Entrevistamos a

Panda Bear

"Los personajes en las canciones de este disco están al borde de rendirse, pero encuentran fuerzas para luchar. La secuencia del álbum busca equilibrar luz y sombra"



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Cinco años después de su último trabajo en solitario, Panda Bear regresa con 'Sinister Grift', un álbum que sintetiza tres décadas de exploración musical sin perder su esencia inquieta. Lejos de los paisajes digitales que definieron proyectos anteriores, esta entrega abraza una organicidad sorprendente: guitarras reverberantes, bajos pulsantes y percusiones granuladas tejen una trama donde lo humano y lo experimental coexisten. Si en 'Person Pitch' (2007) las texturas electrónicas construían universos flotantes, aquí la instrumentación en vivo ancla las canciones a un terreno tangible, casi táctil. El disco se revela como un ejercicio de equilibrio entre la introspección y la colaboración. Por primera vez, Lennox integra a sus compañeros de Animal Collective en un proyecto en solitario, logrando una simbiosis que evoca la química grupal sin diluir su voz individual. Temas como 'Elegy for Noah Lu' despliegan estructuras líquidas, donde los arreglos de guitarra se dilatan como recuerdos en cámara lenta, mientras que en 'Praise', las armonías vocales —un sello distintivo del artista— adquieren una densidad coral que recuerda a coros gospel filtrados por un prisma psicodélico.

La producción, gestada en su estudio lisboeta, respira una calidez novedosa en su catálogo. No se trata de un regreso a lo acústico, sino de una reelaboración de lo analógico: sintetizadores que imitan susurros de cuerdas, samples que dialogan con rasgueos folklóricos, y ritmos que oscilan entre el hipnótico y lo caótico. Esta amalgama crea un efecto de familiaridad distorsionada, como escuchar una cinta desgastada de los setenta encontrada en una nave espacial. Líricamente, el álbum navega entre la resiliencia y la vulnerabilidad. Las letras, menos crípticas que en trabajos previos, exploran la paternidad, el duelo y la conexión intergeneracional, sin caer en el didactismo. Fragmentos en portugués —un guiño a su vida en Lisboa— entrelazan lo personal con lo universal, sugiriendo que el lenguaje es solo otro instrumento en su paleta emocional. Aprovechando la visita promocional del norteamericano a Madrid y su próxima gira por nuestro país, tuvimos el placer de charlar con él.

No sé si habrás regresado a Madrid desde que tocaste en el Festival Brillante de Chapinería. ¿Tienes algún recuerdo de ese concierto?

Sí, ese concierto fue complicado. En realidad, interpreté casi la mitad del nuevo álbum, aunque con un estilo muy diferente. Era temprano, y los conciertos diurnos al aire libre siempre son difíciles por la acústica y la energía del público.

Hablemos ahora del nuevo disco. En los últimos años, has publicado el último álbum de Animal Collective y el más reciente de Sonic Boom, y ahora presentas tu primer disco en solitario en cinco años. ¿Sientes que el proceso de composición es muy diferente para tus trabajos en solitario en comparación con otros proyectos?

Antes, el proceso era más desafiante. Ahora, después de años trabajando tanto con la banda como en solitario, colaborando en proyectos ajenos y explorando distintos géneros, me obsesiono menos con definir el destino de una canción. Antes, si componía para Animal Collective, sentía que debía dejar las ideas deliberadamente abiertas para que ellos las desarrollaran. Ahora simplemente creo material constantemente. Para los últimos dos discos de Animal Collective, envié una carpeta con alrededor de 30 canciones, y eligieron cinco. El resto quedó descartado, se convirtió en temas en solitario o se adaptó para otras colaboraciones. La experiencia me ha enseñado a ajustar las ideas según el contexto, transformándolas para que encajen en diferentes proyectos sin perder su esencia.

 

Este álbum es el más orgánico en cuanto a instrumentación que has hecho en mucho tiempo, alejándote del espíritu electrónico y dando protagonismo a la guitarra y el bajo. ¿Sabías desde el principio que querías crear algo que sonara como un disco de banda de rock?

No, en realidad no. La idea original era hacer algo sencillo y tradicional, utilizando métodos convencionales, para luego abstraer y transformar esos elementos. La única canción que conservó esa visión inicial fue 'Elegy for Noah Lu', donde la sección de rock está muy extendida y estirada. Durante el primer mes de grabación, nos enfocamos en batería, bajo y guitarra. Tres semanas después, decidimos que nos gustaba cómo sonaba sin alteraciones adicionales. Aunque el resultado suena menos electrónico, sigue siendo muy digital, muy basado en estaciones de trabajo de audio y plugins. Es lo opuesto a 'Buoys': allí, el autotune y lo hiper-sintético difuminaban u ocultaban los sonidos, mientras que aquí el procesamiento los aclara y enfoca, como una lente que revela detalles.

