Patrick Watson atravesó una situación límite cuando perdió la voz durante meses. Esa circunstancia inesperada marcó el origen de ‘Uh Oh’, un trabajo grabado entre Montreal, Nueva Orleans, Los Ángeles, Ciudad de México y París, con la compañía de cantantes muy distintos entre sí. El resultado recoge once piezas que reflejan tanto la vulnerabilidad del proceso como la búsqueda de nuevas formas de narrarse a través de otros timbres. ‘Silencio’, junto a November Ultra, abre el recorrido con una confesión explícita: “I lost my voice ‘cause I talked too loud”. La canción combina un arranque íntimo con un tramo posterior más rítmico, sostenido en pianos, sintetizadores y un fraseo que expone la ansiedad de quedarse callado. A partir de ahí, el álbum se mueve entre atmósferas inquietantes como las de ‘Peter and the Wolf’, inspirada en paseos nocturnos por bosques y calles de Nueva Orleans, y viajes melódicos como ‘The Wandering’, con MARO, que aporta inflexiones portuguesas a un paisaje en continua transformación. Watson alterna piezas cargadas de metales y coros, como la propia ‘Uh Oh’, con relatos frágiles sostenidos en el piano, como ‘Gordon in the Willows’, interpretada por Charlotte Cardin. Las colaboraciones imprimen carácter a cada composición: Martha Wainwright aporta dramatismo en ‘House on Fire’, Klô Pelgag empuja a territorios electrónicos en ‘Ami Imaginaire’ y Solann cierra con ‘Ça va’, un homenaje a la chanson que devuelve un tono de calma. ‘Uh Oh’ funciona como un viaje donde cada invitado aporta matices distintos, unidos por la dirección de Watson, que convierte un trance personal en un mosaico sonoro de paisajes íntimos y compartidos. Aprovechando el lanzamiento de este nuevo disco y su próxima gira por nuestro país, entrevistamos a Patrick en una de las últimas tardes del verano.
Pasaste por un momento muy delicado cuando de repente perdiste la voz durante meses. Esa experiencia parece estar en el corazón de 'Uh Oh'. Tengo la sensación de que algo así no solo cambia a un músico, sino también a la persona. ¿Cómo cambió ese tiempo de silencio la forma en que hoy te relacionas con tu voz y tu música?
Desde el punto de vista del disco, hacía mucho tiempo que quería hacer lo que realmente deseaba, porque ya había empezado a realizar muchas colaboraciones antes de este álbum y lo estaba disfrutando mucho. Principalmente porque, ya sabes, me he escuchado cantar durante mucho tiempo. Y aunque disfruto cantar, lo que más me gusta es trabajar con música en general. Y cuando tienes la oportunidad de trabajar con otro cantante, lo que haces en realidad es trabajar con un nuevo narrador. Más que una voz nueva, es un nuevo narrador. Un gran ejemplo es 'Silencio'. Al ser en español… el español es un idioma increíblemente óptimo para la música. Suena precioso en la música. Es la razón por la que es la música más escuchada del mundo. Tiene una fonética bellísima. Así que poder cantar con November Ultra significó explorar ese idioma con ella, musicalmente, lo cual para mí y para Mishka Stein (con quien escribimos el inicio juntos) nos dio una gran alegría, porque nos encanta explorar la música. Y en las colaboraciones encuentras eso: si soy solo yo haciendo lo mío, se vuelve un poco tonto. Así que tener a alguien con quien entrar en esa conversación es un verdadero privilegio.
¿Pensaste alguna vez que tu voz no volvería?
Sí, lo pensé. Cuando la perdí, no creía que fuese a regresar porque estaba dañada: fue una hemorragia. Eso me permitió hacer algo que ya quería desde hace tiempo, pero sin reservas: colaborar con otras personas, incluso si no volvía a cantar nunca. Pensé: “Está bien si no canto, porque me gusta hacer música y, para ser sincero, estaba un poco cansado de mí mismo. Ahora tengo esta gran oportunidad de colaborar con gente”. Luego, a medida que mi voz fue sanando lentamente, se transformó en otra idea distinta. Por ejemplo, incluso cuando grabé el tema con November Ultra, mi voz aún no estaba curada. Suena más hablada en comparación con lo que suelo hacer al cantar. Y creo que eso también me hizo pensar que mi voz es mi relación con el mundo: cuando viajo, cuando veo amigos por todo el planeta, la razón por la que los veo es gracias a mi voz. Así que perderla no era solo perder la voz, era perder a mi familia entera.
¿Qué aprendiste personalmente de esa experiencia de silencio forzado?
