Entrevistamos a

Basia Bulat

"En este disco me liberé de mis propias expectativas. Me di permiso para jugar con los sonidos sin criticarme, como hacía al principio de mi carrera. "



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En 'Basia's Palace', Basia Bulat construye un universo sonoro donde lo íntimo y lo cósmico convergen. Este álbum, alejado de la espontaneidad acústica de trabajos anteriores, abraza texturas electrónicas con una delicadeza que evoca paisajes oníricos. Las melodías, tejidas con MIDI y sintetizadores, funcionan como ventanas a un pasado reinterpretado: no hay guitarras ni pianos en primer plano, pero la emotividad persiste, expandiéndose en capas de cuerdas etéreas y beats glitch que recuerdan a la nostalgia pixelada de los videojuegos retro.  La producción, a cargo de Mark Lawson y Tucker Martine, dota al disco de una cualidad cinematográfica. En 'My Angel', los arreglos de cuerda de Drew Jurecka se elevan sobre secuencias sincopadas, creando un contraste entre lo celestial y lo terrenal. Cortes como 'Spirit' exploran la adolescencia a través de presets de sintetizador que resuenan como ecos de una época distante, mientras 'Laughter' transforma lo cotidiano —un jardín invernal— en un himno de resistencia, donde la fragilidad florece entre grietas.

El guiño al disco polo en la pieza homónima no es mera nostalgia, sino un diálogo con herencias culturales contradictorias. Aquí, Bulat mezcla ritmos bailables con melodías eslavas, logrando una fusión que celebra y cuestiona simultáneamente. Es un ejercicio de alquimia sonora donde lo kitsch se transmuta en oro emocional.  En 'Baby', el groove elegante y las letras autoirónicas podrían acompañar una escena de película francesa de los 60, mientras 'Curtain Call' cierra el disco con una balada que convierte el final de un concierto en metáfora de renacimiento. Las cuerdas, aquí, no adornan: narran.  'Basia's Palace' no es un lugar, sino un instante suspendido. Un viaje donde lo doméstico —papel tapiz vintage, consolas antiguas— se entrelaza con lo universal. Bulat demuestra que la innovación no reside en abandonar raíces, sino en reinterpretarlas con herramientas inesperadas. Un disco que, como los mejores sueños, deja rastros de belleza incluso al desvanecerse. Aprovechando lo inminente de la publicación de este disco, hemos tenido el placer de entrevistar a la canadiense.

A la hora de componer este disco, descubriste que en la madrugada era cuando tus canciones comenzaban a tomar forma. ¿Qué tiene ese momento del día que despierta tu imaginación de manera única?

En parte fue algo logístico, debido a mis circunstancias personales. Tenía dos hijas pequeñas y, cuando eran bebés, no dormían mucho. Si me despertaba y no podía volver a dormirme, pensaba: "Mejor hacer algo productivo". Además, esa hora de la noche tiene algo especial para escribir. No hay nadie alrededor, solo mi gato y yo. En esos momentos, siento una conexión más profunda conmigo misma, incluso con algo abstracto, como si pudiera comunicarme con los satélites. Es como si uno de ellos me transmitiera ideas que solo puedo captar a esa hora, o quizá nuestras órbitas coinciden en el momento justo. Al principio no esperaba que fuera tan distinto, pero lo fue. Ahora no sé qué pasará con el próximo disco. ¿A qué hora debería escribir? No lo tengo claro.

 

La imagen de ti jugando a ‘Dragon Warrior 4’ de madrugada mientras compones sugiere una conexión entre los videojuegos y la creación musical. ¿Hay algo en la estructura de los juegos de rol —sus historias, su exploración— que influyera en la narrativa del álbum?

Amo ese juego. Fue pionero en incorporar una inteligencia artificial básica. Recuerdo que los personajes tomaban decisiones propias, ¡y a veces era frustrante! Pero me encantaban sus sonidos y la estética de los videojuegos de esa época. Además, me fascinaba el equipo de personajes, como la princesa Alena. En esa época, era inusual que una chica liderara un grupo. De pequeña, jugaba mucho, y al revisitarlo años después, me inspiré para crear mi propio paisaje sonoro. Incluso me pregunté: "¿Cómo sería una banda sonora para un juego sobre viajes en el tiempo?". Esa música evoca una era y una temporada específicas, y quedó impregnada en cada momento del álbum.

Tus discos anteriores destacaban por instrumentos acústicos y grabaciones en vivo, pero en 'Basia's Palace' optaste por sintetizadores y MIDI. ¿Hubo un momento en que supiste que este nuevo sonido captaba lo que querías expresar?

Al principio, usé los sintetizadores solo para hacer demos, pero me enamoré del sonido. Me pregunté: "¿Podría conservar mi esencia si lo llevo más allá?". Añadimos batería en vivo y cuerdas en un estudio durante unos días, pero la mayoría del proceso lo hice yo misma. Fue una sorpresa: aunque rompí con mi método habitual, al final sonaba auténtico. Me reconocí en él, a pesar de lo diferente que era.

"En la madrugada siento una conexión más profunda conmigo misma, incluso con algo abstracto, como si pudiera comunicarme con los satélites."

El álbum parece reevaluar constantemente los recuerdos, como si los miraras desde una nueva perspectiva. ¿Hubo un momento específico en que notaste que tu visión del pasado había cambiado y quisiste reflejarlo?

Sí. El cambio más grande fue reconciliarme con el disco polo, un género que mi padre amaba y yo detestaba. Lo asociaba con aspectos negativos de nuestra relación. Tras su fallecimiento, quise entenderlo. Me sumergí en esa música para buscar conexiones con él, y eso transformó mi perspectiva. Escribí una canción sobre mi infancia, explorándola desde múltiples ángulos: la nostalgia, el dolor y la reconciliación.

