Entrevistamos a

Frankie Cosmos

"Me interesa mucho esa idea de que, cuanto más pequeño y concreto es el detalle, más grande puede ser el mundo emocional o narrativo que construyes a partir de él. "



Por -

En 'Different Talking', Frankie Cosmos depura su lenguaje sin necesidad de reinventarse. Grabado en convivencia y con un enfoque más grupal, el disco fluye como un archivo de percepciones íntimas. Las canciones no responden a una lógica narrativa, sino que acumulan momentos observados con distancia y detalle, como si cada una fijara una emoción apenas recordada. La apertura, 'Pressed Flower', marca el tono con una melancolía sin dramatismo: “I will never love you again / I can’t even remember when”. Temas como 'One of Each' o 'Your Take On' convierten la indecisión o la contradicción en estados cotidianos, mientras que otros como 'Porcelain' o 'Vanity' introducen distorsión o estructura más pop sin romper la coherencia. El cuerpo, la ciudad y la memoria se tratan aquí sin solemnidad, pero con una claridad que impacta. 'Pothole' cierra el álbum con una imagen final que no busca conclusiones: solo está ahí, como el resto del disco, esperando ser observada. Sin alardes ni giros dramáticos, 'Different Talking' revela una madurez serena. Frankie Cosmos no subraya nada, pero lo deja todo al alcance. Un disco pequeño y lúcido que resiste en voz baja. Aprovechando lo reciente de este lanzamiento, hemos tenido el placer de entrevistar a Greta Kline.

A lo largo del disco, la claridad melódica tan típica de tu estilo sigue presente, pero el sonido general parece más amplio, más envolvente, incluso un poco más atmosférico por momentos. ¿Fue una decisión consciente explorar un sonido más espacioso, aunque eso implicara que las melodías no estuvieran siempre en primer plano?

No lo sé... Quiero decir, sigo sintiendo que, como compositora, mi manera natural de trabajar es dejarme llevar por las letras y por las melodías, son el hilo conductor para mí. Pero también es cierto que la banda con la que estoy tocando ahora mismo ha traído consigo un montón de ideas nuevas que han ayudado a expandir el sonido de una forma que me resulta muy emocionante. En este disco hay momentos que son mucho más atmosféricos, con capas sonoras que no habíamos explorado tanto antes. Hay más presencia de ambientes, de texturas creadas con sintetizadores, y todo tiene un carácter más envolvente. Es como si todo estuviera más trabajado en profundidad, más construido por capas, como si el sonido tuviera más espacio para respirar.

 

En algunas canciones se percibe una soltura natural, como si se hubieran tocado en directo en una sala en lugar de grabarse en estudio. ¿Crees que trabajar en un entorno más doméstico o familiar influye en cómo cantas o tocas esas canciones?

Sí, sin duda. De hecho, esa sensación era exactamente lo que estaba buscando desde el principio del proceso. Siempre he querido que mis discos transmitan la impresión de estar siendo interpretados en directo, como si el oyente estuviera en la misma habitación que nosotros, rodeado del sonido tal y como se produce en ese instante. Es una idea que me obsesiona un poco: capturar esa calidez, esa imperfección y esa cercanía que solo tiene la música en vivo. Por eso, solemos grabar de esa forma: con el mayor número posible de instrumentos sonando al mismo tiempo, en lugar de grabar por separado y luego ensamblarlo todo. En este disco eso está muy presente; creo que se nota enseguida. Muchas de las pistas se grabaron con al menos dos de nosotros tocando juntos en la misma sala, mientras que los otros dos estaban en otra habitación, también grabando simultáneamente. Fue un proceso muy íntimo, muy de estar juntos y escuchar al otro en tiempo real, algo que aporta una calidez muy especial a las canciones.

En una canción dices “Sorry I’m late I was writing a poem”, lo cual parece una reflexión muy honesta sobre cómo la escritura puede interrumpir la vida diaria. ¿Dirías que componer canciones te aleja del mundo o te conecta con él de forma distinta?

Creo que ambas cosas, sinceramente. Esa canción, en particular, tiene un tono un poco en broma, como una especie de guiño a lo que significa estar tan metida en tus propios pensamientos que acabas desconectando del ritmo habitual de la vida cotidiana. Es ese momento en el que, por ejemplo, sientes que no puedes salir de casa hasta que termines de escribir un poema, aunque llegues tarde a todo lo demás. Habla de esas pequeñas urgencias personales que, desde fuera, pueden parecer absurdas, pero que desde dentro se sienten totalmente necesarias. Al mismo tiempo, creo que escribir tiene ese doble filo: puede llevarte muy adentro, a explorar tus pensamientos más íntimos y a veces perderte un poco en ellos, pero también puede ser justo lo contrario. A través de la escritura encuentras nuevas formas de observar el mundo, de posicionarte en él, de comprenderte en relación con los demás. Ojalá que, además de ese viaje hacia dentro, la escritura te ayude también a abrirte y a conectar mejor con lo que te rodea, a estar más presente, más receptiva.

