Unas sesiones domésticas compartidas en Texas sirvieron como punto de partida para lo que hoy es Teethe, un grupo donde cuatro compositores empezaron a cruzar sus ideas y afinidades sin planteamientos definidos. Desde ahí, lo que parecía un experimento informal ha derivado en 'Magic of the Sale', un segundo trabajo donde reaparecen sus búsquedas sonoras pausadas y esa forma de narrar desde los márgenes, casi sin levantar la voz. El disco mantiene esa cadencia arrastrada, con arreglos que parecen avanzar como si costara tomar cada decisión. El uso de cuerdas, vientos y grabaciones analógicas crea una atmósfera cargada, a veces contenida por capas de guitarra mínima o por voces que apenas se abren. Las canciones se enredan en la duda, en la idea de convivir con lo que se impone desde fuera sin dejar de mirar hacia dentro. En 'Iron Wine', la letra parece admitir cierto desgaste compartido: “We take from each other what we need”, mientras que en 'Hate Goodbyes' aparece una disculpa antes de que suceda el daño. Cada pieza parece ensamblada entre varios, sin jerarquías evidentes. Teethe da vueltas sobre lo que significa sostener un vínculo sin perderse. Así, 'Magic of the Sale' levanta un espacio común donde conviven cansancio, apego y necesidad de cambio, sin buscar explicaciones ni salidas claras. Aprovechando lo inminente de este lanzamiento, hemos tenido el placer de entrevistar al grupo.
Venís de una escena en la que era habitual tocar en varias bandas, colaborar entre amigos y compartir espacios pequeños. ¿Cómo ha influido ese entorno en vuestra forma de entender la música? ¿La veis más como algo colectivo que individual?
Boone: Cuando empecé a hacer música, todo giraba en torno a intentar hacerlo todo por mi cuenta. Componer, grabar, diseñar la portada, sacar el disco, incluso el merchandising... quería hacerlo absolutamente todo yo solo, y casi como algo intencionado, aunque fuera un error. Pero con el tiempo, al colaborar con otras personas, he aprendido muchísimo. Este proyecto ha sido justo lo contrario: hemos trabajado juntos en la música, el arte, el lanzamiento... Ahora todo es compartido, y la experiencia ha sido muy interesante.
Antes de formar Teethe, cada uno veníais de proyectos muy distintos, pero todos con una sensibilidad parecida. ¿Qué ha cambiado en vuestra forma de componer desde entonces y qué sigue igual?
Madeline: Pienso que, dado que cada uno de nosotros tenía su propio proyecto individual y personal en marcha, lo más lógico y habitual era trabajar de manera independiente, componiendo y escribiendo por separado. Por ejemplo, en el caso de Crisman, me encargaba de la mayor parte de la composición, liderando ese proceso. Tanto Boone como yo también teníamos nuestras propias canciones, que gestionábamos de forma autónoma. Sin embargo, con Teethe, todo ha ido tomando una dirección distinta y ha evolucionado de manera muy natural hacia un enfoque mucho más colaborativo, más compartido entre todos. Cada uno de nosotros ahora participa en las canciones de diversas maneras, aportando ideas o detalles, ya sea en la escritura, los arreglos o en la ejecución misma. Y como ya habíamos tocado juntos previamente en otras ocasiones, esa dinámica más abierta y participativa simplemente surgió por sí sola, sin que tuviéramos que forzarla.
Vuestra manera de componer parece basarse en la confianza: compartir ideas inacabadas, trabajar por separado y construir algo en común sin que una sola persona lo dirija todo. ¿Cuánta importancia tiene esa libertad dentro del grupo y cómo influye en el nacimiento de una canción?
Boone: Es curioso, porque pocas veces nos sentamos todos juntos en una habitación para empezar una canción. La mayoría nacen de forma separada: uno compone los acordes y la voz, y luego alguien añade la batería, el bajo... Se crea una base y a partir de ahí cada uno aporta algo. Así que, aunque sea colaborativo, también hay mucho de aislamiento. Eso sigue igual que antes: seguimos grabando por separado incluso dentro del grupo. Aun así, también hay momentos en los que grabamos juntos. Es una mezcla de ambas cosas.
Jordan: Sí, normalmente componemos cada uno en nuestro estudio casero, pero cuando una canción empieza a tomar forma, sentimos que "esto suena a Teethe". Entonces la subimos al Drive que compartimos, y ahí entra en juego esa confianza de la que hablábamos. Sabemos que Boone va a meter una guitarra increíble o que Grahm va a dar con la batería perfecta. Eso viene de haber tocado juntos durante años.
