del trío. Muchos de sus fans siguen suspirando por la posibilidad de volver a presenciar un directo tan enérgico como imprevisible, o de encontrarse con un nuevo álbum que retome la senda abrupta de aquella época dorada. Por el momento, cada integrante parece satisfecho con sus respectivos proyectos, aunque el poso de Times New Viking permanece intacto entre la comunidad que vivió su explosión hace más de una década.
Quizá su historia sea la de tantos grupos que se forman, brillan en la escena independiente y luego se disuelven, pero hay un matiz que hace de Times New Viking algo especial: su honestidad brutal y su capacidad para nutrir a la audiencia con un sonido que no obedece normas de corrección y que se atreve a saturar las frecuencias. Reflejan una forma de vivir la música sin tantos remilgos, reivindicando la espontaneidad por encima del virtuosismo. Además, su estela continúa inspirando a nuevas generaciones que entienden el lo-fi como una herramienta para conectar con el oyente sin la mediación de un empaquetado excesivamente pulcro.
Legado: furia pop grabada en cinta
En la época actual, cuando la producción digital ofrece prácticamente herramientas ilimitadas para pulir cualquier grabación, la propuesta de Times New Viking suena más necesaria que nunca. Encierra un recordatorio de que la creatividad surge también de la escasez, del azar, del choque de imperfecciones. No se trata de negar el valor de la tecnología, sino de abrazar la posibilidad de que la música transmita un vértigo auténtico, lleno de aristas y raspaduras.
Con ellos, aprendimos que una canción pop puede esconderse tras capas y capas de ruido y salir triunfante, que una melodía desafinada puede hacer vibrar igual o más que una armada al milímetro, y que la brevedad de un tema puede expresar tanto como una suite de veinte minutos si se interpreta con el corazón en la mano. También confirmamos que el rock no se rige por la limpieza, y que ser “pequeño” (en infraestructura o en medios) no está reñido con la trascendencia cultural.
Times New Viking no fueron los pioneros absolutos, ni los más veteranos, ni siquiera los más ruidosos de la historia. Pero sí encarnaron con brillantez una etapa donde la tecnología dio un giro, y donde algunos optaron por reivindicar la suciedad sónica como bandera. Su discografía, compuesta por ‘Dig Yourself’, ‘Present the Paisley Reich’, ‘Rip It Off’, ‘Born Again Revisited’, ‘Dancer Equired!’ y la breve estocada del ‘Over & Over EP’, resuena aún hoy como un testamento de energía y de valentía.
Siempre los esperaremos
Puede que Times New Viking se mantengan en silencio por tiempo indefinido, pero su legado sigue vivo en cada nuevo artista que decide prescindir de la perfección para apostar por la pulsión y la inmediatez. Sus miembros continúan creando, cada uno por su cuenta, y no sería extraño verlos colaborar de nuevo en algún escenario o estudio de Ohio, con esa química difícil de reproducir que los convirtió en referente para los amantes de lo áspero y lo pop. Si algo han demostrado es que bajo el estruendo existe un corazón palpitante, una actitud que no se deja domesticar fácilmente y un anhelo de compartir algo genuino sin importar los riesgos.
Al final, su música nos recuerda que, a veces, la vida no está para medir decibelios o corregir imperfecciones, sino para exhalar con fuerza y contagiar al mundo de una locura sana e irreverente. Y así, cuando uno escucha de nuevo ‘Rip It Off’, o se sumerge en la efervescencia de ‘Present the Paisley Reich’, se reencuentra con la chispa de esa bendita y ruidosa libertad. En cada surco se dibuja el eco de un tiempo en el que, más que sonar perfectos, lo urgente era lanzarse al vacío y gritar, sin titubeos, que la música, la buena música, es esa que arriesga, late y late… hasta dejarnos sin aliento.