"A través de la escritura encuentras nuevas formas de observar el mundo, de posicionarte en él, de comprenderte en relación con los demás. Ojalá que, además de ese viaje hacia dentro, la escritura te ayude también a abrirte y a conectar mejor con lo que te rodea, a estar más presente, más receptiva."

En canciones como ‘Not Long’ o ‘Your Take On’, la emoción parece muy cruda, como si no hubiera pasado por ningún filtro. ¿Te interesa más capturar esa urgencia emocional tal cual aparece, o prefieres trabajarla más tarde con cierta distancia?

En las canciones que tienen un aire más punk, más directo o visceral, me interesa mucho capturar esa sensación de inmediatez, como si estuviéramos tocando por primera vez, sin filtros. Me gusta que suenen vivas, casi sin editar, que conserven esa energía cruda y espontánea. Si conseguimos grabarlas todos juntos, en una sola toma o en una sesión en directo, mejor todavía. Me encanta que se perciba ese pequeño caos, ese desorden controlado que tiene lugar cuando todo sucede al mismo tiempo. Prefiero ese tipo de grabaciones a otras que están muy producidas o demasiado pulidas, donde todo suena perfecto pero quizá pierde algo de alma. Dicho esto, también depende mucho de la canción. No todas necesitan lo mismo. Con este álbum en concreto tuvimos el privilegio de contar con bastante tiempo para trabajar, y eso nos permitió algo que no siempre es posible: adaptar el proceso de grabación a lo que cada tema pedía en concreto. Algunas canciones necesitaban esa urgencia, y otras reclamaban una aproximación más cuidadosa, más reflexiva. Fue muy valioso poder respetar el ritmo de cada una.

En ‘Bitch Heart’ y ‘One! Grey! Hair!’ mencionas cosas muy cotidianas (una estantería, una bolsa llena de otras bolsas, una sola cana..) que acaban teniendo un peso emocional enorme. ¿Crees que los objetos más simples pueden contener emociones complejas en una canción?

Totalmente. De hecho, diría que es casi como una especie de método personal: observar muy de cerca las cosas más pequeñas y aparentemente insignificantes de la vida cotidiana. Es como poner una célula bajo el microscopio y, de repente, descubrir que dentro de ella hay todo un universo, lleno de formas, significados y conexiones inesperadas. Me interesa mucho esa idea de que, cuanto más pequeño y concreto es el detalle, más grande puede ser el mundo emocional o narrativo que construyes a partir de él. Son esas cosas mínimas como una bolsa dentro de otra, un pelo gris, una estantería desordenada… las que terminan cargándose de peso simbólico. Siempre estoy intentando encontrar un sentido profundo en esos momentos o imágenes que muchas veces pasarían desapercibidas. Es como una forma de usar lo cotidiano para hablar de lo universal, de convertir lo aparentemente trivial en algo que, con suerte, resuene a un nivel más emocional o existencial.

 

En versos como “I will never love you again / I can't even remember when” (‘Pressed Flower’) o “You asked me if I’d regret it / But you were asking a kid” (‘Wonderland’), parece que hablas con una versión más joven de ti misma. ¿Crees que escribir canciones te ayuda a reconectar con quien fuiste?

Sí, creo que sí. Es algo que me pasa muy a menudo cuando escribo canciones. Para mí, la noción del tiempo es muy fluida, casi como si las barreras entre el pasado, el presente y el futuro no fueran tan rígidas como solemos pensar. Tengo la sensación de que, de alguna forma, todo está ocurriendo al mismo tiempo, y que desde el lugar en el que estoy ahora puedo acceder mental y emocionalmente a distintos momentos de mi vida. Hay canciones en las que me hablo directamente a mí misma, pero a una versión más joven, como si pudiera tenderle la mano desde el presente. En otros casos, simplemente siento que sigo en contacto con esa parte de mí que fui, o me encuentro comparándome con ella, intentando entender cómo he cambiado o qué sigo conservando de entonces. Es una forma de diálogo interno que se cuela de manera natural en lo que escribo, y que me ayuda a dar forma a emociones que a veces ni siquiera sabía que seguían ahí.

Algunas canciones incluyen momentos de humor inesperado, como ese verso de ‘Porcelain’ que dice “by accident I ate your AirPods”. ¿Crees que lo absurdo, o la ligereza en general, puede ser una forma válida o incluso poderosa de expresar algo profundo?