"Cada uno de nosotros ahora participa en las canciones de diversas maneras, aportando ideas o detalles, ya sea en la escritura, los arreglos o en la ejecución misma. "
La voz en el disco tiene una presencia muy delicada, como si hablase en voz baja sin intentar imponerse. ¿Qué papel creéis que tiene dentro del grupo? ¿Es una guía, un acompañamiento o simplemente un instrumento más?
Boone: Uno de mis referentes es Elliott Smith. En su banda Heatmiser cantaba con potencia, pero en solitario lo hacía muy bajito al micro porque le gustaba más cómo sonaba así. Yo nunca he intentado proyectar demasiado, me sale natural. Aunque las voces sean suaves, tienen mucho peso a nivel lírico. En el slowcore ocurre eso: las voces pueden parecer secundarias, pero acaban teniendo mucha carga emocional. Me gustaría que quien escuche el disco les preste atención.
Jordan: Sí, funcionan como una capa más. Si no entiendes bien lo que dice, tienes que buscar la letra, implicarte más con la música.
Boone: Exacto. Las voces casi funcionan como otro instrumento más en la mezcla. Y cuando haces muchas tomas, a veces hasta seis, necesitas estar muy centrado, usar bien la voz interior, cantar con intención para que todas encajen.
Grahm: En mi caso, cantar en voz baja no fue algo decidido. Me sale así. Supongo que tiene que ver con cómo somos. Yo soy más bien tímido, y eso se nota en la música.
Boone: Con lo de Elliott Smith me pasó algo parecido: no le imité, pero me hizo sentir que cantar así también estaba bien. Y al grabar varias voces superpuestas, tienes que estar muy metido en lo que estás cantando para que funcione.
Muchas de vuestras canciones parecen estar a punto de romperse o desaparecer, especialmente ‘Anywhere’ o ‘Build & Crash’. ¿Sueles imaginar situaciones más esperanzadoras o seguras de las que realmente describes?
Jordan: Sí, componer música siempre tiene, en cierta forma, algo de desahogo emocional o personal. Es una vía que te permite soltar cosas que llevas dentro. Incluso simplemente el hecho de sentarte a escribir, aunque no sea algo grande o elaborado, ya te proporciona cierto alivio, una especie de liberación interna.
Boone: Y también es divertido pensar en cómo estructurar una canción: parte A, parte B, puente, outro… Buscar la mejor manera de pasar de una sección a otra. En este disco, especialmente, hay muchos detalles y texturas que te llevan de un momento a otro. Ya sea con pedal steel, cuerdas, efectos… Todo eso ayuda a construir el ambiente, sobre todo en canciones como ‘Anywhere’ o ‘Build & Crash’.
El título del disco sugiere una contradicción: algo mágico pero también transaccional. ¿Cuándo sentisteis que esa combinación de palabras reflejaba el espíritu del álbum?
Madeline: Me gusta mucho eso que has dicho, esa idea de que algo pueda ser a la vez mágico y también tener un componente transaccional. Me parece que tiene bastante sentido. De hecho, resume de forma bastante precisa lo que sentimos y experimentamos con este disco. Es una manera muy acertada de describir esa dualidad que hay en el proceso.
Las portadas de vuestros dos discos parecen hablar entre sí, como si mostraran momentos distintos de un mismo personaje. ¿Os interesa esa idea de mostrarlo desde otra perspectiva?
Madeline: Sí, siento que hay una conversación entre las dos portadas. En la primera era más un retrato, en la segunda el personaje está más alejado, dentro del mundo de Teethe. Las veo muy conectadas, igual que los discos.
Boone: El primer disco tiene algo de inocente. En este segundo hay algo más oscuro, más siniestro. No sé si es el mismo personaje, pero me recuerda a cuando te cruzas con alguien del instituto y piensas: “¿Qué te ha pasado?”. Como si la vida le hubiera golpeado fuerte.
Muchas canciones no construyen un clímax, sino que mantienen una atmósfera. ¿Buscáis más crear un espacio donde quedarse que contar una historia con principio y final?
Madeline: Sí, definitivamente hay mucha nostalgia en este disco. Muchas de las canciones surgen a partir de recuerdos, de frases sueltas, de momentos específicos que luego, con el tiempo y el proceso creativo, se transforman en algo mucho más grande, más elaborado, casi como si cobraran vida propia.
Boone: Yo diría que son como retratos, imágenes detenidas en el tiempo. Cada uno de nosotros escribe su propia letra, siguiendo su propia perspectiva, y no hay un concepto general que lo una todo desde el principio. No estamos tratando de contar una historia que sea lineal o continua, sino más bien de capturar momentos puntuales. Sí existe una cierta cohesión emocional, una atmósfera compartida, pero cada canción vive dentro de su propio universo.