La verdadera dificultad de perder la voz fue sentir que perdía a mi familia, no mi voz. Porque, desde un punto de vista personal, perderla fue hasta divertido. Me gustó la aventura, porque literalmente no podía hacer ningún sonido. Era silencio absoluto, parálisis completa. Y siendo alguien que habla demasiado porque tengo mucha energía nerviosa, fue un periodo muy interesante. Descubrí lo que significa de verdad estar en silencio.
"Pensaba que callar era algo muy poderoso. La gente cree que quien habla controla la conversación, pero mi experiencia fue justo lo contrario: quien calla es quien recoge las cartas."
¿Y qué descubriste al enfrentarte a ese silencio total?
Pensaba que callar era algo muy poderoso. La gente cree que quien habla controla la conversación, pero mi experiencia fue justo lo contrario: quien calla es quien recoge las cartas. Y cada vez que hablas, das la impresión de ser más estúpido. Es como en los juicios: todo lo que digas puede ser usado en tu contra. Hay una vulnerabilidad real en compartir demasiado.
¿Te hizo replantearte también tu manera de relacionarte con la gente?
Sí. Como viajo tanto, mis encuentros con las personas suelen ser breves. Eso me llevaba a abrirme enseguida: “¿Vamos a hablar de la vida? Pues hablemos de la vida de verdad, o si no, ¿para qué?”. Porque quizá no vea a nadie más en todo el día. Y por eso terminas aprendiendo a compartir demasiado. Recuerdo que estaba con Zaho de Sagazan, una cantante francesa increíble, y parte de su equipo era este chico encantador llamado Guillaume. Guillaume es alto, con bigote, alguien que sin decir nada ya transmite mucho, pero a la vez tiene miedo de la gente. Yo soy justo lo contrario, pero nos llevamos muy bien y conectamos rápido. Me decía: “No sé cómo confías en la gente así”, y yo respondía: “Pues yo tampoco lo sé”. Y él insistía en que muchas veces cuando uno se abre, lo que dices acaba usándose en tu contra. Y ahora, al hacerme mayor, pienso: “Quizá debería guardarme más cosas, para no ser tan vulnerable”. Porque al final la gente solo quiere inventarse las historias que le convienen. La gente no es verdad: son proyecciones. Si alguien decide que no le gustas, no le vas a gustar digas lo que digas.
En 'Choir in the Wires' conviertes cables, conversaciones y ruidos cotidianos en una especie de coro. Es una imagen muy poderosa porque eleva lo común a lo poético. ¿Cómo surgió la idea de transformar sonidos cotidianos en música?
Creo que Ciudad de México es una de las ciudades más inspiradoras del planeta ahora mismo. Vas allí y tiene todo lo que echo de menos de Nueva York cuando era refugio de artistas. La energía de vida es brutal: millones de estudiantes, millones de historias, lo rico y lo pobre, todo mezclado en un mismo espacio con una densidad que nunca he visto en otro lugar. La primera vez que fui no podía dejar de mirar los cables de electricidad y teléfono en el cielo. No parecían hechos por humanos, parecían una jungla, naturaleza desbordante de vida. Imposible imaginar a alguien reparándolos. Esa imagen se me quedó guardada durante años.
Un día estaba con Diego, un promotor increíble de música independiente en México, y le pedí que me presentara a cantantes locales. En vez de invitar a uno, los trajo a todos a la vez. Me pareció rarísimo, así que les propuse: “¿Queréis escribir una canción juntos?”. Y dijeron que sí. Mishka y Olivier se fueron a otra sala, yo me quedé con el coro y les conté esta idea de los cables como naturaleza. Empezamos todos juntos a escribir alrededor de una hoja de papel. Mishka volvió con una línea de guitarra, ellos cantaron, y en dos o tres horas estaba grabado.
"Al hacerme mayor, pienso: “Quizá debería guardarme más cosas, para no ser tan vulnerable”. Porque al final la gente solo quiere inventarse las historias que le convienen."
En los últimos años has dicho que leer más te ayudó a encontrar nuevas formas de expresarte en las letras. Hoy parece que tienes más herramientas que nunca para contar historias en canciones. ¿Qué lecturas, autores o estilos te han inspirado más en este camino?
Hay cuatro libros que me cambiaron la vida. Uno es 'Jesus’ Son', de Denis Johnson. Es como Bukowski: muy crudo, oscuro, ambientado en el medio oeste. Cada frase es seca, un poco violenta, fea y romántica al mismo tiempo. Nunca pensé que el lenguaje pudiera hacer eso hasta leerlo. Virginia Woolf también me ayudó mucho. A veces escuchaba audiolibros suyos mientras escribía letras. Me inspiraba en cómo coloreaba las palabras, en cómo describía. Otro fue 'Franny y Zooey' de J.D. Salinger. En la primera mitad casi no pasa nada: dos personas sentadas a la mesa. Pero con muy poca descripción sientes todo: cómo se miran, cómo se sienten. Ahí entendí qué es un buen escritor.