En muchos sentidos, 'Basia's Palace' evoca un espacio intangible, casi onírico, donde conviven recuerdos, música e imaginación. Si tuvieras que describir este "palacio" como un lugar físico, ¿cómo sería? ¿Se parecería a un hogar real, un estudio de grabación, un escenario o algo completamente distinto?

Sería un lugar pequeño por fuera, como una taza. Al abrirla, encontrarías un mundo enorme, similar a la cabina de Doctor Who. Habría papel tapiz de los 70, alfombras peludas, un televisor antiguo con ‘Dragon Warrior 4’ y mi gato pidiendo golosinas. El techo sería tan alto que permitiría ver las estrellas sin contaminación lumínica. Imagino un espacio donde lo íntimo y lo infinito coexisten: un refugio lleno de historia y fantasía.

 

Tu proceso creativo para este álbum te llevó a experimentar con sonidos electrónicos y a construir canciones de forma distinta. ¿Descubriste algo nuevo sobre ti como compositora al cambiar las reglas que solías seguir?

Me liberé de mis propias expectativas. Me di permiso para jugar con los sonidos sin criticarme, como hacía al principio de mi carrera. Dejé que las ideas fluyeran, incluso las más absurdas, y luego edité, eligiendo las canciones que cohesionaban el álbum. Fue liberador, incluso divertido. Redescubrí la alegría de crear sin presión.

Mencionaste escribir letras en un cuaderno de Hayao Miyazaki, y el álbum explora el viaje en el tiempo y mundos alternos. ¿Hay algo en la estética o narrativa de Miyazaki que resuene contigo y con este trabajo en particular?

Adoro cómo sus películas te sumergen en un sueño. Desde el primer fotograma, te transportan a un universo 2D donde todo es posible. Su narrativa no es didáctica; es misteriosa y llena de capas. Los personajes son excéntricos, pero genuinos. Quería capturar esa mezcla de ensoñación y familiaridad, como si mis canciones fueran fábulas dentro de un universo propio.

"‘Disco Polo’ es una canción sobre mi infancia, tratando de explorarla desde múltiples ángulos: la nostalgia, el dolor y la reconciliación."

Canciones como 'The Moon' y 'Laughter' aluden a ciclos, estaciones cambiantes y cómo la memoria se transforma. ¿Crees que la nostalgia puede ser una herramienta creativa o, a veces, un peso difícil de llevar?

La nostalgia es engañosa: puedes idealizar el pasado. 'Laughter' la escribí tras ver crocus —flores pequeñas— brotar entre la nieve derretida y la basura en Montreal. Esas flores, tan frágiles pero insistentes, simbolizan la tenacidad por vivir. Me inspiraron a plasmar en verso esa risa interna, ese impulso de florecer pese a todo. La nostalgia, si se aborda sin romanticismos vacíos, puede ser un puente entre el ayer y el hoy.

En 'My Angel' cantas: 'Could you be my angel? You could be my angel this time'. ¿Crees en la idea de presencias protectoras, ya sean espirituales o personas que aparecen en el momento justo?

Absolutamente. La canción habla de personas que llegan en momentos cruciales, como mi hija al nacer. Ella me transformó: aunque debía protegerla, ella me enseñó a protegernos a ambas. También habla del amor a primera vista y de cómo, sin saberlo, podemos ser ángeles para otros. Es una celebración de esas conexiones inesperadas que nos redimen.

 

El álbum tiene una cualidad cinematográfica, como si cada canción fuera parte de una historia mayor. ¿Hubo alguna imagen recurrente en tu cabeza durante la composición de 'Basia's Palace'?

Un escenario. Es donde me siento más libre, un espacio sagrado donde algo más grande que yo toma vida. También mi casa, llena de historia —buena y mala—. En 'Curtain Call', cuestiono si volveré a subir al escenario, pero al final, ambos mundos se entrelazan: llevo mi hogar al escenario y viceversa. Es como la casa dentro de la taza: un lugar donde lo cotidiano y lo mágico se funden.

Las letras de estas canciones oscilan entre lo tangible y lo etéreo, entre realidad y memoria. ¿Hay una emoción o sensación que quisieras capturar a lo largo del álbum, una que defina su esencia?

Lo surreal. Los últimos años han sido surrealistas para todos. Quería reflejar esa sensación de suspensión, como si el tiempo no fluyera linealmente. Las cuerdas en el álbum, por ejemplo, evocan vuelo y transitoriedad. Es una mezcla de inquietud y calidez: reconocer que estamos aquí brevemente, en un universo lleno de misterios por descubrir.

"Mi hija me transformó: aunque debía protegerla, ella me enseñó a protegernos a ambas."

En todas nuestras entrevistas, pedimos a los artistas que dejen una pregunta para la próxima banda. ¿Cuál sería la tuya?

¿Cuál es el último sueño que recuerdas? Ojalá no sea una pesadilla, sino algo bonito.

Por último, Liana Flores nos dejó esta pregunta: ¿Qué álbum has disfrutado recientemente?

'Humanhood' de The Weather Station. Tamara es una amiga querida. Trabajamos en nuestros álbumes simultáneamente; ella se quedaba en mi casa cuando grababa en Montreal. Aunque nuestras obras son distintas, fue reconfortante compartir el proceso. Su disco es audaz: líricamente profundo y musicalmente innovador. Estoy muy orgullosa de ella, tanto como artista como amiga.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.