Greg Freeman está a punto de publicar ‘Burnover’ después de haber dejado huella con ‘I Looked Out’, un trabajo que circuló sin apoyos industriales pero abrió un camino inesperado. Ahora, asentado en Vermont, recurre a figuras históricas y territorios cargados de símbolos para hablar de pérdida, violencia y la posibilidad de afecto en medio del caos. El título procede de la expresión ‘The Burned-Over District’, usada para describir regiones neoyorquinas atravesadas por movimientos religiosos en el siglo XIX. Esa referencia no queda en un simple gesto erudito, sino que impregna la manera en que Freeman vincula pasado y presente. El disco se abre con ‘Point and Shoot’, donde la imagen de un niño extraviado en tierras salvajes marca un inicio eléctrico y lleno de tensión. ‘Gone (Can Mean a Lot of Things)’ intensifica la urgencia con guitarras en espiral, mientras que ‘Curtain’ adquiere un carácter distinto gracias al piano que contrasta con versos como “My thoughts die out slowly on the blood swept plains where I see you every night.” En ‘Gallic Shrug’, la sencillez aparente encierra un escepticismo lírico, y ‘Salesman’ alcanza un clímax coral con vientos y pedal steel. ‘Burnover’ termina dibujando un mapa de personajes desplazados y paisajes que condicionan cada gesto narrativo. Toda una obra con la que acercarse a una vida en comunidad marcada por las anécdotas, los relatos hostiles, pero también, esa necesidad de estar abierto al mundo tan cambiante que nos rodea. Aprovechando lo inminente de este lanzamiento, hemos tenido el placer de charlar con Greg.
Muchas de tus canciones parecen contadas desde la perspectiva de alguien que observa de cerca pero permanece fuera. ¿Sientes que escribes desde fuera de las historias o desde dentro, como si las hubieras vivido tú mismo?
Creo que me atrae la fachada de escribir desde una perspectiva externa. Muchas de estas canciones parecen narrativas o relatos, y lo son, en cierto modo. Pero también intento colocarme dentro de cada una en algún momento. Eso me da más libertad para procesar lo que escribo de una forma, espero, más compleja. Además, me hace sentir menos quejumbroso al escribir sobre mí mismo o sobre mis sentimientos.
Algunos nombres propios y figuras históricas en tus canciones parecen resonar con un peso simbólico que va más allá de lo anecdótico. ¿Alguna vez una figura histórica te ha ayudado a comprender algo íntimo o personal, aunque no fuera esa tu intención original?
Creo que lo de las figuras históricas surge más bien de ver esos nombres en mi entorno: en señales de tráfico, tiendas, placas conmemorativas, canciones, arte… Durante un tiempo trabajé cortando el césped en los cementerios de Burlington y recuerdo haber visto en las tumbas los mismos apellidos antiguos que también reconocía en las calles de la ciudad. Esos nombres forman parte de la geografía local hasta hoy, pero no significan mucho más. Lo único que queda de esas personas reales es el simbolismo de su nombre. Quiero decir, Ethan Allen es sobre todo conocido como el nombre de una cadena regional de muebles. No lo considero necesariamente algo bueno o malo… quizá solo un poco inquietante. Supongo que intentaba incorporar esa idea al paisaje de estas canciones.
En algunas canciones, el escenario parece más que un simple telón de fondo. Da la sensación de afectar directamente a los personajes o a sus emociones. ¿Cómo influyen el paisaje y el clima en tu manera de narrar experiencias emocionales?
Creo que la metáfora es lo mejor que tenemos para lidiar con experiencias intensas. Tiene sentido comparar lo inefable que sentimos con el mundo que nos rodea o con las historias que conocemos. Para mí, eso puede ser vacas, campos o lagos del lugar donde vivo, o las luces, ciudades y carreteras que veo cuando estoy de gira.
"Muchas de estas canciones parecen narrativas o relatos, y lo son, en cierto modo. Pero también intento colocarme dentro de cada una en algún momento."
Tus composiciones se mueven entre la contención y la liberación emocional total. ¿Cómo decides cuándo una canción debe contenerse y cuándo necesita, literalmente, explotar?
La verdad es que no lo sé muy bien. Es una tensión que, hasta ahora, se ha ido abriendo paso y filtrando en mis canciones casi de manera subconsciente, sin que yo lo buscara de forma consciente o deliberada. Lo que sí hago es intentar dejar siempre mucho espacio para que esa tensión pueda estar ahí, respirar y formar parte de la propia canción, sin apresurarme a resolverla ni a controlarla del todo.
A lo largo del disco aparecen personajes que no parecen encajar en su entorno, como si fueran a contracorriente. ¿Qué te atrae de esas figuras que no terminan de pertenecer a un lugar?
Supongo que porque así me he sentido siempre. No por ninguna razón concreta: simplemente soy así. Siempre me han atraído los personajes de libros y películas que sienten lo mismo. Creo que también es una experiencia muy moderna: vivir en un sitio con el que no tienes ninguna conexión histórica, o tener raíces poco profundas. Es un precio pequeño que pagar en este mundo, pero sigue siendo un sentimiento.