Y claro, debo mencionar a Heather O’Neill, escritora canadiense y mi expareja. Sus libros también me cambiaron la vida. 'Lullabies for Little Criminals' es de lo mejor que he leído. También Samantha Schweblin, escritora argentina, con 'Distancia de rescate' y 'Kentukis'. Su originalidad estructural es increíble. 'Kentukis' plantea si eres alguien que quiere mirar o ser mirado, y en relación con Instagram o TikTok me pareció la reflexión más relevante y original de los últimos 20 años.
En varias canciones del álbum aparecen imágenes de la naturaleza: bosques, lagos, viento, árboles, animales. Esa presencia es constante en tu obra, como un lenguaje personal que siempre vuelve. ¿Qué lugar ocupa la naturaleza en tu universo creativo y por qué regresa una y otra vez?
Obviamente hay músicas que suenan urbanas, como el hip hop o cierto R&B. Pero yo crecí en el bosque, así que es inevitable que forme parte de lo que soy. Me gusta la naturaleza extrema, no la “postal bonita”. Me inspira caminar de noche por un bosque en tormenta de nieve, en lo salvaje. Me gusta su violencia, sus dientes. La gente espera que sea un tipo zen con un colgante de una piedra cristalina, y se decepcionan porque soy un manojo de ansiedad. Pero yo pienso que no puedes hacer cosas bellas sin mirar los dientes de lo feo.
Has dicho que 'Uh Oh' es en cierta forma el resultado de veinte años de aprendizaje: mezclar, arreglar, escribir mejores letras. Suena como si hubieras llegado a un punto que antes solo soñabas. ¿Qué significa para ti haber alcanzado ese momento?
Por eso invité a tantos cantantes: sentí que así el disco sería mejor. No me gusta cuando me preguntan si estoy orgulloso de lo que hice. No puedo cargar con eso como si fuese una medalla. Solo soy feliz mientras lo que hago en el presente tenga calidad. Si no estoy creando algo nuevo al máximo nivel, me deprimo. Lo curioso es que cada generación que me descubre cree que su primer disco conmigo es el mejor. Para unos será 'Close to Paradise', para otros 'Love Songs for Robots'. Cada cual tiene su favorito. Y eso me gusta, porque significa que no hay un único “gran disco”. 'Better in the Shade' quizá fue el más extraño, pero era necesario: quería soltar lo malo de la pandemia y empezar limpio. Y aunque quizá no sea el favorito de muchos, ahí hay canciones como 'Blue', que para mí es excepcional, aunque a nadie le importe. Con el tiempo te das cuenta de que algunas canciones “olvidadas” son de lo mejor que has escrito, como 'Know That You Know' o 'Quiet Crowd'.
Recuerdo descubrirte con 'Adventures In Your Own Backyard', un disco al que siempre le tendré un cariño especial. Muchas veces da igual en qué punto esté un artista de su carrera: el primer disco suyo que conoces es el que más te marca.
Totalmente de acuerdo. El primer disco que descubres de alguien siempre tiene algo especial. A mí me pasó con 'Kid A' de Radiohead: me voló la cabeza y no pude superarlo en años. Luego, con el tiempo, redescubrí sus discos posteriores y hasta me gustan más ahora. La música es así. No creo que todas nuestras canciones sean increíbles, pero cada disco tiene algunas de las que sigo orgulloso. En directo hay temas antiguos como 'Lighthouse' o 'The Great Escape' que sigo disfrutando tocar. Pero nunca canto una canción si no la siento de verdad. El problema ahora es que el nuevo disco suena tan bien en directo que cuesta incluir canciones viejas. Algunas incluso mejoran sin los invitados, porque reimaginamos los arreglos. Y con mi nuevo set vocal modular logramos sonidos brutales en vivo, incluso más potentes que en el disco.
"La gente espera que sea un tipo zen con un colgante de una piedra cristalina, y se decepcionan porque soy un manojo de ansiedad."
En todas nuestras entrevistas nos gusta que el artista deje una pregunta para el siguiente. ¿Cuál sería la tuya?
Mi pregunta sería: ¿qué conversación inesperada con un desconocido después de un concierto te cambió la vida?
Y tengo también una para mí de parte de Rebecca Schiffman: ¿Qué reglas o rituales usas en tu proceso de composición para terminar una canción?
Mezclo mi propia música, y es complicado. Pero mi regla es: si algo me molesta tres veces seguidas al escuchar la canción, entonces lo cambio. Si escucho un día y pienso “la voz está demasiado alta”, y al día siguiente sigo pensando lo mismo, y al tercero igual, entonces sí lo toco. Si no, no. Porque si empiezas a corregir por corregir, matas la canción.
