Entrevistamos a

Cate Le Bon

"El amor es algo tan antiguo, tan grandioso, ridículo y trágico al mismo tiempo, que resulta inabarcable."



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El recorrido creativo de Cate Le Bon siempre se ha desarrollado desde la búsqueda de una voz propia, marcada por una escritura que combina imágenes inquietantes y paisajes sonoros en constante transformación. En ‘Michelangelo Dying’, su séptimo trabajo, esa senda se adentra en un terreno condicionado por la fragilidad del amor y por las huellas que deja cuando se transforma. Las canciones surgieron entre Hydra, Cardiff, Londres, Los Ángeles y el desierto californiano, lugares que impregnaron su atmósfera y que se filtran en el eco amplio de ‘Jerome’, con versos como “gently read my name / cry and find me here / I’m eating rocks”. El álbum se articula alrededor de vínculos quebrados y la memoria de lo perdido. En ‘Mothers of Riches’ la sensación de derrumbe aparece con la frase “how you let yourself fold into nothing”, mientras que en ‘About Time’ la voz insiste: “I’m not lying in a bed you made”. El pulso de ‘Is It Worth It (Happy Birthday)?’ funciona como núcleo central: entre confesiones íntimas (“I thought about your mother / I hope she knew I loved her”) se dibuja un retrato donde ternura y devastación conviven sin jerarquías. En lo sonoro, Cate Le Bon construye un entramado donde guitarras, sintetizadores y saxofón moldean una textura densa, casi líquida. El trabajo con Euan Hinshelwood dota al viento de un papel casi vocal, un relevo cuando las palabras resultan insuficientes. La aparición de John Cale en ‘Ride’ aporta un matiz sombrío al repetir “It’s my last ride”, encajando con un conjunto que fluye como un ciclo, piezas que se espejan y se alteran unas a otras. ‘Michelangelo Dying’ se presenta como un viaje en presente continuo: canciones que respiran a través del dolor, del apego y de la necesidad de recomponer una identidad mientras el sonido se abre como un espacio en movimiento. Aprovechando la publicación de este nuevo disco y su visita a Madrid.

Si no me equivoco, este disco se hizo en lugares muy distintos: Hydra, Cardiff, Londres, Los Ángeles y el desierto californiano. ¿Sientes que los paisajes y lo que evocan esos lugares se coló en las canciones que escribiste allí de algún modo?

Creo que sí, de algún modo tiene que ser así. Pero normalmente intento grabar en lugares de los que pueda escapar. Así que ir a Hydra fue especial, porque no lo conocía mucho y era la oportunidad de estar libre de las familiaridades del hogar, de la rutina o lo que fuera. La intención era terminar el disco en Hydra, pero cuanto más trabajaba en él, y más me dejaba perderme en el proceso para usarlo como una forma de sanar un desgarro sentimental, más me acercaba a lugares familiares, buscándolos como un espacio donde poder acabarlo. En ese sentido, la carga emocional de estar en un sitio desconocido y después en uno conocido acabó influyéndome a mí, lo que inevitablemente afectó a la música.

 

Tengo la sensación de que el disco tiene que ver con pensar en cómo quizá toda nuestra vida está gobernada por el amor: cómo nos hace cambiar con el tiempo y trae consigo todas las consecuencias de amar a alguien. ¿Estabas muy centrada en esas ideas al escribirlo?

El álbum se escribió en tiempo real, mientras todo iba sucediendo a mi alrededor, sin un plan previo ni una hoja de ruta clara que me guiara. No había un destino marcado ni conclusiones a las que quisiera llegar de forma deliberada sobre el amor y la vida. Más bien era yo, en un estado de búsqueda, intentando encontrar tierra firme bajo mis pies, sosteniéndome mientras trataba de comprender lo que me estaba ocurriendo, de experimentar plenamente cada sensación y de curarme poco a poco de un desgarro amoroso muy profundo, devastador y a la vez transformador. Dentro de todo eso, inevitablemente, estaban el amor y la vida, que al final son lo mismo: el amor impregna todo en la vida y la vida está hecha de amor. Así que sí, todo eso está presente.

‘Is It Worth It (Happy Birthday)’ es de esas canciones que escuchas una vez y te provoca una emoción enorme al instante. Al principio me pareció algo triste, pero después pensé que también era muy sanadora. ¿Sientes que es una canción ambivalente en lo que expresa y que marca bien el tono del disco?