Sí, totalmente. Es algo que siempre ha estado presente en mi forma de escribir, pero en este disco, en particular, he recurrido mucho al humor como una herramienta para hablar de cosas más profundas, más emocionales. A veces siento que el humor funciona como una especie de amortiguador, una forma de suavizar lo que duele o de darle una entrada más accesible a sentimientos difíciles de nombrar. Es como si fuese la almohada sobre la que apoyo la tristeza: algo blando, amable, que sostiene el peso sin anularlo. La frase “by accident I ate your AirPods” es claramente absurda, incluso cómica, y la canción en la que aparece tiene varias líneas con ese tono juguetón o inesperado. Pero eso no significa que no haya un trasfondo serio detrás. Creo que, precisamente, ese contraste permite que el mensaje llegue de otra manera. La vida, en el fondo, es profundamente absurda muchas veces, así que usar esa absurdidad para hablar de lo que sentimos me parece no solo válido, sino natural.

"Son esas cosas mínimas como una bolsa dentro de otra, un pelo gris, una estantería desordenada… las que terminan cargándose de peso simbólico. Siempre estoy intentando encontrar un sentido profundo en esos momentos o imágenes que muchas veces pasarían desapercibidas."

‘Pothole’ cierra el disco con un momento casi absurdo que de repente se vuelve hermoso: “How’d they get the pink light to come out like that?”. ¿Buscar ese tipo de maravilla simple es una forma de hacer las paces con el caos o con lo inexplicable?

Sí. Parte de la razón por la que decidí cerrar el disco con esa canción tiene que ver con un verso que aparece en ella y que dice: “Here’s what we have / What we have made / And it feels like water on my face / At the end of the day”. Para mí, esa frase encierra mucho sobre lo que significa estar en una banda, hacer música de manera colectiva, construir algo entre varias personas que luego puedes sostener en las manos, como quien recoge agua después de un día largo. Me gustaba mucho la idea de terminar el álbum así, con esa sensación de ofrecer algo hecho entre todos, como diciendo: esto es lo que tenemos, esto es lo que hemos creado juntos. Además, ‘Pothole’ comienza con un tono muy distinto, con una energía bastante más densa: transmite tristeza, enfado, una especie de frustración por sentirte desconectada del mundo, como si todo estuviera en tu contra. Recuerdo que la escribí mientras iba en bici por Brooklyn, con esa sensación de que nada encajaba, de estar completamente fuera de lugar. Pero lo que me gusta de la canción es que, a pesar de empezar desde ese malestar, hacia el final se abre un espacio para algo parecido al consuelo.

En ‘One of Each’ dices “I still don’t know what I want / I’ll take one of each”, lo que refleja una especie de indecisión existencial. ¿Te interesa escribir sobre el deseo como algo confuso, cambiante, sin necesidad de resolverlo en la canción?

Sí, totalmente. Y, de hecho, creo que lo has expresado tú de una forma muy clara y acertada. El deseo es, en muchas ocasiones, algo profundamente confuso. No siempre se presenta como una necesidad concreta o como una dirección clara hacia la que avanzar. A veces es más bien una nube, algo que cambia de forma, que se mueve, que escapa justo cuando parece que lo estás entendiendo. Escribir una canción no siempre soluciona esa confusión, ni tiene por qué hacerlo. Pero sí me ayuda, muchas veces, a comprenderme un poco mejor, a ver con más nitidez lo que estoy sintiendo o incluso a entender el mundo que me rodea. O, al menos, lo que sea que estoy intentando descifrar en ese momento. Para mí, el proceso de composición es más una especie de exploración continua, sin una meta final clara. No existe “la” canción definitiva que de repente lo aclare todo, como si fuera una respuesta absoluta. Más bien es un viaje sin mapa, en el que cada canción me permite acercarme un poco más a la emoción, al centro de algo que no siempre sé nombrar, pero que necesito tocar desde la música.

 

El vídeo de ‘Pressed Flower’, en el que Tracey Ullman corre por la ciudad disfrazada, tiene un tono juguetón y caótico que contrasta con la tristeza contenida de la canción. ¿Buscabas ese contraste visual para cambiar la forma en que se recibe la canción, o fue algo que surgió durante el proceso del vídeo?