Este álbum transmite una calidez y relajación inusuales, especialmente en las líneas de bajo y percusión. ¿Crees que hay un concepto sonoro o un estado de ánimo que conecta las canciones a través de esa calidez?

La calidez proviene de dos factores: primero, la producción e ingeniería de Josh Dibb, que logró capturar texturas ricas; segundo, el uso de sonidos más familiares y reconocibles. La familiaridad genera una sensación acogedora, como cuando reconoces un instrumento o te evoca algo del pasado. No es nostalgia en el sentido tradicional, sino una especie de confort auditivo. Este disco tiene mucho de eso: guitarras cálidas, bajos redondos y percusión orgánica que invitan a una escucha íntima.

"La experiencia me ha enseñado a ajustar las ideas según el contexto, transformándolas para que encajen en diferentes proyectos sin perder su esencia."

Siento que este disco tiene un espíritu más melódico que anteriores referencias tuyas, pudiendo recordar y tararear pasado un tiempo las melodías que contienen. ¿Crees que desde un primer momento sentiste que la melodía iba a ser el pilar fundamental de las canciones?

Absolutamente. Muchos de mis discos favoritos son aquellos con los que canto de principio a fin, como 'American Beauty' de Grateful Dead. En este álbum, las melodías surgieron de forma natural durante las demos y el proceso de escritura. No fue una decisión consciente, sino algo que fluyó. Mientras trabajaba en las canciones, noté que las líneas vocales se volvían más pegadizas y narrativas, como si quisieran ser recordadas. Simplemente se sintió bien darles ese espacio central.

En ‘Anywhere But Here’ aparecen dos estrofas cantadas en portugués que enfatizan la importancia del amor y contrastan con otros momentos más oscuros del tema. ¿Cómo surgió la incorporación de estas estrofas en portugués y cómo sientes que contrastan con lo que tú cantas en inglés?

La idea vino de una canción de los Louvin Brothers llamada 'Satan Is Real', donde alternan estribillos cantados con narraciones habladas. Quería replicar ese formato, mezclando canto y prosa. Originalmente, pensé en pedirle a mi hija Nadja —criada en Portugal y bilingüe— que escribiera algo en portugués. Dudé al principio, pero tras un intento fallido con Dean Blunt (quien no logró concretar su parte), volví a Nadja. Ella escribió cuatro poemas en portugués, y elegimos el que encajaba temáticamente con la letra en inglés. No le di instrucciones específicas; solo le pedí que escribiera desde lo que sintiera. El poema seleccionado tenía un ritmo que complementaba la música, creando un contraste lírico entre la dulzura del portugués y la intensidad oscura de las partes en inglés.

 

Recuerdo que en el Festival Brillante tocaste la hermosa ‘Elegy for Noah Lou’ y ahora me alegro mucho que la hayas incluido en el disco. ¿Crees que esta canción de alguna forma marca un punto de inflexión en el disco y que resulta muy especial debido a cómo contrasta con el resto de la obra?

Es especial por varias razones. Es la única que mantiene la visión original del proyecto: una base de rock estirada y abstracta. La compuse para una película que finalmente no la usó, lo cual fue una pena. El título es un homenaje a Noah, hijo de unos amigos cercanos que falleció a los tres años. Aunque la letra no trata directamente de él, pensé en su historia durante la composición. 'Praise', la primera canción del disco, explora mi relación con mi hijo desde mi perspectiva como padre, mientras que Elegy for Noah Lou’ aborda la inversa: un hijo reflexionando sobre su madre. Ambas canciones mezclan lo personal con lo ficticio, creando un diálogo emocional entre ellas.

Siento que la mayoría de las canciones del disco se mueven constantemente entre una cara sombría y una que parece luchar siempre contra la resignación y el dejarse vencer, como ocurre por ejemplo en ‘Ends Meet’. ¿Consideras que a lo largo del disco siempre hay una especie de voluntad de resistir frente a las adversidades?

Sí, es uno de los temas centrales. Los personajes en las canciones están al borde de rendirse, pero encuentran fuerzas para luchar. La secuencia del álbum busca equilibrar luz y sombra: la primera mitad tiene una atmósfera más luminosa, con melodías que flotan, pero hacia el final se sumerge en lo tenebroso, casi claustrofóbico. Quise que el final —con 'Defense'— insinuara un amanecer, como si el sol empezara a asomarse tras la noche. Este contraste, similar al de una película de terror donde la risa intensifica el miedo, potencia la emocionalidad de las canciones.