Sí. Creo que lo es, porque en este álbum no hay conclusiones cerradas ni respuestas definitivas. Todo se mueve en un terreno mucho más líquido, más fluido y cambiante, como una corriente que nunca se detiene. Canciones que en un principio me parecían tristes, cargadas de melancolía, con el tiempo y al escucharlas desde otro estado mental me resultaron sorprendentemente reconfortantes y capaces de dar una calma inesperada, como si guardaran un consuelo oculto. Por eso creo que en este disco hay muchas emociones disfrazadas de otras emociones, sentimientos que se revelan solo cuando convives con ellos. Cuanto más vives con el álbum y sus canciones, más se van desplegando sus capas. Y también depende mucho de lo que busques o necesites tú como oyente en cada momento.

"Este disco se trataba de experimentar plenamente cada sensación y de curarme poco a poco de un desgarro amoroso muy profundo, devastador y a la vez transformador."

Aunque tus letras a veces puedan parecer algo abstractas, muchas terminan creando imágenes muy potentes, casi cinematográficas. Por ejemplo, en ‘Body as a River’ o en ‘Mothers of Riches’, cuando cantas frases como “I brace the actors for his slow parade”. ¿Piensas a veces en términos de imágenes al escribir?

Sí, creo que sí. Con este disco, sobre todo, las letras se iban escribiendo al mismo tiempo que la música, todo iba formándose a la vez. Era un periodo en el que los pensamientos, los recuerdos y las emociones estaban como fragmentados, y yo escribía de una forma muy libre, confiando en imágenes que me ayudaban a tocar emociones para las que quizá no tenía palabras suficientes. Confiaba en que esos sentimientos e instintos eran reales, porque todo estaba sucediendo en tiempo real. Era casi como escritura automática. Todo lo que hay tiene un sentido para mí, aunque en el momento quizá no fuera del todo consciente, pero lo importante es que me parecía auténtico.

En este disco noto que los instrumentos transmiten en general una sensación más luminosa y energética, como en ‘Body as a River’. ¿Sientes que intentaste sonar más feliz que antes para hacer frente a la adversidad?

No lo sé. La verdad es que no había una intención marcada ni un plan previo sobre cómo debía sonar el disco. Para mí se trataba de dejar que fuera lo que realmente necesitaba ser, sin forzarlo en ninguna dirección concreta. Confiar en que las canciones se formasen de una manera emocionalmente en sintonía con lo que yo estaba viviendo en ese momento. Simplemente dejar que todo sucediera con naturalidad y que cada pieza encontrara su propio tempo.

 

‘Michelangelo Dying’ es un disco lleno de vulnerabilidad, pero también de resistencia. Cuando escribes un álbum, ¿sientes que el proceso es más terapéutico que un reto artístico, o tiene ambas cosas?

En este disco, sobre todo, fue como una lucha personal. Ser vulnerable asusta, y al principio intenté resistirme, quería hacer algo más anguloso porque no quería escribir un álbum sobre desamor, amor y dolor. Pero cuando acepté que tenía que mirarlo de frente, de ahí salió una honestidad que creo que te hace mejor artista. Aunque sea incómoda, era una incomodidad real. Para mí la intención era experimentar ese dolor a través de la música y usarlo para sanar, sin saber si el disco sería para alguien más que para mí. Creo que cuando empiezas con demasiada agenda, corres el riesgo de ver solo lo que ya decidiste ver en lugar de descubrir cosas que te sorprendan.

El saxofón de Euan Hinshelwood parece tener su propio lenguaje a lo largo del disco. ¿Cómo trabajasteis para que se sintiera como un elemento independiente que añade emoción a las canciones?

Euan y yo somos muy buenos amigos y llevamos tocando juntos años. Yo no tengo formación técnica en saxofón, así que al principio le pedía que lo tocara de una forma que no era nada fácil, bastante alejada de la tradición. Pero él es muy creativo e inventivo, y encontramos una manera de hacerlo sonar así. No es que nadie lo haya hecho antes, pero se trata de desligarse de la forma tradicional de tocar. Hay mucha modulación, manipulación del sonido y, sobre todo, una emoción que a mí me desarma. En un disco como este, en el que no encontraba palabras para cantar lo que sentía, el saxofón entraba casi como una segunda voz. Y Euan, además de ser un músico brillante y generoso, entendía perfectamente el ángulo emocional y también el cuadro completo, como amigo cercano. Eso le permitió expresarlo todo a través de su instrumento.

"Canciones que en un principio me parecían tristes, cargadas de melancolía, con el tiempo y al escucharlas me resultaron sorprendentemente reconfortantes y capaces de guardar un consuelo oculto."

En todos tus discos sorprende la cantidad de capas de instrumentos y texturas, tanto sintéticas como orgánicas. ‘I Know What’s Nice’ es un buen ejemplo. ¿Te resulta difícil a veces saber cuándo una canción ya no necesita nada más y está perfecta?