Intento no preocuparme demasiado por si los vídeos influyen o condicionan la forma en que se recibe una canción. Cada persona tiene su manera de aproximarse a la música: hay quienes disfrutan viendo videoclips y hay quienes prefieren simplemente escuchar, sin distracciones visuales. Para mí, el vídeo es casi como un universo paralelo, algo que puede complementar la canción, pero que no es imprescindible para comprenderla ni para sentirla. Además, la canción casi siempre se crea mucho antes que el vídeo, y entre ambos puede haber una distancia de tiempo y de intención bastante grande. No siempre están conectados de forma directa, ni tienen por qué estarlo. Aun así, sí pensé que este en particular ofrecía una forma distinta de entrar en el tema, como una puerta lateral hacia su mundo. Puede que primero veas el vídeo, te rías, lo disfrutes por su energía o por lo visual, y luego escuches la canción por separado y la vivas de una manera completamente diferente. Es una experiencia cambiante. A veces es extraño intentar crear un vídeo divertido o desenfadado para una canción que, por sí sola, ya tiene un universo interior bastante definido y que no necesita nada más para funcionar. Pero justo ahí también hay algo interesante.

El personaje que interpreta Tracey Ullman en ese vídeo parece sacado de una película: excéntrica, emocional, un poco caótica. ¿La imaginaste en ese papel desde el principio, o fue una idea que surgió después?


Construimos el vídeo completamente alrededor de ella. Desde el principio tuvimos claro que la presencia de Tracey iba a ser el centro de todo. Fue una idea que surgió de Alex, mi compañero de banda, y fue muy espontánea. No teníamos aún claro qué canción íbamos a usar ni cuál sería el enfoque visual definitivo, pero sí sabíamos una cosa: queríamos grabar algo con Tracey bailando por la calle, disfrazada, creando caos a su alrededor con esa energía tan suya, tan única. Esa fue la chispa que encendió todo el proyecto. Más adelante se unió Adam, el director, y fue él quien tomó esa imagen inicial, tan suelta, tan basada en una intuición, y la transformó en algo más narrativo. Le dio forma, estructura, convirtió esa idea en una historia con un concepto completo detrás. Pero lo esencial, lo que dio origen a todo, fue simplemente la sensación de que necesitábamos ver a Tracey en acción, haciendo lo que mejor sabe hacer: moverse libremente, expresarse a través del cuerpo, disfrazarse, provocar, jugar. A partir de ahí, todo fue tomando forma hasta convertirse, casi naturalmente, en un videoclip.

"El deseo es, en muchas ocasiones, algo profundamente confuso. No siempre se presenta como una necesidad concreta o como una dirección clara hacia la que avanzar."

Me encantan las fotos promocionales de este disco, en las que apareces en un salón con una estatua de elefante colorida, y luego en una habitación decorada con estética ochentera. ¿Tenías claro desde el principio el estilo y el lugar que querías para estas imágenes?

Queríamos que todo se sintiera como un hogar de verdad, como una casa vivida, con historia, con personalidad. Tenía sentido, porque el disco transmite esa sensación de calidez, de cercanía, y queríamos que las imágenes acompañaran ese espíritu acogedor. No teníamos una idea cerrada sobre cómo queríamos que se viera exactamente, pero sí teníamos claro el tono: algo que recordara a una vieja foto familiar, con ese aire de lo cotidiano que se vuelve entrañable con el tiempo. Finalmente, acabamos haciendo las fotos en casa de un amigo que tiene un lugar increíble, lleno de objetos raros, divertidos y únicos por todas partes. Cada rincón tenía algo especial, y eso ayudó mucho a crear una atmósfera con carácter propio. Más tarde, decidimos grabar también un videoclip en esa misma casa, que de hecho va a salir la semana que viene. Él mismo lo dirigió, y utilizamos su propio espacio como escenario. Me gustaba la idea de que hubiera un hilo conductor entre las fotos promocionales y los vídeos, como si todo formara parte del mismo universo visual. Al final, salió todo genial. En realidad, estábamos simplemente buscando un sitio guay para hacer las fotos, pero terminó siendo algo mucho más cohesionado e inspirador de lo que habíamos imaginado.

En cada entrevista pedimos a los artistas que dejen una pregunta para la próxima banda. ¿Cuál sería la tuya?

Puedes preguntarles si hay alguna obra de arte no musical (un libro, una pintura, una serie, una escultura...) que influya o inspire su proceso musical.

Y esta te la dejó Evan, de Cola: ¿Podrías describir tu primer concierto, y si hay algo de aquella noche que aún hoy signifique algo especial para ti?

¡Uy! A ver... Creo que fue tocando la batería con el grupo de mi amigo Vishal, que se llamaba Milk Ghost. Usábamos un kit súper reducido, tres tambores y una pandereta. Él tocaba con su guitarra morada Danelectro. Aquella noche fue en una especie de feria al aire libre en su universidad. Lo que más recuerdo es que al final me regaló esa guitarra, y con ella estuve de gira durante años. Así que eso me llevé de aquel primer concierto: una guitarra que se volvió muy importante para mí.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.