Algunas canciones oscilan entre una ironía sutil y una tristeza muy sincera. ¿Cómo encuentras ese equilibrio sin que una cancele a la otra?
Entregarse demasiado a cualquiera de las dos cosas me resulta incómodo. Tengo una relación complicada con la ironía. Hay mucha música hecha por gente de mi edad o más joven que utiliza la ironía como la forma principal de expresar su experiencia. Lo entiendo… el mundo ya no tiene mucho sentido lógico en muchos aspectos. Pero a la vez, eso me resulta un poco sumiso. La sinceridad, en cambio, puede ser poco útil o poco auténtica. Creo que ambas se necesitan mutuamente.
Muchas de tus letras expresan una relación ambivalente con el mito americano. Hay fascinación, pero también ruptura. ¿Cómo fue ese proceso de confrontación mientras trabajabas en el disco?
Creo que escribí este álbum en un periodo en el que veía cómo cambiaba mi relación con mi hogar. Aunque muchas canciones tienen que ver con la “geografía”, en realidad hablan de las relaciones cambiantes que se dan allí. Pero también hay mucho amor y fascinación. Mi mayor miedo con este disco es no haber confrontado o cuestionado lo suficiente los “mitos” en los que quizá estaba cayendo. Siendo justos, Estados Unidos es bastante más “aterrador” ahora que en 2022 y 2023, cuando lo escribí. Entonces me resultaba más fácil pasar por alto ciertas dinámicas políticas o históricas en favor de escribir canciones más personales. Mi próximo álbum será definitivamente diferente en ese sentido.
"Estados Unidos es bastante más “aterrador” ahora que en 2022 y 2023, cuando lo escribí. Entonces me resultaba más fácil pasar por alto ciertas dinámicas políticas o históricas en favor de escribir canciones más personales."
El disco parece nutrirse de lecturas, referencias y observaciones muy diversas. ¿Qué papel jugaron la literatura o la historia en el proceso creativo de este trabajo?
Creo que sobre todo me inspiró el diálogo de las películas y libros que estaba viendo y leyendo. También la poesía. Quería escribir un disco en el que me exigiera más, sobre todo en la forma de escribir y pensar las letras. Evidentemente, hay una diferencia entre la letra de una canción y un poema, pero quería que las letras de este álbum tuvieran esa misma “potencia” palabra por palabra que a veces tienen los poemas. Además, siempre es más fácil robar de formas de arte no musicales.
Vivir en un lugar tan marcado por las estaciones, con inviernos largos y una naturaleza tan poderosa, no solo condiciona el ritmo de vida, sino también la creación. En tu caso, ¿qué tipo de espacio ofrece Vermont a la hora de escribir?
Definitivamente hay más soledad que en una gran ciudad, pero sigue siendo un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra… lo que significa que ves a gente que conoces a todas horas. Los asuntos de todos son un poco los de todos. En ese sentido, hay muchas dinámicas de las que escribir. Además, es más barato que vivir en la ciudad, lo que nos deja más tiempo para la música.
Las canciones también parecen pensadas para el directo, no solo para el estudio. ¿Fue algo que tuviste en mente desde el principio?
Sí. Una de las pocas intenciones claras que tenía al empezar estas canciones era exigirme más con la guitarra. Quería que las partes fueran más divertidas de tocar y también más desafiantes. Todas están escritas para un solo guitarrista (yo), mientras que en el disco anterior había más partes de “solista” y “acompañamiento”.
En ‘Wolf Pine’ aparece un árbol que parece ser testigo del paso del tiempo, de tormentas e incluso de rituales antiguos. ¿Qué representa ese árbol para ti? ¿Es real, simbólico o ambas cosas?
Diría que ambas. En realidad, lo pensé simplemente como una forma interesante de darle estructura a una canción, de construirla alrededor de una imagen clara. Me atraía la idea de volver hacia atrás a través de los anillos del árbol, casi como si fueran un registro del tiempo, y usar esa imagen como un marco narrativo dentro del tema.
"Quería escribir un disco en el que me exigiera más, sobre todo en la forma de escribir y pensar las letras."
En ‘Rome, New York’ hablas de cielos extraterrestres, coches rotos y una búsqueda nocturna que nunca llega a resolverse. ¿Cómo nació esa canción? ¿Partía de una escena concreta o surgió de algo más abstracto?
La escribí inspirándome en una historia que me contó un amigo. Me habló de una noche en la que tomó MDMA y, después de salir de un club, en lugar de simplemente irse a casa o continuar la fiesta, acabó pasando toda la noche recogiendo basura y limpiando la ciudad. Esa imagen se me quedó grabada y fue lo que me impulsó a darle forma a la canción.
En cada entrevista pedimos al artista que deje una pregunta para la próxima banda a la que entrevistemos. ¿Cuál sería la tuya?
¿Cuál es la peor canción de tu grupo favorito?
Y esta es una pregunta de Mal Blum para ti: si solo pudieras elegir a una persona para cenar, ¿quién crees que sería la compañía más fascinante o entretenida?
¿Robert Johnson? No lo sé… supongo que solo querría verlo tocar la guitarra.