Sí. Creo que esto empezó en ‘Reward’, cuando empecé a tocar yo misma la mayoría de instrumentos. Antes solía ser una banda en una sala, lo cual también era genial y muy espontáneo. Pero en ‘Reward’, y luego en ‘Pompeii’, yo tocaba el bajo, las guitarras y los sintes, y eso me dio una comprensión distinta de cómo dialoga cada instrumento con los demás, cómo todo se entreteje. Disfruto del rompecabezas de cuánto se puede añadir y dónde hay espacio para encajar algo. En este disco hay muchas capas funcionando casi como una máquina, pero siempre llega un punto en el que añadir algo ya no suma, sino que resta. Incluso aunque sea una parte de guitarra increíble por sí sola, si le quita aire a la canción, tiene que desaparecer.

Los títulos de tus dos últimos trabajos parecen hablar de lo que queda tras la pérdida: en ‘Pompeii’, las ruinas; en ‘Michelangelo Dying’, la obra de un genio que sobrevive a la muerte. ¿Sientes que ambos títulos dialogan entre sí y quizá estén conectados?

Supongo que sí. Al final todo está conectado con todo, de una manera u otra. El amor es algo tan antiguo, tan grandioso, ridículo y trágico al mismo tiempo, que resulta inabarcable, y creo que el título intenta precisamente encapsular toda esa contradicción. Aunque también hay, por debajo, un matiz de ironía y de juego en el título de este disco, un guiño que evita que sea demasiado solemne.

 

Hablando ahora de tu experiencia con John Cale, resulta impactante cuando entra su voz diciendo “It’s the last ride”. ¿Siempre pensaste en él para darle ese tono solemne a la canción?

John Cale es uno de mis músicos favoritos de todos los tiempos, no solo por su obra, también por su actitud hacia la música. Es una enorme influencia, un icono. Me daba miedo pedirle participar, por temor a que dijera que no. Y al final, en el último momento, mientras mezclábamos en Los Ángeles, un amigo muy persuasivo me convenció para mandarle el email. Y John respondió enseguida: en 24 horas ya tenía sus voces grabadas y enviadas. Cuando las escuché en una canción con la que ya estaba tan familiarizada, fue emocionante hasta hacerme llorar. Era algo que siempre había querido y de pronto estaba allí: John Cale en mi disco. Aún me cuesta creerlo.

En los últimos años has producido muchos discos, pero uno que me fascinó fue el segundo de Horsegirl. ¿Cómo recuerdas esa experiencia y qué ideas quisiste aportar?

En ese momento intentaba tomarme un descanso, darme un respiro después de una época intensa, pero cuando me lo pidieron no pude decir que no. Me conquistaron enseguida, no solo como artistes, que son brillantes, sino también como personas: inteligentes, curiosas, encantadoras, con una energía preciosa. Sentí que tenía muchas ganas de trabajar con ellas, casi de inmediato. Todo sucedió muy rápido porque son geniales comunicándose, escuchándose entre sí y construyendo juntas un espacio muy especial. Mi prioridad absoluta era que en el estudio se sintieran escuchadas y atendidas, que nunca tuvieran la sensación de que alguien trataba de imponerles algo. Lo único que quería era ayudar a que el disco sonara a Horsegirl, a lo que realmente son: tres personas tocando en una sala. Lo que tienen es tan único que lo último que quieres es ocultarlo o diluirlo. Solo necesitaban a alguien que les recordara lo brillantes que son y darles confianza. Ese era, al final, mi verdadero trabajo.

"En este disco, sobre todo, fue como una lucha personal. Ser vulnerable asusta, y al principio intenté resistirme, quería hacer algo más anguloso porque no quería escribir un álbum sobre desamor, amor y dolor."

En todas nuestras entrevistas nos gusta que el artista deje una pregunta para el próximo invitado. ¿Cuál sería la tuya?

¿Cuál es tu bebida en lata favorita?

Y ahora tengo una para ti de Sydney, de Wombo: si tuvieras que llevarte un único libro a una isla desierta, ¿cuál sería? Uno que hayas releído muchas veces.

Probablemente ‘Slaughterhouse-Five’, de Kurt Vonnegut. Es uno de mis libros favoritos, porque transmite una comprensión bellísima de la humanidad. Es un libro antibélico, claro, y habla de la guerra, que es algo terrible, pero la forma en que Vonnegut escribe sobre esas cosas es tan conmovedora e inspiradora... Así que creo que sería ese. Aunque quizá algo más alegre funcionaría mejor en una isla desierta.

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.