Grahm: Y pienso que los temas comunes, esos hilos que conectan las canciones, realmente no aparecieron o no los vimos con claridad hasta que ya habíamos terminado todo el disco y nos alejamos un poco del proceso para poder observarlo como un todo.
Jordan: Exacto, fue en ese momento cuando todo empezó a encajar. No hubo una idea inicial definida o totalmente clara. Fue algo que tomó forma con el tiempo, cuando lo juntamos y pudimos ver cómo funcionaba en conjunto.
"Muchas de las canciones surgen a partir de recuerdos, de frases sueltas, de momentos específicos que luego, con el tiempo y el proceso creativo, se transforman en algo mucho más grande, más elaborado, casi como si cobraran vida propia."
En ‘Holy Water’ se siente una necesidad de creer, de pedir ayuda y de volver a una versión más valiente o libre de uno mismo, sobretodo cuando cantáis “back to when you were a daredevil.”. ¿Qué significa para vosotros esa idea de volver?
Madeline: Esa frase resume muy bien ese anhelo profundo de querer volver a ser quien eras antes, en una etapa anterior de tu vida, cuando aún eras más ingenuo, más libre y también más valiente. Habla de esa sensación de nostalgia, de esa melancolía por una versión pasada de ti mismo que todavía no conocía el miedo, que no dudaba tanto y se atrevía a más cosas sin pensarlo tanto.
‘Make It Red’ cierra el álbum con una imagen muy visual: “We’ll make it red and color in his youth / ’Til everything that’s pink fades back to blue”. ¿Qué representa ese cambio de color para ti? ¿Resume de algún modo el viaje emocional del disco?
Boone: Nunca lo pensé así, pero ahora que lo dices, sí que podría ser una forma de ver el disco. No todas las canciones suenan igual, hay emociones distintas: algunas más luminosas, otras más tristes. Podría verse como algo lleno de colores que termina desvaneciéndose hacia un tono más apagado. Volver al azul podría ser eso.
A lo largo del disco se percibe una constante: cosas que se rompen, que no acaban o que quizá nunca iban a durar. ¿Os interesa explorar la fragilidad como parte de cómo vivimos y nos relacionamos?
Boone: Sí, creo que a lo largo del disco hay una especie de exploración del mundo, de cómo nos relacionamos con él, de las relaciones humanas y todo lo que implican o conllevan. Hay momentos en los que se da una verdadera conexión, pero también otros en los que se produce una ruptura, una separación.
Madeline: También hay una búsqueda constante de seguridad, una necesidad de encontrar algo estable. La vida es muy frágil, y esa fragilidad se refleja claramente en muchas de las canciones. A través de ellas intentamos encontrar cierto consuelo, algún tipo de refugio emocional, y esa búsqueda de protección, de algo que nos sostenga, atraviesa todo el disco de principio a fin.
Este álbum cuenta con colaboraciones muy distintas, como Xandy Chelmis a la pedal steel, Charlie Martin al piano o Emily Elkin con los arreglos de chelo. pero todas encajan con delicadeza. ¿Por qué pensasteis en estas personas para estas canciones?
Boone: Fue como una bola de nieve. Escuchábamos muchas ideas en las canciones que aún no estaban ahí. Antes nos parecía imposible incluir cuerdas, flautas o pedal steel. Pero ahora conocíamos a gente increíble, amigos que admiramos y que estaban cerca. Solo hacía falta escribirles. Han aportado cosas que nosotros no podíamos hacer: no sabemos tocar chelo ni pedal steel, y Charlie es muy bueno con el piano. Ha sido genial ampliar el círculo de colaboración.
"Creo que a lo largo del disco hay una especie de exploración del mundo, de cómo nos relacionamos con él, de las relaciones humanas y todo lo que implican o conllevan. "
En todas nuestras entrevistas, pedimos a los artistas que dejen una pregunta para la siguiente banda. ¿Cuál sería la vuestra?
Jordan: No sé… ¿Qué tipo de bocadillo sería vuestro disco? ¿O qué tipo de taco?
Y para terminar, tenemos una pregunta de Mal Blum: Si solo pudierais invitar a una persona a cenar (alguien que no conozcáis y que tenga que ser una cena presencial), ¿quién sería y por qué?
Jordan: Jefferson.
Boone: Benjamin Franklin. Le preguntaría qué se siente al estar en el billete de 100 dólares. Aunque no tengo muy claro cómo van los billetes por allí…
Grahm: Joey Fatone.
Boone: ¿Quién es ese?
Grahm: O Lance Bass. ¿Sigue vivo?
Jordan: Casi seguro. Creo que incluso fue al espacio.
Jordan: También diría mi abuelo. Nunca le conocí. Me gustaría saber más sobre él.
Madeline: Sí, yo también. Me gustaría descubrir historias familiares que nunca llegué a conocer.