"Muchos de mis discos favoritos son aquellos con los que canto de principio a fin, como 'American Beauty' de Grateful Dead."

No podía dejar pasar la oportunidad de preguntarte por la bonita portada del disco. ¿Para ti qué transmite la mirada de la persona que aparece en ella y cómo sientes que se puede relacionar con el contenido del disco?

Es una pintura de mi novia, Rivka Ravede. La figura, envuelta en oscuridad, tiene una mirada que combina desesperación y esperanza, como si buscara alivio espiritual. Refleja la lucha de los personajes del álbum por escapar de sus situaciones. Tras obtener su permiso para usarla, le pedí dos pinturas más: una representando a Dios o la luz pura, y otra al mal o la oscuridad absoluta. En el interior del disco, las tres imágenes —Dios, humano, mal— se despliegan en una secuencia que simboliza la dualidad temática del álbum: la batalla entre fuerzas opuestas y la búsqueda de equilibrio.

Para este disco y también formando parte de tu banda en directo cuentas con Maria Reis, una artista muy talentosa con la que ya colaboraste en su EP ‘A Flor da Urtiga’. ¿Cómo es trabajar con Maria y qué aspectos crees que aporta a tu música en directo?

Tengo la suerte de contar con talentos como Maria. Es una artista excepcional, tanto en su proyecto en solitario como en Pega Monstro, uno de mis grupos favoritos desde que las conociese. Para algunas canciones, quería un coro femenino al estilo de 'Grease' — sexy y enérgico—, así que ella y Rivka grabaron múltiples pistas que se fusionan como una sola voz, añadiendo capas de calidez y textura. En vivo, Maria aporta una energía única; su conexión con la audiencia y su versatilidad en el escenario son invaluables. Es una colaboradora esencial y una amiga cercana.

 

Ahora que llevas un formato más de banda de rock en directo y que resulta muy diferente a tus anteriores giras, ¿sientes de alguna forma que las canciones anteriores de tu trayectoria han cambiado mucho en directo, o al menos, las sensaciones que te transmiten?

Sí, incluso las canciones antiguas suenan más energéticas y físicas. La banda imprime su espíritu, y cada integrante aporta su identidad sin restricciones. Al igual que en Animal Collective, evito dirigir sus elecciones; prefiero que sientan los temas como propios. Por ejemplo, el baterista puede optar por un ritmo más agresivo, o el guitarrista añadir un riff inesperado. Esa libertad genera resultados más auténticos y sorprendentes. La energía en vivo surge de esa colaboración colectiva, donde todos se apropian de las canciones.

Llevas ya unos cuantos años viviendo en Lisboa, una ciudad que ofrece muchísimas posibilidades. ¿Cuáles son los aspectos que más te gustan de la ciudad y de qué forma crees que el vivir en esta ciudad ha moldeado tu música?

Lisboa está en plena transformación. Llegué gracias a amigos como Nelson Gomes —del sello Príncipe y la sala ZDB—, quien organizó el primer concierto de Animal Collective allí hace 20 años. La escena musical local es vibrante: colectivos como Filho Único y sellos como Príncipe promueven sonidos innovadores, desde el club electrónico hasta el experimental. Sin embargo, la ciudad ha cambiado drásticamente desde la época del club Lux Fragil, un ícono de los 90 que cerró tras la muerte de su fundador, Manuel Reis. Ahora, con la llegada de influencias externas y el turismo, se está forjando una nueva identidad, más global pero aún arraigada en su esencia. Es un momento emocionante, aunque incierto, como un lienzo en blanco que está siendo pintado.

"La primera mitad del disco tiene una atmósfera más luminosa, con melodías que flotan, pero hacia el final se sumerge en lo tenebroso, casi claustrofóbico."

En todas nuestras entrevistas nos gusta que el artista entrevistado nos deje una pregunta para el siguiente artista a entrevistar. ¿Cuál es la tuya?

No. En la adolescencia usaba un radio-despertador, pero hoy extraño la radio tradicional, donde un DJ seleccionaba la música con pasión. Plataformas como NTS mantienen vivo ese espíritu de descubrimiento. Escucho programas como 'Coconut Trip' de Tim Coe (ex Ariel Pink) o el show de Brian Weitz (Geologist de Animal Collective), donde la música fluye sin algoritmos. Esa aleatoriedad me inspira. Prefiero que la música me sorprenda, como en la radio. Usar una canción específica como alarma arruinaría mi relación con ella; la asociaría con el estrés de despertar.

¿Qué pregunta le harías a la próxima banda entrevistada?

¿Crees que la música debe tener un propósito?

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.